Comuniones en la máxima intimidad y con distancia
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Al igual que en bodas y bautizos, el COVID obliga a los comulgantes a vivir el acontecimiento en familia y sin desprenderse de sus mascarillasCuando el 14 de marzo el estado de alarma interrumpió de forma abrupta la rutina de miles de riojanos, hubo quien tuvo que posponer un proyecto laboral, familias que se vieron obligadas a aplazar sus vacaciones y parejas que asumieron que no sería el 2020 el año en el que se darían el 'Sí quiero'. Independientemente de su trascendencia, todos los planes previstos quedaron encallados en el tiempo a consecuencia del COVID-19.
Un inesperado contratiempo que, en cualquier caso, resultaba vital respetar y que tampoco esquivaron las comuniones. En torno a 1.700 niños que la iban a tomarla por primera vez en apenas mes y medio tuvieron que aplazarla. Así lo decidió la diócesis, que recomendó a las parroquias posponerlas hasta septiembre. «Cuando la situación mejoró, se optó por adelantarlas al verano, eso sí, en un contexto muy distinto», explica el vicario de Pastoral, Víctor Manuel Jiménez, que detalla que «ahora prima la sencillez y se dan en la intimidad de la familia».
Lejos han quedado, cierto es, las celebraciones con 20 niños en un mismo altar en parroquias en las que no cabía un alfiler entre tanto asistente y decenas de invitados juntos en un oneroso convite posterior. «Pero, pese a todo, ha implicado también consecuencias positivas dado que las comuniones han recuperado así este año su esencia», señala el vicario, que suma otro aspecto a favor: «Para seguir con la catequesis en el confinamiento, la diócesis creó una plataforma virtual online y esta nueva pedagogía quedará ya para siempre».
La Santísima Trinidad de Calahorra acogió el sábado la primera comunión de un solo niño y apenas 20 acompañantes. Es algo insólito para una parroquia acostumbrada a albergar dos celebraciones en un mismo día, con hasta 12 comulgantes y cientos de asistentes. Cada año organiza unas 80. En éste, han sido la mitad. «Hay miedo y es comprensible, por eso la mayoría ha optado por posponerlas hasta 2021», relata el párroco Javier García, que incide, de todos modos, en que «respetamos las medidas de seguridad, con aforo reducido al 50%, distancia y uso de mascarilla obligatoria. Sólo en el instante de tomar la comunión está permitido retirársela un instante». Pese a todo, García trata también destaca el lado positivo: «Las comuniones son un buen ejemplo de cómo esta situación ha reconciliado a muchos con su compromiso cristiano y, sobre todo, a la hora de compartir, justo cuando más se necesita».
javier garcía | Párroco
javier garcía | Párroco
Tras salir de la iglesia, Laura y su familia se trasladan al restaurante Tío Simón para disfrutar de una comida, igualmente, en la máxima intimidad y bajo la estricta disciplina que impera en el sector de la hostelería.
Juan simón | restaurante Tío simón
Sin contacto con otras celebraciones, antes de acceder, toca pasar el control de temperatura. A continuación, itinerario independiente hasta llegar a una mesa en la que llama la atención la separación entre comensales. El responsable de la instalación, Juan Simón Romero, explica que «la prioridad es garantizar que ponemos todo de nuestra parte para evitar un posible contagio». No se comparte ningún plato, hay aseos y mesas de terraza distintos para cada evento (que no puede superar los 30 asistentes) y la zona de discoteca permanece clausurada. «El coronavirus ha sido un mazazo muy grande para nuestros negocios», admite Romero y pone un ejemplo: «Hemos dado la mitad de comuniones y con apenas una cuarta parte de invitados pero la protección de la salud debe estar por encima de todo».
A Daniela le va a ocurrir aquello de que tendrá una curiosa historia que contar a sus nietos. No en vano, no sólo ha tenido dos fechas marcadas en el calendario para celebrar su primera comunión, sino también dos vestidos. Iba a hacerla en mayo pero será el próximo sábado. Por el camino, su madre, Jenifer Cruz, ha tenido que sumar a su vestuario una mascarilla y un traje nuevo.
«Es imposible atarle ahora los botones», cuenta entre risas esta madre que reconoce que la anécdota le ha llevado a darse cuenta de que, aunque «los padres nos volvemos locos, lo más importante es que mi hija mantiene la ilusión de que va a celebrar su día pese a todo, o eso espero», implora Jenifer.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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