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Tras las barra del histórico Achuri, Juan Carlos Martínez. S. TERCERO

La calle Laurel recobra paso a paso el sonido y sus sabores

Bares como Achuri, Ángel o Páganos suben la verja como preludio a la apertura total de la icónica calle y sus alrededores donde aún se impone la prudencia

Teri Sáenz

Logroño

Viernes, 19 de junio 2020, 07:56

En un día tan soleado y a puertas del fin de semana señalado para la nueva normalidad, la Laurel debería estar inundada por el rumor que acostumbraba a copar la calle a la hora del vermú. El COVID aún tiene vetado ese runrún ... donde se mezclan chiquiteros, reponedores, camareros y turistas, pero al menos ya no todo es silencio. Al goteo de reaperturas que se han ido produciendo durante las últimas fechas, entre ayer y hoy se suma la de algunos de los locales más emblemáticos tras meses de confinamiento. El vacío va menguando a la espera del acto oficial, que simbolizará una nueva etapa, un retorno controlado.

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«Lo que más me sorprendía cuando he estado viniendo para prepararlo todo era el ruido de las palomas; un día cualquiera, con tanto ajetreo, ni te enteras», revela Jesús Ruiz. El propietario del Páganos se confiesa junto a las brasas de los pinchos morunos que vuelven a tentar al otro lado de la barra, y por el mismo precio reconoce que el camino hasta aquí ha sido incierto. «Unos días te levantas más expectante y otros te pueden las dudas», dice mientras atiende a los primeros clientes que ingresan en un local reluciente. «La limpieza es ahora, más si cabe, una obsesión para todos», reflexiona sin echar aún las campanas al vuelo. «Más importante que abrir es que no tengamos que volver a cerrar y para eso debemos ser todos responsables». También los que se acercan a consumir.

«Más importante que abrir las puertas ahora es que no tengamos que volver a cerrar, y para eso debemos ser todos responsables»

Jesús RuizBar Páganos

«En los meses que hemos estado cerrados piensas en el negocio, pero sobre todo en tus trabajadores y en la clientela de siempre»

Alejandro Ábalos Bar Ángel

«No podemos hacer de policías, la gente debe asumir las normas», defiende Alejandro Ábalos desde el bar Ángel, también impoluto -«mira la plancha; tiene 20 años y parece recién estrenada»- que ayer ofrecía un champiñón gratis a los mayores de 70 años para celebrar un hito que confía en prolongar. Poco a poco, sin pasos atrás. «Claro que piensas en el negocio mientras has tenido que estar parado, pero sobre todo en los clientes y en los empleados, que después de tantos años son compañeros y lo pasan mal», añade frente al Achuri, otro de los establecimientos históricos que ejercen como avanzadilla a lo que ha de venir. Juan Carlos Martínez es la tercera generación del local más veterano que ha añadido a su suculenta vitrina un arsenal de medidas de higiene y seguridad. Geles hidroalcohólicos, marcas para guardar las distancias, desinfección continua, advertencias del límite de aforo... «Mira que llevo años aquí, pues después de tantas semanas se me había olvidado el precio de algunos pinchos», dice con una sonrisa frente a los ajos asados que aportan a la calle otra dosis de su genuino sabor. También en su caso la vuelta al trabajo ha sido muy meditada. «Lo mejor es hacerlo de una forma escalonada, evitar los grupos grandes que se solían formar antes del 'bicho' y que lo que ahora empieza pueda continuar sin problemas», comenta.

El menos eufórico de entre los bares que vuelven ahora a subir la persiana es el responsable de Los Rotos, en la calle San Agustín. «Tengo que ser optimista porque la economía manda, pero creo que en general la hostelería ha abierto demasiado pronto, podríamos esperar un poco más», prologa Jorge Pérez mientras ultima los preparativos para el día de hoy, que anhela tanto como teme. «Justo en esta confluencia suele acumularse la gente, es un punto de encuentro habitual, pero si los que vienen no asumen que hay que guardar las distancias....», avisa.

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En otra de las calles del centro gastronómico de la capital como San Juan, el Bueno.... bueno! es otro de los que también se han anticipado a retomar la actividad tras descartar hacerlo en San Bernabé. «Me dio miedo por si había acumulaciones, pero la necesidad manda», informa Daniel sin parar de atender. La mezcla de prudencia y esperanza de los hosteleros la sintetizan clientes como Benito tras apurar un vino y una tortilla aún humeante: «Si Laurel no revive, el resto de la ciudad estará en coma».

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