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Al final de avenida de Burgos, cuando ya empieza a verse que la circunvalación de Logroño se dirige hacia La Rioja Alta, un desvío envía al conductor hacia el Polígono de Experiencias para Fuerzas Especiales de la Guardia Civil. Pero para experiencia, la que vivió ... Alberto Díaz (41 años) durante el confinamiento un par de kilómetros antes de las instalaciones policiales, en la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre. «Estaba a punto de terminar el programa. Los fines de semana salíamos para estar en casa, pero cuando se empezó a escuchar que igual se confinaba a la población los responsables nos dijeron a once de los que estábamos allí si nos queríamos quedar».
Alberto no tuvo dudas y a día de hoy cree que es una de las mejores decisiones que ha tomado en su vida. Y eso que lo que iba a durar 15 días se acabó prolongando durante más de dos meses, hasta que el 15 de mayo salió completamente rehabilitado.
«Hubo momentos buenos y momentos malos, pero ninguno en el que pensara en renunciar a todo. Fueron dos meses muy intensos y me siento muy afortunado por el confinamiento. Fue un regalo para mí. La gente que se tenía que ir de la casa lloraba», recuerda. ¿Un regalo? «Sí. Ese tiempo ha sido en el que me he dado cuenta de muchas cosas y en el que consiguieron ponerme del revés».
Alberto habla con ganas, con ilusión, con orgullo, con la satisfacción de haber superado un doble reto (el del confinamiento y el del programa de Proyecto Hombre) en el que su combustible fue la «liberación» que sintió al sincerarse con su familia y enfrentarse a «todos los demonios». «No sabían nada».
Eso fue en Madrid (donde nació) unos días antes de que España se encerrara en casa. «En parte fuimos unos privilegiados porque teníamos el jardín y la huerta», una vía de escape de una rutina que relajó algunas normas pero que impuso muchas otras. La más dolorosa fue la de la distancia social: «Lo más duro fue no poder dar abrazos, algo que es bastante importante en este tipo de programas».
Durante aquellos dos meses su contacto con el exterior eran los informativos, en donde veían imágenes que parecían sacadas de una película de ciencia ficción y los técnicos de Proyecto Hombre. «Se implicaron al cien por cien. Para ellos también fue muy complicado y duro, porque entraban y salían, pero hicimos que todo funcionara bien (recuerda entre risas lo bien que trabajaron los encargados de la cocina) y fue muy positivo para todos».
El 15 de mayo volvió a recibir abrazos. En la puerta le esperaban su madre y su pareja, que se abalanzaron sobre el nuevo Alberto. «Fue una sensación de alegría y tristeza», explica. Pero lo que más le llamó la atención fue la ciudad semivacía. «Miraba a todo el mundo como con miedo». Era la nueva normalidad.
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