La pandemia se somete a prueba en La Rioja
Los protagonistas de las PCR ·
El test más común para detectar el virus implica una larga cadena de profesionales y fases en estricta coordinaciónSecciones
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Los protagonistas de las PCR ·
El test más común para detectar el virus implica una larga cadena de profesionales y fases en estricta coordinaciónEl Laboratorio de Microbiología del San Pedro ocupa un espacio amplio y funcional, muy discreto. Aunque se ubica en el corazón del hospital referencia de La Rioja y en sus salas se fragua una tarea vital para el sistema de salud, el acceso está restringido y la mayoría de los pacientes hasta desconoce su existencia.
En la entrada principal, un cartel advierte de que se trata de una zona de riesgo biológico. Los técnicos que trabajan en el interior se mueven milimétricamente, protegidos con mascarillas y las máximas medidas de protección. Todo es blanco, higiénico, preciso. Como si nada estuviera fuera de su lugar exacto. El silencio que gobierna dentro está punteado por el rumor de máquinas y dispositivos a pleno rendimiento. De pronto, un timbrazo. Por la ventanilla que se abre al pasillo para limitar el contacto con el exterior, llegan una bandeja de muestras que han viajado muy pocos metros: los que separan el laboratorio del punto de extracción en el aparcamiento del CIBIR. El círculo virtuoso que describe el recorrido de las PCR que se realizan en La Rioja tiene aquí una de sus referencias. Rastreo, prueba y detección para volver a buscar, analizar y prevenir.
El circuito, que suele tener como arranque y colofón una llamada telefónica, remite a los profesionales de enfermería que reciben cada día a los riojanos convocados a someterse a una PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa, en la traducción del inglés). Tres siglas sin sentido para los profanos hasta la eclosión de la pandemia pero que ahora son parte del lenguaje cotidiano. La prueba que detecta con más fiabilidad un virtual contagio y que en La Rioja es un instrumento crucial, hasta el punto de situarla en el grupo de cabeza de las comunidades donde mayor número se practica en relación al censo de habitantes. Más de 109.000 desde que el coronavirus irrumpió de forma dramática y con los cuales se trata de localizar a los infectados, muchos de ellos asintomáticos, para cortar los hilos que tejen la transmisión.
Inmaculada Marco | Centro de toma de muestras
José Manuel Azcona | Laboratorio de Microbiología
Rocío Loma-Osorio | Unidad COVID
Las PCR se han instalado definifivamente en el vocabulario diario, igual que su transcendencia como herramienta contra el COVID-19 ha sido asumida por la sociedad. «La gente es muy consciente de su importancia y la respuesta está siendo encomiable», confirma Inmaculada Marco sobre el terreno, en la carpa situada en el parking del CIBIR y donde se ha pasado de realizar 300 pruebas a superar el millar diario en épocas álgidas. Un equipo de cinco enfermeras pertrechadas con todas las medidas de precaución (bata, mascarillas FFP2, guantes, protección ocular...) recibe allí a los citados, a quienes se somete principalmente a frotis nasofaríngeo y en ocasiones orofaríngeo. La técnica es sencilla y rápida, con un punto fugaz de repelús que las profesionales aplacan con una habilidad infinita. Se introduce un hisopo fino y flexible, primero por una fosa nasal y luego la otra, haciendo pequeñas rotaciones para contactar con la mucosa. Al retirarlo se introduce inmediatamente en un tubo estéril que se identifica con una etiqueta donde se contienen todos los datos del paciente y la petición de recogida en su historia clínica.
Extracción de las muestras en el parking del CIBIR.
Traslado del material ya identificado al laboratorio.
Comprobación preliminar y volcado de datos.
Análisis en una de las plataformas del laboratorio.
Constatación del resultado positivo o negativo.
Rastreo y seguimiento de los positivos y su entorno.
El proceso introduce a partir de aquí un término recurrente: trazabilidad. Tan imprescindible como vigilar que no se cometan errores técnicos es que la identificación sea precisa y no se pierda ni se distorsione en alguna fase del protocolo. José Manuel Azcona lo resume así: «El reto no está tanto en realizar los test y la técnica, que también, sino en manejar un gran número de pruebas con todas las garantías de segimiente». El responsable del Laboratorio de Microbiología apoya sus palabras en la evolución de las pruebas que se validan en un departamento que trabaja a tres turnos. De las 50 PCR realizadas cuando la pandemia aún era incipiente, hasta un máximo de 1.900 en jornadas maratonianas coindiendo con las campañas de cribados masivos. «Y sin olvidar que el resto de pruebas para otras patologías tampoco descansan», agrega destacando la respuesta en coyunturas que han llevado al límite la capacidad operativa y una fluctuación de la actividad, que nunca permite bajar la guardia.
La remesa de muestras que acaba de llegar a través de la ventana del laboratorio se suma a otras muchas. Aquí no sólo se analizan las que se toman junto al CIBIR, sino todas las demás de carácter público realizadas en las unidades móviles repartidas por Rioja Alta y Baja, en Atención Primaria, residencias de mayores, las que se requieren desde el resto del hospital o las procedentes de las que se han focalizado entre los temporeros o en los municipios más castigados.
En todos los casos, el prolegómeno es el mismo. El sistema de información del laboratorio verifica que la recepción se ajusta a todos los parámetros exigidos y no hay error posible. Un software propio chequea que la extraccion y su petición se hayan hecho correctamente, que el etiquetado sea fidedigno, que los datos demográficos del paciente sean exactos... Tras recibir ese primer clic con el visto bueno, las pruebas se trasladan al área de biología molecular en la que son sometidas a un segundo chequeo donde se define la prioridad. El laboratorio dispone de distintas plataformas para realizar las PCR, en las que combinan de forma inversa las variables de capacidad y tiempo de respuesta. Es decir, más pruebas al mismo tiempo tardan más en arrojar su resultado que si se acometen de forma indivualizada. «No es lo mismo la urgencia de la prueba en un código ictus, una parturienta o una persona que va a ser operada de inmediato, que en el caso de un paciente que ha sido citado con días de antelación porque ha estado en con algún contagiado», explica Azcona sin olvidar introducir en esa ecuación los picos de demanda que se generan por circunstancias ajenas.
Como explica José Manuel Azcona, el sentido de la PCR es dominantemente cualitativo. Sano o infectado. Datos cualitativos como la carga viral de cada positivo pueden inferirse en base al ciclo de amplificación, pero se trata de información interna que los especialistas comparten para interpretar casos puntuales. El tiempo de respuesta se mueve en un rango medio de doce horas en función de la prioridad y por tanto el dispositivo empleado, que puede arrojar resultados en una hora o demorarse hasta 24.
Tomada la decisión de qué es o no prioritario y que resulta esencial para optimizar los tiempos de acción y los flujos de trabajo, las muestras se bifurcan. Se conducen bien a un dispositivo de respuesta rápida donde la rotación es continua y el resultado se conoce en menos de una hora, o bien a algunas de las plataformas de alto rendimiento más activas. En ellas pueden introducirse de forma simultánea hasta 94 muestras donde se extraen los ácidos nucleicos en paralelo al pipeteo de los reactivos. El proceso se prolonga durante 2,30 horas, tras las cuales el material resultante se introduce en un termociclador a tiempo real que realiza propiamente la PCR en 1,45 horas. Un procedimiento tan complejo, en el cual el grado de robotización es mayúsculo para minimizar el riesgo de fallo, concluye en algo visualmente tan sencillo como dos colores en un pantalla: rojo si se han detectado genes del virus y azul en caso negativo.
Además de la tecnología disponible, Azcona destaca la diversificación de los proveedores como uno de los factores clave en la tarea del San Pedro. «El nivel de equipamiento es muy alto, incluida una plataforma 'All in One' que aúna las labores de extracción y análisis», reconoce. «Además, el contar ya previamente con distintos suministradores del material requerido ha permitido mantener el ritmo del sistema en un escenario de recursos limitados en que la demanda mundial se ha disparado en un espacio de tiempo muy concentrado», completa.
109.237 PCR se habían realizado en La Rioja, desde el inicio de la pandemia hasta el 1 de octubre, según la estadística de Salud.
1.907 ha sido el número máximo de PCR practicadas en un solo día (3 de septiembre), con el cribado perimetral en Alfaro.
98 euros es el precio medio de cada test, que incluye desde el coste de hisopos y reactivos hasta los gastos de personal.
Chequeado por enésima vez, el resultado se vuelca en la historia clínica del paciente a través del programa Selene. A partir de esa información es donde la rueda vuelve al eslabón de la Unidad COVID, desde donde en su día se practicó la solicitud de una PCR que vuelve a activarse sobre el entorno más estrecho de los nuevos positivos. «El seguimiento es exhaustivo y antes de cada llamada recabamos las circunstancias y el perfil de cada paciente; hay nombres y apellidos que nos sabemos de memoria», destaca Rocío Loma-Osorio, responsable del equipo de rastreadores.
Más de 110 efectivos a los que recientemente se han sumado 30 militares que trabajan en bloque sin despegarse del teléfono. Llamada tras llamada, usuario tras usuario. Un contacto que lleva a otro para que una PCR más ayude a un contagio menos.
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