Día 11: La hora de la censura

Empiezan a ser conscientes de lo que les rodea, de lo que están viviendo y de lo que les espera. Sobre todo la mayor. Tanto que hemos llegado a la conclusión (sin ser médicos) que más que un virus lo que ha pasado ha sido un disgusto, un ataque de realidad, un estado de ansiedad, de preocupación extrema que se ha cebado en su punto débil, el estómago. Además de la dieta blanda, hemos dejado de hablar delante de ellas del coronavirus. Saben qué es, qué hace, qué pasa, qué hay que hacer, cómo hay que lavarse las manos, etc., etc. Pero hemos hemos decidido dejar las conversaciones 'de mayores' para cuando solo haya 'mayores'. Fue Henar, con su lengua de trapo, la que lo dejó claro durante la comida de ayer. «Nos está buscando el 'conoravirus' y no nos va a encontrar. Se va a cansar y se va a marchar». ¿A dónde se va a ir? «'Pos' a China». Decidido. Silencio informativo. Por unanimidad. Es lo bueno que tienen las 'democracias' familiares, que hasta que ellos cumplen los 18 son dictaduras disfrazadas.

Ayer fue un día especial. Especial porque fue normal. Porque intentamos hacer lo que habitualmente hacíamos en Sorzano antes del coronavirus: pasamos revista a las cebollas que tiene el abuelo en la huerta, a las flores de los lilos, a las del cerezo, a las de los ciruelos... Cocinamos en la calle, hubo siesta... Y también fue especial porque ayer hubo videoconferencia infantil. Antes del 'pinchopote' de la niña grande (que parece que ya se ha asentado en su ahora menos ajetreada agenda), las pequeñas vieron, demasiados días después, a todas sus amigas: Allende, Julia, Olga, Sara, Laura, Noa, Paola... Tanto tiempo llevaban sin hablar que les costó romper el hielo ya que apenas sabían qué decirse... salvo que les mandan demasiados deberes (ya hablaremos de eso), que se echan de menos, que añoran su rutina de ir al colegio, de estar con sus compañeros, de jugar en el patio... Una infancia abruptamente quebrada que ahora tratan de reconstruir desde la distancia y desde su estricto confinamiento.

Y ahí quería llegar, a la cuarentena. Porque hemos recibido vecinos. Sí. En pleno estado de alarma hay quien ha venido a pasar el fin de semana a Sorzano saltándose todas las normas, todos los protocolos y todos los controles. También han aparecido por los caminos paseantes. Pocos, cierto, pero han aparecido. Y eso que la Guardia Civil ya ha dado el alto a algún que otro vecino del pueblo recordándole que o por las buenas o previo pago, como prefieran. Si esto pasa aquí, qué no pasará en Logroño, en Madrid, en Valencia, en Murcia... El otro día circulaba por wasap un mensaje que visto con cierta distancia parece profético. «Es la primera vez que podemos salvar al país rascándonos los huevos. No la vayamos a cagar». La cagaremos, verán.