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Lo que parecía una costumbre del pasado se ha convertido, tras unas semanas, en una herramienta de presente y futuro. La pandemia del COVID-19 ha cambiado los hábitos de consumo de los riojanos y, con ello, también ha obligado al comercio de proximidad a reinventarse una vez más. En unos tiempos de grandes superficies y plataformas de venta 'on line', los tradicionales pedidos a domicilio han repuntado hasta convertirse en uno de los pilares de las tiendas de alimentación y también en una seña de cuidado y asistencia a la población confinada.
Así, algunos establecimientos como De Torre Gourmet, que desde hace años realizaba servicios a domicilio, ha visto cómo este tipo de compra sustituye al realizado a pie de mostrador. «Los repartos han crecido un 90%», explica Álvaro de Torre. «No es solo llevar a Logroño, sino a Nájera, Santo Domingo, Oyón... Es más, hemos recuperado productos que antes apenas vendíamos como la cerveza, papel higiénico, detergentes... por dar un servicio completo al cliente», incide. La idea la corrobora Espe Oliván, de La Despensa de Calahorra: «Más del 70% de las ventas es por pedido o para preparar y recoger en la tienda». «Mucha gente tiene pánico a ir al súper y el comercio minorista está ayudando a personas mayores o a otros que prefieren la proximidad y la rapidez», señala.
Desde las pescaderías Gourmet del Mar, Javier González también reconoce que ha tocado «adaptarse a la nueva situación». «Al día, entre nuestras cinco pescaderías, podemos preparar entre 50 y 60 encargos», dice. Un poco más lejos en la idea han ido en el Mercado del Corregidor, donde llevan diez días centralizando compras de diversas tiendas. «Nunca habíamos hecho un reparto unificado y estamos muy satisfechos, casi desbordados por la buena acogida», analiza Enrique Rituerto, presidente de la Asociación Mercado del Corregidor. «Es trabajoso, lleva muchas horas, pero el negocio está un poco al margen. Estamos encantados de poder hacerlo bien, quedar bien con la gente y dar un servicio. El agradecimiento de los clientes, además, nos está dando una alegría», añade.
Alfredo Iturriaga | Asociación Plaza de Abastos
Enrique Rituerto | Mercado del Corregidor
Álvaro de Torre | De Torre Gourmet
Javier González | Gourmet del Mar
Espe Oliván| La Despensa de Calahorra
También la tradicional Plaza de Abastos está tirando de entregas a domicilio, aunque para el céntrico Mercado de San Blas resulta «insuficiente». Alfredo Iturriaga, presidente de la Asociación Plaza de Abastos, recalca que sus ventas se han quedado cojas: «Dos de nuestras 'patas', la hostelería y la gente de pueblos de La Rioja, Álava y Navarra, las hemos perdido. La primera, porque bares y restaurantes están cerrados; la segunda, porque no se pueden acercar al centro de Logroño, hay miedo a las multas». «Estamos llevando pedidos a casas, a personas mayores, a familias... pero la bajada de ventas es brutal. Tenemos que estar abiertos por responsabilidad, pero por el riesgo que se corre, no merecería la pena», abunda.
Ahora bien, para muchos, la obligación de reconvertirse y dar un servicio hasta la puerta de casa también representa una oportunidad de futuro. «Mucha gente nos está probando gracias al reparto y me gustaría que luego siguiesen. Creo que están valorando la calidad de los productos y eso es importante», asegura De Torre. «Y para el responsable de la tienda hay una mayor responsabilidad porque el cliente no ve el producto, se fía de ti. Los pedidos son más exigentes para nosotros», añade.
Esa seguridad en comprar a ciegas obliga a dar un servicio perfecto. «En estos momentos la gente confía más en los pequeños comercios», añade Javier González.
Mientras Enrique Rituerto desea que el 'boom' de los pedidos no sea flor de un día. «Creo que algo se puede quedar, como pasó hace años con el pago por tarjeta de crédito. Es dar un servicio y también captar a nuevos clientes para el mercado», vaticina Rituerto.
De momento, el miedo sigue empapando la sociedad, la gente tiene tiempo para pensar en qué comprar y para cocinar y, aunque los supermercados también han aumentado ventas, el comercio tradicional sigue en la pelea con sus armas de siempre, como explica Espe Oliván: «Estamos metiendo más horas, el día a día es más difícil, pero seguimos al pie del cañón pensando en los clientes».
La cesta de la compra de los riojanos está sufriendo distintos vaivenes al hilo de las semanas de confinamiento. Ahora, el auge es de los productos frescos, sobre todo fruta y verdura, y de carnes y pescados que no resulten especialmente caros. «Pescados básicos, pero en más cantidad», apunta Javier González, de Gourmet del Mar. Se han perdido los pedidos de «chuletas, caretas, choricillo...» para bodegas y fincas, según explica Alfredo Iturriaga, pero sí se nota que la compra se hace un menor número de días, lo que obliga a aumentar el pedido. Así, lo habitual son acopios «para cinco o siete días», en palabras de Espe Oliván, y de productos «que aguanten un poco más», apunta Álvaro de Torre. Una de las estrellas entre la fruta fresca es la zanahoria y uno de los productos más caros de la huerta, el brócoli, cuya producción es escasa y, por eso, ha aumentado. Los abastecedores riojanos siguen trabajando y el producto local llega a las estanterías como siempre.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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