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La rinconera Ana María Alonso y su pareja, Hugo González, han tenido que afrontar la situación excepcional que vivimos por la pandemia del COVID-19 durante los tres últimos meses de embarazo y el nacimiento de su hija, Elsa, que vino al mundo el 4 de junio. Además tienen a Leo, nacido en julio del 2019, al que hubo que retrasar varias revisiones mensuales por el estado de alarma.
«Al ser Leo tan pequeño, solo se lleva once meses con su hermana, me vino hasta bien tener que estar en casa con él. Así que el embarazo resultó tranquilo», comenta Ana, que añade: «Cuando comenzó la pandemia, a los pocos días, me tocaba una revisión del embarazo y la retrasaron pero al final se hizo sin problemas».
Ana reconoce que lo que más le dolió fue ir a las consultas médicas sola. «Que el padre no pudiese participar y ver el desarrollo de su hija, fastidia», comenta la rinconera.
«Al principio tenía mucho miedo y la sensación de acudir al hospital deseando irme de allí porque parecía que por todos los sitios se te iba a pegar el virus. Solo quería estar en casa», recuerda.
Tenía que ir de Rincón de Soto a la Fundación Hospital de Calahorra y el 4 de junio nació Elsa, sin complicaciones. Entonces la situación por el coronavirus no era tan mala y se permitía estar un acompañante por niño. Podía estar con Elsa y con ella Hugo o algún familiar, pero sin coincidir en la habitación.
«Lo peor fue sin duda alguna el momento del parto con mascarilla, horrible. El parto resultó muy bien, rápido, pero el agobio de tener que llevar la mascarilla, en tales circunstancias... De hecho, hasta me mareé. Después, en el hospital estuve muy tranquila», explica Ana.
Cuando nació Elsa las consultas estaban abiertas y no tuvo problemas a la hora de las revisiones pero sí le afectó a Leo, al que le tocaba la de los nueve meses en pleno estado de alarma. Le retrasaron esta y otras.
«En estos tiempos tan inciertos tener un bebé es un signo de esperanza. Para nosotros el nacimiento de Elsa ha sido una alegría», comenta Ana mientras Hugo da el biberón a la pequeña y Leo recorre el salón mientras juega con todo lo que está a su alcance, con un desparpajo y agilidad inusual para su corta edad.
«Lo único, el tema de las visitas de familiares y amigos, que en los pueblos ya se sabe... Todo ha tenido que estar muy controlado. Me preguntaban y les decía cuando podían venir, cuántos, con mascarilla e intentando tocar a los niños lo menos posible. Todos los quieren coger, achuchar, besar... es normal, pero tenemos que concienciarnos de la situación que vivimos y no puede ser», razona la mamá.
Ana es auxiliar de enfermería en la Fundación Hospital de Calahorra y antes de quedarse embarazada de Leo trabajaba en quirófano y en paritorio. «Puedo asegurar que cuando nació Elsa el trato, excelente, y la asistencia era la misma que antes, eso sí, con la obligación de llevar la mascarilla», indica risueña. «A mí me tocó en junio y había más flexibilidad pero anteriormente en las habitaciones no se permitía estar más que a la madre y al padre», destaca.
Ana tiene el punto de vista de madre y sanitaria, considera que al principio hubo problemas por la falta de Epis y el desconocimiento sobre cómo actuar pero ahora esto ha mejorado. «Somos nosotros, los ciudadanos, los que tenemos que hacer más, cumplir los protocolos y ser conscientes de lo que pasa, cosa que no ocurre y por eso aumentan los contagios», se lamenta Ana.
El 4 de diciembre Elsa tendrá una nueva revisión en el consultorio de Rincón de Soto. La vida sigue a pesar del coronavius.
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