Hace menos de una semana, cuando el coronavirus ya se había instalado en la cumbre de las preocupaciones de la sociedad riojana pero algunos aún creían que podría ser un arma política arrojadiza, Sara Alba compareció en el Parlamento para dar cuenta de la última ... hora de la crisis. La oposición expresó su apoyo a las medidas adoptadas, aunque sin desaprovechar la tentación de censurar las carencias detectadas. El PP puso el acento en la comunicación y en la ausencia, desde su punto de vista, de una voz contundente y unívoca. «Un Fernando Simón riojano», resumieron desde la bancada popular en alusión al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio, que viene ejerciendo como figura autorizada y antídoto nacional ante la incertidumbre. La consejera aportó datos, desgranó actuaciones, asumió algún déficit motivado por la velocidad vertiginosa de los acontecimientos. En la invectiva de sus contrincantes políticos, no vaciló: «Ya tenemos un Fernando Simón; se llama Enrique Ramalle».
Sentado a su lado, el aludido ni se inmutó. Su ADN está inmunizado a los halagos, igual que es ajeno a críticas sin afán constructivo. Ni siquiera la siguiente andanada que cuestionó su capacidad &ndash«puede que sea doctor, pero no médico»&ndash alteró la templanza que le caracterizaba antes de dar el paso a la primera línea pública y sigue proyectando en una coyuntura sin precedentes. Porque conoce las prioridades en esta situación crítica, y sobre todo porque su trayectoria profesional y académica le avalan. Diplomado en Enfermería, Enrique Ramalle (Rincón de Soto 1960) es también licenciado en Antropología Social y Cultural en la Especialidad de Antropología de la Salud y de la Enfermedad y Doctor en Medicina Preventiva y Salud Pública. Su currículum le destaca asimismo como especialista en Metodología de la Investigación en Clínica, con un Máster en Diseño y Estadística en Ciencias de la Salud. Experto en Métodos Avanzados de Estadística Aplicada, realizó el Curso Superior de Alta Dirección y Gestión de la Escuela Riojana de Administración Pública y ha sido docente tanto en la Escuela de Enfermería como del centro de la UNED en La Rioja, además de director del área de investigación en ciencias sociales del IER y jefe de sección de Información Sanitaria en la Consejería.
Cuando Alba le designó como director general (fue uno de los primeros nombramientos confirmados en su departamento), entre la comunidad sanitaria cundió una sensación de confianza. «Es uno de los nuestros», ilustra uno de los residentes a quienes Ramalle guió en su periodo formativo. Y no por su adscripción política, de la que nunca antes había hecho bandera, sino por su compromiso con los profesionales entre los que es mayoritariamente reconocido por su implicación personal y empeño en la investigación. «Siempre estaba en contacto permanente con nosotros, aportando, exigiendo ser estrictos y, a diferencia de otros cargos, nunca tenía problemas en asumir las mejoras que tú pudieras sugerir aunque tuvieras menos experiencia», revela uno de los sanitarios que ahora vuelca sus esfuerzos contra el virus.
Ramalle suma a su amplia formación el contacto directo acumulado con los sanitarios y un reputada capacidad de escucha
Entre su círculo más íntimo, el adjetivo que más se repite en relación a Ramalle es el de «sosegado». «Tiene una capacidad de trabajo enorme y siempre está disponible», confirma una de sus amistades. «Rara vez se altera, es tremendamente fiable y a la vez tiene un humor fino si se tercia», agrega. Características que ya demostraba cuando estaba «en la sombra» y que ahora se antojan vitales para ser el Fernando Simón que La Rioja necesita escuchar.