Un castellano viejo
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Sánchez García es de Vox, de Madrid y de otra época, y se le notan las tres cosas. Suyo fue el único 'no' a la reforma del Estatuto de La RiojaSecciones
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Análisis ·
Sánchez García es de Vox, de Madrid y de otra época, y se le notan las tres cosas. Suyo fue el único 'no' a la reforma del Estatuto de La RiojaTampoco nos vengamos arriba. Cuando se debaten las reformas de los estatutos del País Vasco o de Cataluña, las discusiones son acaloradas, las gradas están llenas de público, los telediarios conectan en directo, La Sexta recluta a su habitual ejército de politólogos y en el ... Congreso hay ovaciones, broncas e insultos. Este martes en las Cortes Generales se ha debatido la reforma del Estatuto de La Rioja a la hora de la siesta, con los escaños vacíos y sin que nadie hiciese el más mínimo caso. No hubo problemas para mantener la distancia de seguridad entre diputado y diputado. Creo que hasta Ferreras aprovechó el rato para dejar el plató de televisión, ir a comer y echarse una cabezadita, no les digo más.
Tal vez sea mejor así.
Además, debemos reconocer que el Estatuto de La Rioja tampoco es el Código da Vinci. Uno no aguanta ni los tres primeros artículos sin que le asalte el primer bostezo y es imposible leerlo de una sentada sin ponerse ciego a redbulls. Eso no quiere decir que no sea importante, claro está, pero, puestos a elegir, yo hubiera preferido que todas las hermosas alabanzas a La Rioja que este martes se han escuchado en la Carrera de San Jerónimo se trasladaran literalmente a los Presupuestos Generales del Estado. Señorías, les cambio tres églogas por una vía del AVE.
Uno esperaba, al menos, la intervención del PNV, que siempre da vidilla con lo de los regímenes forales, pero parece que Aitor o no estaba por allí o ya ha perdido todo el interés por nosotros, lo que solo puede ser una mala señal. Tampoco intervinieron los de Junts y los de Esquerra, que bastante tienen con la descolonización de Cataluña como para andar ocupándose de las regiones de mentirijillas. Todos los demás estaban de acuerdo en que éramos unos tíos muy majos y que nos merecíamos un nuevo Estatuto..., salvo los de Vox.
A mí me tienen fascinado, qué quieren que les diga. Este martes ha subido al estrado un tipo que, aunque se apellida Sánchez García, avanzaba por los pasillos del Congreso como si hubiera heredado tres marquesados y una baronía. El hombre hablaba envolviendo cada frase en sobrecitos lacrados, con prosopopeya y lentitud, decimonónicamente. Por un momento, me pareció un reloj de pared a punto de dar las doce. Ha sido como si guardase todas sus palabras en un cofre lleno de bolitas de alcanfor y las fuera sacando despacito, de una en una, paladeándolas.
Al diputado Sánchez García no le gustan las autonomías. Por lo menos no lo dice a gritos ni creyéndose un capitán de los tercios de Flandes, como Abascal, sino con retranca castelarina. Solo por eso uno tiende a mirarlo con simpatía e incluso hace esfuerzos por comprenderlo: para un prohombre del siglo XIX, nacido como Dios manda en la villa y corte, tiene que ser muy difícil de entender que le despierten bruscamente de la siesta para hablar en el Congreso de una cosa absurda y remota a la que llaman La Rioja. Ahí veo yo un fallo de los convocantes: quizá si alguien le hubiera aclarado que se trataba de la provincia de Logroño...
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