María Ángeles Latorre, panadera de Valverde. L. R.

El pan nuestro de cada día, a pesar del coronavirus

Panaderos rurales a domicilio. Ángeles Latorre se echa a la carretera a diario para llevar el pan a la zona de Cervera y Rubén Martínez hace lo mismo en el Camero Nuevo

SANDA SAINZ Y DIEGO MARÍN A.

Viernes, 27 de marzo 2020, 07:32

María Ángeles Latorre es panadera en Valverde y no solo distribuye sus productos aquí. También sirve a domicilio en Cabretón y Cervera del Río Alhama. En la comarca del Alhama-Linares es costumbre que los panaderos salgan cada mañana a recorrer las calles. Llegan ... a un barrio, pitan y los vecinos se acercan a por el pan, bollería, huevos, pan rallado y harina. Son los principales alimentos que llevan en sus vehículos.

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Desde que comenzó el estado de alarma la situación ha cambiado. Realizan sus rutas pero la gente ya no sale a recibirles. En las puertas hay bolsas en las que los panaderos dejan los pedidos.

María Ángeles reconoce que lo está pasando muy mal. «Hay miedo y falta alegría en la calle. Antes estabas de tertulia con los clientes, había muy buen ambiente y todo eso ha desaparecido. Tienes que ir avisando a la gente para que recoja las bolsas que dejan en las puertas», comenta y añade que «además de la clientela fija había quienes estaban en la calle y compraban al verte. Esa venta se ha anulado aunque todo tiene sus pros y sus contras. Es cierto que como ya no hay tanto movimiento y no se acude a comprar fuera, hay algunos productos en los que ha aumentado la demanda».

Rubén Martínez Soriano deposita el pan en una casa de Peñaloscintos. l.r.

«Soy de dar abrazos, besos y animar a la gente y he llevado mal tener que alejarme de los clientes»

María Ángeles Latorre Panadera de Valverde

«La Guardia Civil me para todos los días, a veces hasta en dos ocasiones, pero presentas el salvoconducto y no hay problema»

Rubén Martínez Soriano Panadero de Pradillo

Comienza su recorrido por los pueblos a las 9.00 y termina aproximadamente a las 14.00. Antes, hay que prepararlo todo en el obrador. Su marido, Alberto, está desde las 5.30. Y en estos momentos se han extremado aún más las medidas de desinfección propias y de vehículos.

«Por las ventanas recibo mucho cariño. Me aplauden y me hacen llorar. Llevo veinte años y al final conoces la vida de todo el mundo. Yo tuve una fobia durante cinco años. Si una persona normal lo pasa mal, imagina alguien como yo», reconoce la panadera.

«Estos días estoy mejor pero ha sido un terror. Soy de dar abrazos, besos, de poner música en el coche para animar a uno u otro. He llevado mal tener que alejarme de los clientes. Se hace muy duro. La gente mayor es consciente pero no lo entiende y hay que explicarles a muchos lo que pasa. Cuando una me dice, no llores que no vais a morir los jóvenes, vamos a morir los mayores... es algo que me parte el alma porque has convivido a diario con ellos», termina María Ángeles.

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«No hay alegría»

Rubén Martínez Soriano regenta la panadería de Pradillo, que reparte por todo el Camero Nuevo (excepto en Torrecilla en Cameros y Lumbreras) y también en Logroño. «Las jornadas están siendo complicadas porque tienes que ir tapado, siguiendo el protocolo de seguridad e higiene, y la gente está asustada, que no es para menos, pero no hay alegría», explica Rubén. Desde que se declaró el estado de alarma en la panadería han cerrado la puerta, aunque siguen trabajando. Dispensan el pan a través de las rejas y si continúan abiertos es «por abastecer a la zona, porque si cierras y dejas a la gente sin pan ya sería el caos». «Yo cerraría porque tienes más miedo que otra cosa y me quedaría en casa de buena gana», admite Rubén Martínez Soriano.

Antes, cuando llegaba con su vehículo a cada localidad, la gente salía y se agolpaba para comprarle el pan. Ahora muchos ni salen &ndashcomo en las aldeas Montemediano y Peñaloscintos&ndash y deposita las barras en bolsas que los vecinos dejan en las puertas para evitar el contacto. Y cuando salen, las distancias se mantienen. «En la plaza de un pueblo podemos estar cuatro y ocuparla entera», describe el panadero.

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La población en el Camero Nuevo ha aumentado, sobre todo en Torrecilla, Ortigosa, Villoslada, Villanueva, El Rasillo... Hay más gente, pero eso no se ha notado con respecto al trabajo de la panadería, que no ha aumentado. «Hemos bajado las ventas porque casi todo lo hacemos el fin de semana y ahora la gente se queda en casa, que es lo que hay que hacer, además de que muchas tiendas han cerrado y ya no les servimos», reconoce Rubén Martínez Soriano.

Otro inconveniente es el traslado por carretera para proceder al reparto y los controles. «La Guardia Civil me para todos los días, a veces hasta en dos ocasiones, como hoy [por ayer], al ir y al volver, pero les presentas el salvoconducto y no hay problema, ellos están haciendo su trabajo y lo están haciendo bien, aunque ya se han puesto más estrictos», expone Rubén Martínez Soriano.

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