La guerra se antojaba agotadora, terriblemente dura y prolongada en el tiempo. Nadie sobraba en unas trincheras sanitarias diezmadas por la vertiginosa propagación del coronavirus y el Ministerio de Sanidad hizo sonar sus trompetas a mediados de marzo para pedir refuerzos.
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La alerta surtió ... efecto de inmediato en todo el país y La Rioja no fue una excepción. Las llamadas a las puertas de la Consejería de Salud, del Servicio Riojano de Salud (SERIS) y del hospital San Pedro se multiplicaron. Muy pronto, el contingente se vio reforzado, primero por mediación del Colegio de Médicos de La Rioja, desde el que una treintena de colegiados ya jubilados volvía a echar mano de la bata blanca para apoyar con su experiencia, desde la retaguardia, al sistema público de salud regional. Y para el frente, la savia nueva. Un total de 65 estudiantes de cuarto de Enfermería y 5 de quinto curso de Medicina respondieron al SOS de las autoridades sanitarias y se pusieron a su disposición.
El listado de alumnos sanitarios de último curso elaborado se remitió al SERIS por orden de expediente y, seleccionados por la Dirección del Hospital San Pedro, fueron llamados a filas, una movilización que se ha traducido en la contratación, no en calidad de alumnos sino de técnicos, de 47 de ellos, 43 de Enfermería y 4 de Medicina.
Integrados en equipo asistencial bajo la supervisión de titulados que son quienes organizan el trabajo, la previsión, según fuentes de Salud, es que «esos contratos actuales de técnico superior se transformen en un futuro próximo en contratos de titulados para dar continuidad a su estancia en plantilla hospitalaria si así lo requiriere la situación».
Con el curso acabado por la pandemia y la declaración del estado de alarma, todos ellos están a expensas de cumplir el último trámite obligado para concluir su formación académica, la presentación de su TFG (Trabajo de Fin de Grado), pero su prioridad actual es echar el resto junto a sus compañeros para doblegar al cruel SARS-COV-2, como han explicado tres de ellos a Diario LA RIOJA.
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«Al final, viendo que nos necesitaban, no dudé en ofrecerme para echar una mano en todo lo que fuera posible», explica el alavés Josu Nanclares, estudiante de cuarto de Enfermería en Logroño, donde ha realizado también todas las prácticas.
Josu Nanclares | 4º de Enfermería
Carlos Estebas | 5º de Medicina
Maialen Ormazabal | 4º de Enfermería
Destinado a la planta quinta del Hospital San Pedro, empezó su labor el pasado 30 de marzo. «Yo había hecho prácticas en el hospital antes de la pandemia, pero me lo encontré cambiadísimo. No llegas con miedo, pero sí con mucho respeto, aunque te vas tranquilizando al ver que se toman todas las medidas de protección», resume para admitir que en su caso ha influido la lejanía de sus seres queridos, que residen en Vitoria: «Evidentemente es clave para mí no tener el miedo de llevar algo a los míos a casa, eso te da una tranquilidad enorme».
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Pese a todo, admite que «ha habido días que me he ido mal a casa, muy afectado. Cuesta mucho desconectar y hay días que me ha sido imposible». Reafirmado en su vocación por lo vivido en el hospital, destaca que «lo peor es la soledad de los pacientes, eso es muy duro para ellos y, además, nosotros no podemos prestarles la atención de antes».
«Yo no podía quedarme en casa en aquellos momentos en los que toda ayuda era necesaria», coincide, por su parte, la donostiarra Maialen Ormazabal, también alumna de último curso en la Escuela de Enfermería en la capital riojana, que considera que «esta es una experiencia que puede ser muy enriquecedora para nosotros y para nuestro futuro profesional».
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En la sexta planta del San Pedro desde el 29 de marzo, admite que «la situación ha mejorado muchísimo, porque los primeros días fueron especialmente duros». No ha pasado «miedo», pero «sí respeto y, también, nervios porque el nivel de exigencia ha sido muy alto en esa situación». Pendiente de presentar el TFG para acabar el grado, lo que más desea es que «acabe esta pesadilla, aunque no es del todo optimista, porque con todo lo que hay todavía y sin tratamiento ni vacuna irá para largo todavía».
Sin contacto directo con los pacientes infectados, pero sí con las consecuencias de la enfermedad, se encuentra cada mañana el logroñés Carlos Estebas, estudiante de Medicina, alumno de quinto de Medicina, en Zaragoza. A través de un grupo de WhatsApp de sus compañeros de facultad se enteró del llamamiento de Sanidad y no lo dudó. «Yo estaba ya aquí en Logroño y cuando salió el decreto llamé al área de personal del Hospital San Pedro para ofrecerme y echar una mano en lo que me mandaran».
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Al final su destino fue el Servicio de Epidemiología, un área que ha habido que reforzar por el coronavirus. «Estoy encantado de haber dado el paso porque aquí me estoy sintiendo útil», asegura mientras revisa y actualiza las historias de los pacientes que se remiten al Ministerio de Sanidad.
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