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Una madre y sus hijos, durante el confinamiento de la primera ola. Juan Marín
La otra lección que deja la pandemia

La otra lección que deja la pandemia

Teletrabajo ·

El experto de la UNIR Guillermo García insta a quien siga trabajando desde casa a «evitar los errores de la primera ola, que generaron desórdenes a nivel laboral y vital»

Jueves, 18 de febrero 2021, 20:43

Mandarte a trabajar en casa con un ordenador y sin horarios no es teletrabajar. Eso es trabajo remoto forzoso». Así de contundente se manifiesta el profesor titular de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Facultad de Derecho de la UNIR, Guillermo García, quien advierte de que el decreto ley aprobado en septiembre sobre esta materia «no es más que una 'norma carcasa' vacía de contenido, que no aporta nada más allá de lo que ya existía, porque delega su desarrollo a la negociación de empresarios y sindicatos». La evolución positiva de los indicadores epidemiológicos aleja el escenario de un confinamiento duro como el de la pasada primavera, pero muchas personas continúan teletrabajando para evitar el contacto social, y esta normativa «no soluciona nada» porque, además de «su ambigüedad, la propia disposición transitoria excluye el teletrabajo durante la pandemia».

«No es más que una 'norma carcasa' vacía de contenido, que no aporta nada más allá de lo que ya existía«

el decreto ley

García explica que «el teletrabajo es un buen sistema si se implementa bien». ¿Qué pasó en marzo del año pasado? Pues que «se implantó en ese momento de emergencia, pero lamentablemente no se ha aprovechado después el tiempo para hacer una norma regulatoria más importante y que responda a las necesidades de la sociedad».

El profesor de la UNIR cuestiona que el teletrabajo en la primera ola fuera una experiencia de éxito. «Sirvió para salvar una parte de la actividad económica, pero tuvo consecuencias bastante negativas», dice. No solo «en cuanto a la conciliación, porque una cosa es trabajar en casa y, otra, que tu casa sea solo trabajo, sino por los perjuicios que ha generado en la salud mental de muchos trabajadores». «Si el COVID en sí –continúa– ya es un factor estresante, a eso se unen tres elementos más: la inestabilidad económica y la falta de certeza sobre el empleo, la ansiedad que ha generado el exceso de conectividad, y la incertidumbre respecto a la utilidad del trabajo realizado». «En los países que tenían un programa de teletrabajo más consolidado, los trabajadores ya estaban formados», pero esa «no era» la situación de España y, de ahí, «los errores que se cometieron».

Así, por ejemplo, determinados sectores, «sobre todo los docentes, tuvieron que hacer un procedimiento de alfabetización digital brutal en Primaria y Secundaria porque les obligaron a dar clases 'on line' y, evidentemente, esos factores estresantes se cargan sobre las espaldas de las personas».

«Les obligaron a dar clases 'on line' y, evidentemente, esos factores estresantes se cargan sobre las espaldas de las personas»

los docentes

Pero también se generó «un estrés a las micropymes, la mayoría del tejido empresarial español: a las dudas sobre su viabilidad se añadieron todas la trabas burocráticas que les han ido imponiendo». En Alemania, por ejemplo, «las empresas han cerrado y se les ha dado una subvención, pero aquí se ven obligadas a contratar asesores para hacer un ERTE, para solicitar las ayudas, etcétera». «La burocracia no ha dado una respuesta adecuada», lamenta.

«A las dudas sobre su viabilidad se añadieron todas la trabas burocráticas que les han ido imponiendo»

estrés en las micropymes

Normativas cambiantes

García apunta otro foco de incertidumbre: el que avivan «las administraciones públicas a nivel de comunidades autónomas, de ayuntamientos, con normativas muy cambiantes». «Una semana les dejan abrir, luego les obligan a cerrar, luego pueden abrir con restricciones horarias», dice. Y es que, sin entrar a debatir si «el modelo tiene que estar más o menos centralizado, lo que sí veo es que ha faltado mucha coordinación tanto horizontal como vertical».

El experto también señala la tensión generada por los mecanismos elegidos para articular las ayudas directas. En varias comunidades, entre ellas La Rioja, «se ha abordado como un proceso competitivo, de forma que solo acceden a ellas los que consiguen solicitarlas por internet», y «eso es un problema importante cuando tenemos muchos autónomos y sectores que no tienen ni siquiera firma digital, a los que se ha dejado tirados». «Eso no es facilitar las cosas en una situación de extrema gravedad», sostiene.

Por último, el profesor de la UNIR insiste en su mensaje para quienes todavía siguen teletrabajando como consecuencia de la pandemia: «No se deben repetir las equivocaciones de la primera ola». Y, asimismo, subraya que «hay que tener muy presente que el teletrabajo se basa en la voluntariedad de las dos partes y requiere también de una preparación y de una sensibilización para poder hacerlo, explicando sus ventajas e inconvenientes, estructurando la forma de trabajar y garantizando el derecho a la desconexión». «Mandarnos a trabajar a casa con un ordenador y sin horarios es muy diferente que teletrabajar, y eso ha generado desórdenes a nivel laboral y también vital», concluye.

«Mandarnos a trabajar a casa con un ordenador y sin horarios es muy diferente que teletrabajar, y eso ha generado desórdenes a nivel laboral y también vital»

«El decreto ley de septiembre no da seguridad jurídica ni certeza»

Guillermo García.

Guillermo García se muestra muy crítico con el decreto ley aprobado en septiembre, «en teoría», para regular el teletrabajo en España. De hecho, en diciembre publicó en la revista 'Trabajo y Derecho' el artículo 'La nueva regulación del trabajo a distancia y del teletrabajo: entre lo simbólico y lo impreciso'.

Toda una declaración de intenciones ante una normativa que, «primero, sería muy discutible que se pudiera aplicar» si el teletrabajo se generalizara ante un agravamiento sanitario, ya que «la propia disposición transitoria excluye este escenario». Y, en segundo lugar, «se trata de una norma simbólica, imprecisa, que no concreta nada y deja su desarrollo en manos de la negociación colectiva de empresas y sindicatos».

En su opinión, el legislador, «para conseguir el acuerdo de los agentes sociales, optó por sacar una norma demasiado amplia y ambigua». Pero, además, «traspasó el problema a las negociaciones sociales, cuando lo que el ciudadano requiere es una solución que le aporte seguridad jurídica y certeza».

El profesor de la UNIR considera que este decreto ley «no soluciona ningún problema, es muy genérico y todavía le falta aterrizar». No obstante, y aun cuando «no dice cómo hacerlo, sí indica qué es lo que hay que hacer: por ejemplo, el empresario tiene que retribuir el coste que el trabajo desde casa supone para sus empleados».

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