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La UME, en la residencia Los Jazmines (Haro), la más afectada durante la pandemia. LA RIOJA
La furia del virus desvela la fragilidad de las residencias

La furia del virus desvela la fragilidad de las residencias

El COVID-19 ha matado a más del 7% de los residentes en geriátricos de La Rioja, muchos de los cuales han expirado en soledad

Pío García

Logroño

Domingo, 21 de junio 2020, 08:21

La tormenta perfecta del coronavirus se desencadenó sobre las residencias de ancianos. Una población muy vulnerable, la falta de equipos de protección y de test durante las primeras semanas de la pandemia, la imposibilidad de detectar y aislar correctamente a los enfermos y la demora en adoptar medidas expeditivas convirtieron los geriátricos de La Rioja en un campo de batalla sembrado de víctimas. Pero antes de reflexionar sobre las causas, hay que recordar las cifras.

Según los datos suministrados por el Gobierno regional, a fecha 26 de marzo, el número de residentes era de 2.854. De ellos, en los últimos tres meses han muerto 211 por COVID-19. Eso supone el 7,3% de los ancianos alojados en hogares de mayores.

Más cifras. La pandemia ha causado en total 365 muertes en La Rioja, lo que convierte en estremecedor el porcentaje que corresponde a los ancianos fallecidos en centros de la tercera edad: el 57,8%. Casi seis de cada diez. También habrá que analizar por qué el virus ha hecho estragos en algunas residencias..., pero no en todas: en 13 de las 32 no se ha registrado un solo caso. La mayoría de los geriátricos inexpugnables con los que ha estado hablando este periódico atribuyen su fortuna al hecho de haber tomado medidas contundentes muy temprano, antes incluso de que entraran en vigor las recomendaciones oficiales.

El huracán ya ha pasado. Ahora mismo, hay 29 residencias sin infectados y el 98% de los usuarios se encuentran libres del virus. Pero algo muy profundo ha crujido en el sistema y existe un cierto consenso sobre la necesidad de revisar el modelo asistencial. En una comparencia parlamentaria, la consejera de Servicios Sociales, Ana Santos, avanzó una primera medida: la comunidad se propone recuperar, cuando expiren los convenios, la gestión de las cinco residencias de titularidad autonómica que están dirigidas por empresas privadas. Fue un anuncio más vistoso que relevante, ya que en algunos casos quedan hasta 8 o 10 años para que finalicen los contratos. Además, se da la paradójica circunstancia de que uno de esos centros (El Sol, en Logroño) ha pasado la tormenta sin sufrir un solo contagio. En la actualidad, de las 32 residencias riojanas, siete pertenecen a la comunidad aunque solo en dos ejerce la gestión en primera persona: en una no ha habido afectados (Los Manitos, Calahorra) y en la otra el impacto del COVID ha sido doloroso (Lardero, 44 positivos). También hay dos municipales (la calagurritana de San Lázaro, sin casos, y Yerga, en Autol, con 30 infectados). Además, los conciertos suscritos con diversas entidades privadas hacen que haya 1.711 plazas integradas en el sistema público. El 53% del total.

En aquella sesión parlamentaria, Santos también esbozó la necesidad de ir hacia un modelo más amable de residencia, con menos internos y más espacios. Una pretensión deseable pero que obligaría a destinar enormes inversiones, ya que se arrastra una demanda crónica de plazas. En octubre de 2019 había más de mil personas en lista de espera. En cualquier caso, todos estos hermosos planes de futuro chocan con una pregunta apremiante: ¿Y si el virus regresa en octubre o incluso antes? Un modelo no se cambia en dos meses; aunque al menos se supone que habrá test y equipos suficientes para que el aislamiento de los enfermos sea más efectivo y no se produzca otra escabechina.

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