Día 35: ¿Al cole? Sí, en septiembre
Diario de una cuarentena rural ·
«El confinamiento rural, pese a que no acaban de ser del todo conscientes, es bastante más llevadero. Tanto que están empezando, digamos, a asilvestrarse»Secciones
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Diario de una cuarentena rural ·
«El confinamiento rural, pese a que no acaban de ser del todo conscientes, es bastante más llevadero. Tanto que están empezando, digamos, a asilvestrarse»La tía Cuca fue profesora en Madrid. De Lengua y Literatura. Es una de esas tías que, como buena profesora, enseguida les pregunta a las niñas por el cole, por la tarea, por lo que están estudiando, que si se lo pasan bien, que ... qué tal son sus profesoras... Lo que viene siendo una profesora... Ayer estuvo hablando con Valentina y Henar y más allá de servir para que le contaran todo lo que hacen en Semana Santa, sirvió para confirmar lo que ya nos temíamos. «¿Estaréis deseando volver al colegio, no? Como todos los niños», preguntó pensando que era la más retórica de las cuestiones. Pues no. En Sorzano no queremos volver al cole. «¿Cómo que no?», insistió. «Como que no», vinieron a responder. Si acaso, deben pensar, ya hablaremos de eso en septiembre, pero por ahora, ni hablar.
Ya habían dejado entrever en alguna que otra ocasión que lo de regresar a Logroño y empezar a madrugar todos los días, ahora que han empezado a estirar las horas de sueño, no les acaba de encajar en sus planes. A sus primos, que están en el Alto Najerilla con la abuela, tampoco. El confinamiento rural, pese a que no acaban de ser del todo conscientes, es bastante más llevadero. Tanto que están empezando, digamos, a asilvestrarse, a intentar quebrar todas las rutinas previstas y a instaurar las suyas que pasa por no hacer nada.
Y, claro, con esos mimbres, la situación no puede sino acabar como el rosario de la aurora. A diferencia de hace un mes, ahora ya todo les resulta demasiado aburrido, demasiado poco sugerente y demasiado reiterativo. Ni siquiera lo de cocinar les parece atractivo, mucho menos ordenar el caos en que han convertido la casa (menos mal que los abuelos no lo saben). Solo Gloria Fuertes, y durante un rato no demasiado largo, les mantuvo concentradas. Y para qué hablar de las clases online de Inglés. Al otro lado de la pantalla, una entregadísima profesora hace todo lo posible por atraer el interés de sus alumnos: salta, ríe, canta, saca muñecos, mete los pies en un cubo, se lo pone en la cabeza... Todo desde la habitación de su casa de Logroño. Me imagino a sus vecinos pensando si ha llegado ya el momento de llamar al 112 o si dar el caso por perdido definitivamente.
Al otro lado, un puñado de chiquillos con cara de aburridos se limitan a responder algún 'yes' o algún 'no' de manera casi mecánica. Ella, inasequible al desaliento, aguanta el ritmo durante tres cuartos de hora. Se les ve aburridos, hastiados de la situación de confinamiento. Nada que ver con la imagen de hace un mes... Así, cualquier excusa vale para intentar saltarse la clase. Hay niños que huyen de la tablet y que son reconducidos por su padre, otros que no vuelven a aparecer en la pantalla durante toda la clase y alguno, como Henar, que busca otras estrategias: «Tengo que ir al baño»; «Me estoy muriendo de sed»; «Tengo hambre»; «Me aburro». La última de todas fue la de convertir un pequeño arañazo en la mano en algo peor que la pandemia del coronavirus. Imposible seguir una clase en esas condiciones, pensó, y teatralizó la situación hasta tal punto que más de uno hubiera llamado al 112.
Como para volver al colegio.
No les van a dejar entrar.
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