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En San Sebastián se celebra estos días el prestigioso festival Jazzaldia con el contrabajista de jazz afincado en La Rioja Marcelo Escrich en el programa. ... Parece insólito que se lleve a cabo y es una excepción debido a la situación sanitaria. Celebrar un festival ahora es posible, pero supone más esfuerzo aún, mientras la rentabilidad, por la reducción del aforo, disminuye.
El MUWI mantenía más que una apuesta, un órdago, sin cancelar, hasta ayer, la edición de este año. Durante los últimos meses han ido cayendo otros festivales regionales, como el Yerga Sound, los de Ezcaray, Calahorra, Santo Domingo, Laguna, Munilla, Alcanadre, Villamediana, Agoncillo, Murillo, Arrúbal... Al final, como una ficha de dominó, el MUWI ha sucumbido. Solo queda por resolver el Fardelej, aplazado sin fecha, y Actual 2021.
En cambio, al tiempo que los grandes festivales se suspenden, nacen otros más pequeños y nuevos, como el 'Summer Fuzz' y el 'Noches de verano en Pradoviejo' de Logroño y el 'Música en El Barranco' de Enciso, y, paradójicamente, sobreviven otros, como la Semana de Música Antigua y, aunque sea mermado, NACE. Los artistas asisten atónitos a este vaivén sin comprender cómo es posible que en las terrazas de los bares sí pueda juntarse la gente sin problemas, que los aficionados al fútbol celebren victorias juntos sin excesivas trabas y, en cambio, un concierto, una función de teatro, parece ser el potencial foco principal del COVID-19. Nos hacen pensar mal.
En los últimos días hemos sabido de rebrotes a causa de celebraciones ya fueran familiares o en discotecas, sin embargo, no ha habido casos de contagio en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro ni en el de Mérida ni en Jazzaldia. El epidemiólogo Jesús Molina declaró a El País que «los teatros, los cines y los festivales están cumpliendo a rajatabla las medidas de seguridad, los espectadores respetan las normas en todo momento, mientras que en las discotecas el descontrol aumenta a medida que pasan las horas. Solo hay que ver dónde se están registrando los brotes».
En La Rioja, como en muchas partes de España, nos quedamos sin festivales, pero tenemos discotecas. Y La Laurel. Parece que todo se puede ir a la mierda, también, por supuesto, la cultura (o lo que se conocía como bellas artes), pero de lo que no podemos prescindir es del ocio más superficial y de la cutre cultura industrial. En plena pandemia la programación televisiva ha sido y es más zafia que nunca. Y las Administraciones arguyen la crisis sanitaria como nuevo comodín para hacer poco o nada. La Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Logroño organiza ahora más conciertos que la de Cultura. Pero que no cunda el pánico, todavía hay fútbol.
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