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Íbamos por la redacción dándonos gritos. Yo te decía «¡Sandriii!» y tú respondías «¡Charlyyy!» y hoy nos has dejado mudos, llorándote entre las mesas. Has sido una compañera excepcional y una periodista extraordinaria, pero eso lo sabe cualquiera que te haya conocido. Lo que no ... sabe la gente es cómo te apagaba yo la luz cuando estabais en maquillaje y te escuchaba chillarme entre risas mientras huía corriendo, o las cenas en tu piso de estudiantes en Bilbao, unos niños universitarios comiendo pizzas precocinadas y aprendiendo no un oficio, sino una forma honesta y comprometida de mirar la vida.

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