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Hay que compartir. Es una de las enseñanzas que los escolares riojanos aprenden desde muy pequeños en el colegio. Compartir con el compañero una goma, lápiz o compás porque los ha olvidado en casa. Compartir su tiempo y aprender así la importancia del trabajo colaborativo. ... Renunciar a parte de un almuerzo y compartirlo con el amigo que no lo ha traído al recreo... Se incide con ahínco en que los niños interioricen que el compartir es un valor que debe estar siempre presente en las aulas. Sin embargo, este curso no va a ser así. Y esta es la primera lección en la que Virginia García ha tenido que instruir, sobre todo, a su hija menor, Leire. «Se acabaron los almuerzos que preparábamos; ya no tendremos esas 'merendolas'», se lamenta la pequeña al pensar en lo que más va a echar de menos durante el nuevo curso que hoy comienza.
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Esta familia lleva semanas preparado el regreso a las aulas. Iker, que empieza Educación Secundaria en el instituto, es consciente de que le esperan grandes cambios. Al de ciclo hay que sumar la pandemia. Casi nada. «Es un rollo, pero es necesario porque lo más importante va a ser no enfermar y no contagiar a nuestra familia por eso tenemos que estar muy atentos», reconoce el chaval, que recuerda aún con nostalgia que no pudo disfrutar del fin de curso como esperaba: «No hubo despedidas y nos quedamos sin graduación», explica apenado.
Su madre lleva días preparando libros y material escolar para ambos pero, sobre todo, incidiendo en que interioricen las normas con las que van a tener que convivir. «Ya las conocen: mascarilla, distancia, mucho jabón... yo confío en que lo van a hacer muy bien porque, al fin y al cabo, los niños siempre se adaptan mejor que nosotros», cree Virginia.
Virgina García Madre de Iker y Leire
El abrupto cierre de los colegios en marzo propició a esta familia poder estar más juntos en casa. Vivir a otro ritmo. Compartir más tiempo. Admiten que van a echar de menos esa parte impuesta por el confinamiento, pero también coinciden en que era necesario volver al cole. «Echamos mucho de menos a nuestros compañeros», reconocen tanto Iker como Leire. Hoy los dos regresan con sus mochilas cargadas de ilusión, responsabilidad y nuevos retos. Pero, más allá, sabiendo que el curso del no-compartir no va a ser uno más.
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