Uno de los primeros día en Sorzano, en uno de tantos momentos de aburrimiento y de desgana general, aparecieron en una estantería varios sobres olvidados de semillas. De esos que venden en prácticamente todos los supermercados con fotos de unas espectaculares plantaciones de calabaza, ... de pepinos, de perejil, de calabacines... que te llevan a pensar en la posibilidad de reconvertir las cuatro macetas del balcón de tu casa en plantaciones intensivas de cualquier tipo de fruta o verdura.
Te pones manos a la obra y todo va más o menos bien... hasta que un día se te olvida regar la planta; el siguiente piensas que ya lo hiciste ayer; y el tercero decides rubricar el certificado de defunción de la planta 'non nata' antes siquiera de dejar abrir la semilla. Lo das por imposible. Qué duro es el campo, llega a pensar alguno.
Todo es cuestión de paciencia. Aquellos sobres de semillas acabaron en uno de esos semilleros en los que el abuelo suele traer plantones de los que compra en la plaza de abastos con cebollas y lechugas para el huerto, una especie de pequeñas flaneras en las que Valentina y Henar esparcieron semillas a diestro y siniestro sin orden ni criterio y las cubrieron con tierra. Diez minutos después, en un entrañable ataque de inocencia, Henar dijo «Vamos a ver si han salido ya las plantas». Negativos. Diez minutos más tarde, regresamos. Tampoco. Y como una hora después seguían sin salir, les ofreció su particular extrema unción: «Vaya aburrimiento. Aquí no sale nada». La paciencia nunca fue una de sus virtudes.
El semillero se quedó durmiendo el sueño de los justos en un rincón de huerta y en algo más de cuarenta días nadie se había acordado de él. Hasta ayer que, por casualidad y aprovechando que el cielo dejó de escupir agua, las dos pequeñas se acercaron hasta la huerta. «Han nacido«, gritaron llevadas por una ilusión desmesurada al ver como cuatro hilillos verdes y no precisamente de plastilina que asomaban entre la tierra. «Pero no hay ni calabazas ni nada», dijo Henar. El intento de explicarle que la inmediatez y la naturaleza no se llevan demasiado bien, que hay que seguir esperando y que quizá en un par de meses podamos empezar a ver algo más que un poco de hierba, fue absolutamente infructuoso. Lo que no es ya, no es.
- ¿Cuando se vaya el 'conoravirus'?
- Sí, cariño, cuando se vaya el coronavirus.
- Pero entonces estaremos en la playa.
- Veremos.
El problema es que no sabemos si esas hebras verdes son malas hierbas o realmente el fruto de aquellas semillas. Como tampoco sabemos lo del coronavirus, por mucho que Henar siga haciendo planes para ese día después. Cada día es uno diferente y solo tienen un elemento en común: en ninguno de ellos tiene cabida el regreso al colegio. No ahora. Tampoco en septiembre. Vamos a tener que traer el colegio a Sorzano.
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