Fue a media mañana. De repente uno de los teléfonos sonó. «Buenos días, soy Cristina». Cristina es algo así como la heroína de Henar, la persona con la que, además de con nosotros, más tiempo ha pasado desde que nació. Tanto que, como hace ... el resto de compañeros de su clase, la idolatra. Habla de ella con tanta pasión que cuando intentamos hacer en casa alguna de las tareas del cole nos acaba corrigiendo: «'Pos' así no se hace porque Cristina...». Porque Cristina todo lo hace bien, mucho mejor que su madre, muchísimo mejor que su padre. Cuando colgó, Henar salió a la carrera gritando: «Me ha llamado Cristina, me ha llamado Cristina». La alegría en modo superlativo. Es lo que tienen los profesores de Infantil, que son capaces de controlar a 25 chavales en una habitación de un puñado de metros cuadrados sin que les acaben odiando eternamente. Auténticos magos.
La llamada vino a paliar la gran frustración del día: la de la nieve. Un fino manto blanco de nieve, que diría el clásico, cubría Sorzano cuando se desperezó el día 22 de la cuarentena rural. Máxima ilusión, máxima alegría y demasiados planes en la cabeza que se acabaron frustrando poco a poco hasta que la lluvia los desarboló por completo. «Vamos a hacer un mueñeco de nieve», decía una; «Sí, como Olaf» (el de Frozen, que ya saben que pertenecemos a esa secta) le contestaba la otra; «'Pos' (no hay manera de que el 'pues' fluya de manera natural, como tampoco solucionamos lo de 'conoravirus' o lo de un puñado amplio de participios irregulares) yo voy a hacer un castillo»; «Pues yo un palacio; «Pos yo...»; «Pues yo...»; «Pos yo...»; «Pues yo...».
Era como el cuento de la lechera: las dos pegadas a las ventanas cruzando lo dedos para que la nieve se acumulara por toneladas en la hierba y haciendo tantos planes que tendría que haber estado nevando tres meses seguidos. Pero como en el cuento de la lechera, todas las ilusiones acabaron estrelladas en el suelo. Viendo que aquello no cuajaba y que o salían para que los copos les golpearan la cara o se quedaban sin catar la nieve otra vez, salieron a la calle. Apenas 10 minutos, lo suficiente para notar el intenso frío e intentar comerse algún copo que otro, pero sin muñeco de nieve. Ni siquiera una triste bola de nieve. Vivimos tiempos de demasiadas frustraciones: algunas irrelevantes, la mayoría vitales.
22 días han pasado ya. Más de tres semanas durante la que todos nos hemos hecho unas cuantas veces la misma pregunta: ¿Hasta cuándo durará esto? Es un buen termómetro para medir la dosis de optimistas y pesimistas que nos rodean. Yo apuesto por junio, por disfrutar al completo (o casi) de la primavera en Sorzano. La mala noticia es que me considero optimista...
Por cierto, hoy tenemos planes. Esta tarde tenemos fiesta de cumpleaños, virtual, por supuesto. La prima Gabriela también insiste en seguir creciendo, pese a que les hemos prohibido a todas cumplir más años. Será un cumpleaños muy especial. Nosotros le vamos a hacer una tarta. Felicidades Gabriela.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.