– ¿Cuál es a día de hoy el estado de la pandemia en La Rioja?
– Ahora mismo estamos empezando a ver los frutos de las medidas excepcionales que se tomaron. Por primera vez en los últimos días se aprecia una caída en el número de nuevos casos activos, que es lo que da la incidencia acumulada. En el hospital, como cabía esperar, vamos un poco por detrás y empieza a replicarse esa caída aún algo atenuada. Siempre es así. Cuando repuntó el virus también lo hizo primero a nivel de calle, luego en lo hospitalario, a continuación en la UCI y por último se reflejó en el número de fallecidos.
– Siguiendo ese patrón, ¿es posible una estimación de cuándo se normalizará la coyuntura?
– Para poder hacer una predicción, debemos tener un escenario estable, y eso no es posible ahora mismo. Sólo se puede jugar a futurólogo teniendo la garantía de que las restricciones de ahora serán las del próximo mes y medio, pero no hay certeza al respecto y llega una época complicada como Navidad, donde se acostumbra a grandes reuniones y tampoco está muy claro cómo se limitarán. Todo dependerá de las medidas que se arbitren.
– ¿Ha habido un riesgo real de colapso en el San Pedro en los momentos más álgidos?
– Entiendo que si hubieran crecido aún más los números se habrían aumentado también las medidas excepcionales que se han ido adoptando. Dudo de que el hospital hubiera llegado a 'reventar', aunque es verdad que se ha tensionado hasta el punto de tener que empezar a hacer cosas diferentes, manejarse de modo distinto, doblar habitaciones o que especialistas no relacionados estrictamente con el COVID hayan tenido que reconvertirse.
– Como, por ejemplo, usted.
– Y tantos otros. En mi caso, durante este año llevo casi más tiempo trabajando en COVID que fuera de ello. Neurología ha podido readaptarse sin un efectivo y, por otro lado, la situación ha ido cambiando a tal velocidad que se ha requerido personal con igual rapidez para atender la pandemia. Colapso es un concepto difícil de concretar, pero estoy seguro de que si no se hubieran tomado medidas, el hospital, e incluso la sanidad en su conjunto, no hubieran sido nada parecido a como lo hemos conocido hasta ahora.
– ¿Por qué la incidencia en La Rioja ha sido tan elevada en ambas olas aunque las actuaciones para frenarlo han sido similares en la mayoría del país?
– No tengo respuesta a esa pregunta. La única evidencia es que hay una serie de patrones que se repiten pero, al mismo tiempo, influyen muchísimas variables difíciles de controlar. La edad media de la población, el porcentaje de mayores institucionalizados, las 'no fiestas', que hicieron mucho daño, el flujo de temporeros, las condiciones laborales... Se quiere reducir los hechos a un par de razones simples, y eso es imposible. Se requieren estudios multifactoriales que hasta que no pasen unos meses, e incluso años, no podrán revelar el porqué de esas diferencias en territorios incluso vecinos. Hay que dejar trabajar a los epidemiólogos y eso requiere tiempo.
– Lo que sí parece constatado es que en regiones como Madrid, donde las medidas no han sido tan exigentes como La Rioja, el impacto se ha amortiguado.
– Mi impresión es que cuando se hace cualquier comparativa de las medidas que se aplican en cada territorio se da un peso tremendo a la incidencia acumulada. Sin embargo, creo que es el peor de los parámetros para leer cómo está yendo la pandemia porque la IA depende del número de pruebas que se hagan, eel perfil de las personas a quienes se hacen, de la cobertura de los rastreadores... Cuanto más amplio es el rastreo, más casos aparecen, y eso se presenta ante la opinión pública como algo malo cuando en realidad es un escenario en el que hay más certeza sobre el alcance. Lo indiscutible es que en la primera ola se produjo una dinámica mala, se adoptaron medidas y cambió. En la segunda también se experimentó un repunte y, de nuevo con restricciones, a los 15 o 20 días esa tónica ya está empezando a mejorar poco a poco.
– ¿Los datos pueden manipularse para presentar determinados resultados?
– Nunca diría manipular, porque ello implica una intencionalidad que descarto. Lo que digo es que los datos pueden variar en función de cómo se obtengan. Con el cribado en Arnedo es muy probable que la incidencia aumente y la gente sólo perciba que los casos se disparan allí. Lo malo sería tener diagnosticado un porcentaje muy bajo de los afectados, porque eso implicaría que la cadena seguiría en aumento.
– ¿Es válido un confinamiento sólo selectivo por días o zonas para tener el efecto deseado?
– Los confinamientos efectivamente pueden articularse de distintas maneras. Yo, como facultativo, sólo puedo valorar los beneficios sanitarios de uno total, pero también asumo que eso tiene un contrapeso que no me atrevo a valorar ni me corresponde plantear. Lo que es indiscutible es que si cada uno nos quedásemos en nuestra casa y no tuviéramos ningún contacto, esto caía a cero en dos semanas.
– Según esa secuencia, hasta que no se aplique una vacuna no habrá una solución definitiva.
– Hasta que no haya un número de población que tenga una inmunidad adquirida, bien por vía natural o por vía de la vacuna, que está por ver su efectividad. Hasta ahora sólo se conocen los datos parciales que han publicado los laboratorios y que los ensayos clínicos se han realizado en el contexto actual. Es decir: sabemos que las vacunas son tan efectivas como se dice cuando en la calle hay gente con mascarilla, las reuniones y la hostelería están limitadas... Está por ver cómo se desarrollan en un escenario de libertad total al que tampoco está claro cómo se va a llegar, porque encontrar el equilibrio en el desconfinamiento es complicado y, como se ha demostrado, en verano fue demasiado rápido y tuvo consecuencias. Lo idóneo es tener una vida razonable social y económicamente, con unos datos de hospital que no tensionen el sistema. En definitiva, que no se produzca un yoyó continuo.
– ¿No será entonces la panacea?
– Soy optimista y los pasos han sido correctos para la validación, pero me cuesta contemplar ese horizonte de efectividad absoluta de la vacuna cuando aún no sabemos la letra pequeña de los estudios en cuanto a qué número de gente se ha aplicado, su rango de edad, condiciones....
«Soy optimista, pero no comparto poner fechas y que se juegue con la expectativa»
– Sin embargo, ya está esbozado cuántas dosis se adquirirán o cómo será su distribución.
– Es una buena noticia que esté prevista toda la logística para no perder ni un minuto cuando la vacuna esté disponible. Lo que no comparto tanto es poner fecha y que se juegue con las expectativas cuando al principio se habló de noviembre, luego de enero, febrero... Ya veremos.
«Sin una crítica tan feroz a los epidemiólogos serían más ágiles»
Castillo reclama «paciencia» para que los expertos desarrollen su labor y «actitud de escucha» para evitar opiniones preconcebidas.
– Hay una tentación generalizada en la calle a opinar sobre la pandemia. ¿Se dan demasiados datos sobre su evolución o falta información?
– Yo leo, escribo y estudio mucho sobre el COVID y sigo considerándome un perfecto ignorante. Por un lado es muy difícil interpretar los datos, y por otro cualquier lectura está muy condicionada por nuestra propia tesis. Hay quien quiere escuchar una determinada cosa en función de lo que cree de antemano, pero lo que falta es paciencia y dejar trabajar a los epidemiólogos. Si no hubiera una crítica tan feroz desde todos los ámbitos a este tipo de profesionales que son quienes realmente tienen las claves, serían capaces de ser más ágiles, evitando así que se bloquearan por el miedo a equivocarse y la presión social.
– ¿No ha faltado algo de pedagogía por quien debe trasladar la información oficial?
– Lo que trato de decir es esto no es tan sencillo como volcar unos datos. Probablemente haya faltado algo de pedagogía, pero también es cierto que aquí ha habido gente explicando la situación y quizás no se les ha atendido bien. Para que haya una comunicación sobre las cifras tiene que haber quien hable pero también una actitud de escucha, no ir con una opinión propia y sin apenas criterio. No sé hasta qué punto se han escuchado las explicaciones de conocedores de la situación como Enrique Ramalle o Pello Latasa o la gente se basa en lo que alguien dice que han dicho los expertos.
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