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La discoteca Suite ha organizadosus salas en zonas independientes para grupos de 20 personas máximo donde no están obligadas a llevar mascarilla. S. TERCERO

La noche riojana pierde el miedo al coronavirus

El ocio se despereza. Pubs y discotecas comienzan a reabrir entre el afán por reactivar su actividad y las férreas limitaciones que impone el COVID

Lunes, 15 de junio 2020, 07:41

Auguraba la canción que «el ritmo de la noche ya está aquí, llegó para quedarse y no se va a ir». Claro que ni quien la escribió entonces, ni menos aún, nadie ahora, tres décadas más tarde podía imaginar que el alcance de una alerta sanitaria como la actual iba a echar por tierra incluso nuestro habitual modo de vida, tan ligado al ocio, también al nocturno.

La abrupta irrupción en nuestras vidas del COVID-19 mantiene ateridos a muchos sectores, entre ellos y de forma significativa al de la noche. Desde que La Rioja pasara a la fase 3, estos locales han comenzado a abrir sus puertas pero, más bien, de forma tímida aún. Las canciones de siempre vuelven a sonar en sus altavoces, pero no lo hacen al ritmo que acostumbran. De hecho, retumban desacompasados al paso que marca una desescalada que les obliga a asegurar que no se produzcan aglomeraciones, se guarde la distancia de seguridad y generalice el uso de geles hidroalcohólicos y mascarillas.

Se trata de restricciones que les condicionan de forma determinante pero, aún así, muchos propietarios de locales nocturnos se han empeñado en plantar cara a la situación. De hecho, Eduardo Pérez, presidente de la Asociación de Discotecas de La Rioja, reivindica que las salas «son seguras» y, más allá aún, que su apertura «evita la proliferación de botellones y fiestas descontroladas». Él es uno de los propietarios de la Suite. Ubicada en Logroño, reabrió coincidiendo con San Bernabé.

«Las discotecas evitan la proliferación de botellones y fiestas descontroladas», aseguran fuentes del sector

Admite que tienen depositada su confianza en que la nueva normalidad sea más permisiva, sobre todo en cuanto al aforo (reducido ahora al 30%) pero confiesa también: «Estamos contentos porque estas circunstancias pueden propiciar que nuestro modelo de negocio evolucione». Hace referencia a determinadas situaciones que hasta antes de la pandemia sólo se daban de forma excepcional en una discoteca y que ahora se han transformado en dinámicas obligatorias.

Salas seguras

Atravesar la entrada de la Suite implica recorrer itinerarios acotados y el consumo en barra no está permitido. A ello hay que sumar el control de temperatura y que el uso de geles y mascarillas se ha tenido que convertir en algo normalizado entre trabajadores y clientes.

Pero lo que más sorprende y que sus propietarios esperan, sin embargo, generalizar en un futuro es encontrar el establecimiento completamente dividido en sectores definidos en torno a mesas y sillas que pueden disfrutar grupos de hasta 20 personas. «La situación nos obliga a trabajar así ahora, pero lo cierto es que este formato nos motiva. Nos gustaría que hubiese llegado para quedarse», asegura el propietario de la Suite.

La normativa actual que condiciona la reactivación de este sector busca impedir que se produzcan interacciones y flujos incontrolados y «esto se consigue acotando los contactos tal y como nosotros hemos logrando estos días: sirviendo todas las consumiciones, bien sean copas o botellas enteras, en las mesas y obligando al uso de mascarilla, por ejemplo, cada vez que un cliente desea acudir a los baños», explica Eduardo Pérez, que defiende de forma categórica: «De detectarse nuevos focos de contagio éstos no van a producir en una discoteca como las nuestras».

La madrugada 'coge tono'

Si bien la mayoría de las salas de fiesta grandes se mantienen a la espera de ver qué escenario se dibuja tras la nueva normalidad un mayor número de pubs sí han dado el salto y han optado por reabrir ya. Lo han hecho también, eso sí, muy condicionados por las medidas en cuanto a limitación de aforo, uso de mascarilla y mantenimiento de la distancia de seguridad que establece la normativa a causa de la pandemia del COVID-19.

En Logroño, entornos clásicos de ocio nocturno como La Mayor, la plaza del Mercado, los alrededores del Moderno o 'La Zona' han ido 'cogiendo tono', más aún, desde este pasado fin de semana. Mientras, en el resto de la región, la realidad del ocio nocturno va desperezándose de manera desigual. En la mayoría de cabeceras de comarca, sus discotecas de referencia permanecen cerradas, si bien en localidades como Haro han podido disfrutar desde este pasado fin de semana de la apertura de algunos de los locales más emblemáticos. Los que más público concentran de forma habitual durante la madrugada jarrera levantaron el sábado sus persianas, eso sí, «muy nerviosos, con gran incertidumbre y con las pistas de baile convertidas en un mar de mesas y sillas», describían sus propietarios.

Por su parte, mientras en Calahorra la mayoría de locales de ocio nocturno siguen cerrados, según coinciden sus responsables, «hasta ver cómo evolucionan los acontecimientos», en municipios como Arnedo o Alfaro, donde sus discotecas (Crepúsculo y Sendero) son el emblema de la noche, el hecho de que permanezcan cerradas «con la esperanza de que la normativa cambie y el negocio pueda ser rentable y viable» continúa condicionando por completo la oferta del sector, tres meses después de que se produjera su precipitada clausura.

Los vecinos de Nájera, sobre todo los más jóvenes, siguen también a la espera de que la madrugada retome su actividad ya que apenas lo han hecho tres pubs mientras su discoteca también ha optado por permanecer cerrada. Parecida situación se vive en Santo Domingo, una de las localidades más castigadas por el coronavirus de la región, donde el ocio nocturno ha comenzado a desperezarse pero al ralentí. Aquí han reabierto también algunos locales, entre ellos uno recién inaugurado, pero no todos. Situaciones que demuestran que la noche riojana va perdiendo el miedo... pero con mucha cautela.

  • Información elaborada por Isabel Álvarez, Ernesto Pascual, Javier Albo, Óscar San Juan y Félix Domínguez.

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