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Cuarenta rostros de la cuarentena

Cuarenta rostros de la cuarentena

Un esfuerzo compartido. Algunos luchan en el frente y otros lo hacen en la retaguardia, pero todos contribuyen para que el coronavirus acabe siendo un mal recuerdo

Pío García

Logroño

Viernes, 24 de abril 2020, 07:32

Han pasado cuarenta días. Solo cuarenta días. Apenas mes y medio. Es como si el tiempo hubiese entrado también en hibernación y las horas se estiraran y estiraran hasta el punto de que ya resulta difícil recordar nítidamente cómo era la vida antes del confinamiento. Una vida sin guantes ni mascarillas, sin distancias, sin miedo. Sin el odioso e inevitable parte de guerra que todos los días nos sobresalta: tantos muertos, tantos positivos, tantos hospitalizados, tantos ingresados en la UCI. Era aquella vida antigua una vida de paseos, de viajes, de bares, de conciertos, de partidos de fútbol, de correrías por los parques, de cafés con los compañeros y cañas con los amigos; una vida que alguna vez recuperaremos pero que de momento nos resulta lejana e inalcanzable como un espejismo. La vida que tuvimos. La vida que teníamos hace apenas cuarenta días.

El Gobierno español decretó el estado de alarma el sábado 14 de marzo. En La Rioja, uno de los primeros y más importantes focos de la pandemia en España, las clases se habían suspendido unos días antes, el miércoles 11. El virus ya corría descontrolado. El fin de semana anterior, un equipo de los GAR, con trajes de guerra bacteriológica, se había desplegado por Haro para entregar órdenes de reclusión domiciliaria a los primeros infectados. Aquellas pintorescas imágenes de película de miedo, que luego se convertirían en habituales, asombraron al país entero y ocuparon las primeras páginas de los periódicos.

Cuando Sánchez decretó el estado de alarma, en La Rioja había ya tres fallecidos, 27 hospitalizados, 259 positivos. Cuarenta días después, aquel panorama, que ya entonces parecía desolador, se ha convertido en apocalíptico: 303 muertos, 218 hospitalizados, 4.727 positivos acumulados. Aunque la presión hospitalaria se ha reducido mucho en la última semana –y ese es quizá el dato más esperanzador–, el COVID-19 está causando una sangría en las residencias de ancianos; sangría que nadie ha sabido aún cómo detener (169 fallecidos en La Rioja).

El estado de alarma se decretó el 14 marzo. La Rioja tenía entonces tres fallecidos y 27 hospitalizados

Durante estos cuarenta días de confinamiento, con el país paralizado y la economía a punto de griparse, la intención era «aplanar la curva», una expresión de trigonometría imposible que los expertos utilizan como eufemismo para no salir por la televisión gritando: «¡Hay que parar esto como sea y cueste lo que cueste!». La ensalada de números que las autoridades españolas desgranan día tras día parece acreditar que el arresto domiciliario universal está funcionando y que la curva se va aplanando..., aunque la amenaza del virus sigue y ni los científicos son capaces de despejar las dudas más acuciantes: ¿hasta cuándo debe durar el confinamiento?, ¿cómo volvemos a la normalidad?, ¿habrá una segunda oleada?, ¿amainará la tormenta vírica con el verano?, ¿cuándo llegará la vacuna?

En esta incertidumbre viven también los cuarenta protagonistas de estas páginas; cuarenta personas que han accedido a quitarse la mascarilla para ofrecernos sus rostros y sus testimonios. Enfermeras, médicos, operarios de limpieza, fruteras, agricultores, trabajadores en residencias, policías, cajeras de supermercado, gasolineros... Unos se enfrentan con el bicho cara a cara, otros cubren la retaguardia. Unos se han infectado, otros siguen indemnes o al menos asintomáticos. Todos sienten un cierto alivio al comprobar que lo peor parece haber pasado, pero también saben que la victoria final todavía no está asegurada.

Han pasado cuarenta días. Ya queda menos.

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