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Detrás de cada una de las vacunas contra el COVID, que llevan recibiendo miles de riojanos desde finales del año pasado, está la labor de un sinfín de implicados y numerosas áreas de Salud. Entre ellas, COVID-Responde, un departamento creado en origen para descongestionar la atención telefónica en la primera ola, atendiendo dudas, protocolos y sintomatología de la pandemia y que ha ido amoldando sus funciones a cada nueva necesidad. Desde la llegada de los primeros viales, el grupo de 30 profesionales sanitarios y administrativos que coordina la biotecnóloga Andrea Lázaro, se ha focalizado en el proceso de citaciones que articula quién, cuándo y dónde va a recibir su dosis.
El ansiado mensaje, la llamada esperada, es fruto de un alambicado engranaje en el que deben encajar múltiples piezas y parámetros. El principal, la cantidad y el tipo de vacunas –desde la monodosis de Janssen a la Pfizer sometida a ultracongelación– que llegan cada semana a la comunidad. Sobre esa cifra y condicionantes, y siguiendo la estrategia que tras atender a los colectivos prioritarios de protección viene abarcando escalonadamente a grupos de mayor a menor edad, los miércoles se establece el patrón de las personas, localidades y puntos donde se va a administrar la siguiente remesa. Junto a COVID-Responde, en ese cónclave intervienen desde Enfermería a Salud Pública, Emergencias, Epidemiología o Farmacia, además del departamento de Informática, cuyo rol es clave a través del gestor COVID, la aplicación que ejerce como primer filtro.
El sistema, en el que están incluidos la totalidad de los usuarios, identifica al segmento determinado esa semana según el rango de edad y la zona básica de salud, haciendo saltar una alarma en tres supuestos: si ha sufrido coronavirus en los últimos seis meses, si está pendiente de PCR o ya ha sido vacunado por otra casuística. El resto, cuyo nombre puede chequear también a través de la aplicación de Rioja Salud, recibe una llamada automatizada que informa al usuario de su cita ofreciendo un puñado opciones: confirmar, rechazar, reprogramar o repetir la llamada. Como explica Lázaro, a partir de aquí es donde el proceso se hace más complejo. «El sistema realiza varios intentos de contactar, pero pueden concurrir muchas circunstancias: que conste un teléfono fijo ya inoperativo, un móvil antiguo, un número erróneo, pacientes con la historia clínica duplicada, personas desplazadas a otros territorios...».
Es ahí donde los profesionales de la unidad actúan directamente, tratando de localizar al interesado vía familiares o a través de su centro de salud. «En el caso de personas mayores es más sencillo, pero a medida que baja la edad se hace arduo porque hay quien en este tiempo no ha tenido que visitar a su médico», comenta Lázaro. De una u otra forma se contacta con el grueso de la población diana en cada momento y se le comunica el lugar y la hora para ser inoculado, ayudando a reprogramar la cita «casi a la carta» en caso de no poder acudir en primera instancia.
El principio de que nadie que lo desee se quede sin su vacuna se combina con otro axioma: ninguna dosis se desperdicia. «Si hay alguna sobrante porque alguien no ha acudido ese día, se sigue la lista o se inyecta a pacientes hospitalizados», completa Lázaro destacando que apenas el 0,7% de los llamados rechaza su dosis.
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