El colegio de Cornago continúa gracias a seis nuevos estudiantes

Además de llegar los dos pequeños marroquíes esperados en el anterior curso, se han matriculado otros dos cuya familia, originaria de Colombia residía en Calahorra y se ha asentado en Cornago. Y dos más, hijos de un agente de la Guardia Civil del acuartelamiento cornagués.

Silvia Sánchez sustituye desde el 21 de septiembre a la tutora, que está de baja. Viene de Soria y es la primera vez que está en un colegio rural. «Es una buena forma de coger experiencia y desarrollar tus capacidades como maestra porque, al ser tan pocos alumnos, puedes trabajar con ellos de forma individualizada y atender todas sus necesidades», comenta.

Rumeisa, Marcos y Sofía tienen cinco años y estudian tercero de Infantil en una aula. Los otros son Daniel (tercero de Primaria) y Bilal, Sofía, Oier y Doni (segundo de Primaria) y aprenden en otra.

Silvia se ocupa de los chavales de Primaria y Begoña Lacarra, profesora de Tudela (Navarra), atiende a los de Infantil. Anteriormente trabajó en Aragón en colegios rurales. También acuden docentes de Educación física, Música y Religión.

Separan a los alumnos exclusivamente por la comodidad al dar las materias, para que no se distraigan unos cursos con otros y les resulte más cómodo. Por otro lado, en el caso de Rumeisa y Bilal tienen la dificultad del aprendizaje del idioma (no hablan castellano).

No hay problemas de ratio, ni de espacio, todos forman un grupo burbuja, comparten zonas de recreo y del pueblo cuando juegan porque son los únicos menores de doce años. Se les toma la temperatura al entrar y a lo largo de la mañana se lavan y desinfectan las manos cinco veces.

Oier y Doni nos cuentan que ahora les gusta más venir a clase porque hay más niños y tienen más amigos. Daniel, recién llegado de Calahorra, dice: «Me encanta Cornago porque puedo ir al castillo (lo conocía porque había visitado el mercado medieval), estar por la calle con el perro, tirar la basura solo y aquí no hay coronavirus».

Ana, madre de Oier, de 9 años, explica que el niño estuvo matriculado en Igea por disponer de más recursos pero en el 2019 regresó a la escuela de Cornago y pone sobre la mesa el problema de no contar con logopeda porque está de baja y no han puesto sustituta, por el momento. Salvo esto, se muestra contenta por el aumento de alumnos y porque su hijo pueda continuar estudiando aquí y socializar. «Este año daba por cerrado el colegio y fue una alegría que llegasen seis niños más, increíble», termina.

Carolina, madre de Sofía y Marcos llegó a Cornago en febrero. No conocía el municipio y los matriculó en Igea, al ser un centro más grande y con más estudiantes. Luego vino la pandemia. Este curso los trae al colegio de aquí, que está al lado del cuartel donde presta servicio su marido. «Les puedo ver desde la ventana», dice, y añade: «Mis hijos siempre han estado en colegios rurales. Están acostumbrados a la itinerancia y a una atención y trato familiar con el profesor. No hay el estrés del colegio grande, ni tienen problemas de adaptación. Para ellos es una nueva aventura»