Las que están a la vuelta de la esquina no van a ser unas navidades cualquiera. La pandemia obliga de entrada a que el formato de las celebraciones cambie drásticamente, dejando en la mano de quienes se sienten a la mesa en unas fechas tan ... señaladas, que el año próximo y los siguientes se parezcan a las vividas históricamente antes de la irrupción del COVID. A falta de concretar las restricciones de movilidad generales, que la Consejería de Salud ha anticipado que irán, en la medida de lo posible, acompasadas con las comunidades vecinas, el foco de atención se orienta hacia los hogares riojanos. Los salones y comedores donde tendrán lugar la mayoría de los encuentros y que constituyen uno de los puntos críticos para evitar que se propague la cadena de contagios. Donde familiares que no se ven desde hace meses perciben alegría y fraternidad, los epidemiólogos observan con temor un virtual foco de transmisión que debe controlarse a toda costa. Ahí entra el juego sentido común, la responsabilidad individual para seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias, pero también las matemáticas.
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La reunión más segura es la que no se celebre y el viaje menos peligroso, el que no se emprende. Si ello no es posible, Kasim Khan, Martin Z. Bazant y John W. M. Bush han configurado una herramienta que toma como base un modelo matemático diseñado por varios investigadores de la Universidad de Massachusetts (MIT) donde se conjugan los parámetros que intervienen en las posibilidades de contagio. En ella se simula la transmisión por aerosoles del COVID en distintos espacios o estancias, realizando una aproximación del tiempo que los integrantes de un encuentro pueden compartir de forma segura. Y, todo ello, partiendo de la premisa de que dentro del grupo haya algún infectado, ofreciendo así una pista de cómo actuar para que el resto de comensales pueda eludir quedar infectados.
Utilizando ese instrumento de los investigadores estadounidenses, se puede por lo tanto concluir cómo actuar y cuál es el nivel del riesgo que podría registrarse en una vivienda de dimensiones estándar, también en La Rioja. Ahí interviene el tamaño de cada hogar que es variable, aunque también en este punto hay un puñado de certezas estadísticas. El INE recoge que la inmensa mayoría de las viviendas riojanas son de tamaño medio. En concreto, 66.600 tienen una superficie útil de entre 76 y 105 metros cuadrados y 28.200, de entre 46 y 75. Por encima de los 150 solo constan 12.400.
La tipología de los pisos donde los riojanos se concentrarán en las celebraciones navideñas ofrece otra pista a través del Decreto 28/2013, de 13 de septiembre, por el cual se regulan las condiciones mínimas de habitabilidad de las viviendas en la comunidad autónoma. La norma, que establece una escala de las estancias en función del número de dormitorios, concluye que la superficie útil mínima debe ser superior a los 30 metros cuadrados. El texto fija también una cuestión que ha adquirido una relevancia crucial para enfrentar el virus: el tamaño obligatorio de las ventanas a través de las cuales debe generarse la ventilación obligada en el interior. Al respecto se especifica que una habitación, salón o cocina, deben tener un 10% de la superficie destinado a ventanas.
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El flujo de aire constituye un elemento determinante en la previsión de cómo desarrollar las cenas y comidas familiares. «Cuanto más tiempo pasa el grupo junto en un espacio cerrado, más tiempo se respira y va emitiendo partículas que pueden ser contaminantes», recuerda el epidemiólogo Pello Latasa. Para ello se requiere renovar el aire de forma adecuada –«no hace falta necesariamente que las ventanas estén abiertas de par en par; basta con que se abatan», apunta, sin descuidar el resto de factores que intervienen, como el tiempo que se pasa reunido, el número de personas, las dimensiones del lugar de encuentro... «Lo idóneo es combinar todas las medidas de protección a la vez», asevera el también director general de Salud sobre la regla de las '6Ms': metros, manos, más ventilación, menos contacto, mascarilla siempre y mejor quedarse en casa si hay síntomas de sufrir el virus.
Ya dentro de la casa y si no es posible ceñirse a la unidad familiar cotidiana, la posición de los comensales también ayuda a la prevención. «Una persona habla generalmente hacia adelante, con lo cual quien está enfrente acumula más probabilidades de resultar contagiado, llegado el caso», prologa Latasa. «Lo recomendable es una distribución de la mesa que alterne espacios vacantes, dejando hueco a los lados y delante», propone, subrayando la importancia de nunca bajar la guardia.
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