En su suculenta novela 'El gran momento de Mary Tribune' el escritor Juan García Hortelano fantaseaba sobre cómo la llegada de un elemento externo (la protagonista del título de su libro) introducía en un grupo de buenos amigos, acostumbrados a compartir dichas y penalidades, un ... foco de inestabilidad que se convertía en permanente y amargaba la vieja felicidad, los perdidos años de esplendor. Un cataclismo que ocurría en apenas un parpadeo; de repente aquella alegre pandilla veía cómo se amargaba su vida. Y todas las miradas se dirigían a la recién llegada, origen de sus inesperadas desdichas.
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La realidad imita tantas veces a la ficción que resulta incluso ocioso cavilar sobre los paralelismos que anidan entre aquella novela de Hortelano y las vicisitudes de Concha Andreu en una semana que se prometía triunfal (la semana de su gran momento) y acabó compartiendo titulares a razón de dosis diaria con la delirante trayectoria de su consejero Luis Cacho, que se ha cubierto de gloria. «El protegido», como le llaman con algún sarcasmo sus críticos del Palacete. Protegido por Andreu y por su círculo de confianza, a despecho de que su errática gestión haya no sólo socavado el crédito que se le debería suponer al responsable de esa delicada casa entre el conjunto del ámbito educativo: también ha provocado un seísmo en las filas propias. Esos militantes y seguidores del PSOE, sus potenciales votantes, que se frotan los ojos con cada ocurrencia del consejero. Sobre cuya misteriosa inclusión en el Consejo de Gobierno se siguen haciendo las mismas preguntas que hace un año. Todas aquellas dudas suscitadas con su nombramiento que no sólo ha fracasado desde entones en despejar: al revés, no dejan de crecer. Su idoneidad para el cargo ha quedado en entredicho. Y no hay suficientes cumbres de San Millán ni basta la magia de la tele, con las imágenes de paseos por Briñas y saludos al Rey en Yuso, para evitar la conclusión central que despiertan sus andanzas: que Cacho pareció dispuesto desde el lunes a arruinar el gran momento de su jefa. Hace falta ahora saber si con la dimensión suficiente como para que siga siendo su protegido.
La última cuenta de este rosario de desdichas tiene que ver con el flanco más débil que distinguía al consejero desde que la presidenta lo álistó para la causa: su jugosa fortuna personal, que acaba de emprender un viaje a un paraíso fiscal cuya divulgación (oh, casualidad) coincidió con los prolegómenos de la conferencia de Yuso. Cacho, como bulto extraño en el Palacete. Cacho, como la Mary Tribune que enfría ese caluroso futuro que Andreu vislumbró cuando Sánchez se avino a reunir en Yuso la conferencia de presidentes y permitió por lo tanto su lucimiento como anfitriona. Cacho, en fin, como el perturbador factor que nubla la feliz connivencia de quienes hasta hace un año rodeaban a la presidenta y hoy se ven confinados, igual que los protagonistas de aquel libro de Hortelano. Espoiler: en el desenlace, las relaciones entre ellos se pudren y acaban todos como náufragos de sí mismos, asomados a una encrucijada que en algo recuerda al panorama que espera a Andreu este sábado, apagados ya los fastos de San Millán. Cuando se pregunte qué quiere ser de mayor.
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