Un mito del GAR, el cuerpo que contribuyó a reinventar

Uno de los duelos más intensos para la larga lista de fallecidos a causa del virus se vivió en la noche del 27 de marzo, ante la sede de la Guardia Civil en Logroño. Agentes de este cuerpo, junto a compañeros de otras Fuerzas de Seguridad, bomberos, ciudadanos que pasaban por allí o quisieron acercarse convocados por las redes sociales, además del vecindario del barrio, protagonizaron un emocionante recuerdo de despedida al número dos del GAR, el cuerpo de élite de la Guardia Civil, que había fallecido unas horas antes. Las imágenes que dejó en la retina ese homenaje espontáneo revelan el carisma que adornaba a Jesús Gayoso, una de las víctimas riojanas más jóvenes del coronavirus. Nacido en Mieres (Asturias), aunque criado en La Coruña, tenía apenas 48 años. A esa temprana edad llevaba ya largo tiempo sirviendo como jefe del GAR al frente de un grupo de hombres preparados para soportar las situaciones más extremas que ese día, sin embargo, no tenían consuelo. Desde que se conoció el grave estado de su jefe, ingresado durante semanas en la UMI del San Pedro, habían divulgado muestras de reconocimiento tanto a él como a su mujer y el resto de la familia, en la confianza de que le ayudaran en su pulso para someter al virus. No hubo suerte. Y el teniente coronel Gayoso, que había arriesgado su vida en misiones delicadísimas por todo el mundo, viajero impenitente por servidumbres de su cargo, acostumbrado a enfrentarse al terrorismo global (o el narcotráfico gibraltareño), acabó sucumbiendo a la enfermedad. Deja viuda y dos hijos y deja también huérfana a la sede de la Guardia Civil, así como a una legión de amigos que desde que conocieron su fallecimiento iniciaron un emocionado duelo. Alberto Bretón compartió como exdelegado del Gobierno intensas jornadas de trabajo y lo recuerda así: «Un visionario que supo reinventar el GAR», señala, destacando su decisiva contribución a instalar en La Rioja el centro para adiestrar a policías de todo el globo.