«Estoy muy contenta en La Rioja, no lo cambio por Rumanía»

– ¿Y cómo terminó viviendo en La Rioja?

– Primero fuimos a Aragón, a Calatayud, donde conocía gente. Pero cuando vi ese paisaje tan rojo, tan desértico, me eché a llorar. Un día tuvimos que traer a un familiar a Logroño y me encantó. Estaban haciendo los pisos de Lope de Vega y me acuerdo que la zona me pareció preciosa, muy verde. Unas cuantas fotos con el Espartero después, estaba convencida de que quería vivir aquí.

– Y decidió abrir un restaurante en Cenicero.

– Si, entonces las cosas iban muy bien, pero mi principal clientela eran camioneros y, desde que cerraron la N-232 a los camiones, todo se estropeó para la hostelería. Además, luego llegó el COVID con las restricciones de espacio, y nosotros teníamos una barra alargada que no permitía mantener los espacios de metro y medio necesarios. Así que tuve que buscar otra opción. Durante el confinamiento veía a Francis Paniego en sus vídeos, y ahí me motivé para abrir un asador.

– ¿Ha cambiado el tipo de clientes en este restaurante respecto al anterior?

– La verdad es que no, el 80% son clientes anteriores. Incluso hay muchos a los que no les pilla de paso y se desvían para venir. Eso me alegra mucho porque significa que hacemos las cosas bien.

– ¿Qué le diferencias encuentra entre los rumanos y los españoles?

– Durante los 13 años que he trabajado en Cenicero siempre me han tratado muy bien. Creo que aquí la gente es muy abierta. Enseguida hice amigos de la carretera, gente también de paso.

– ¿Tiene intención de volver a Rumanía?

– No, ya no. Creo además que la gente que ahorra y se compra una casa allí también, al final no vive en ningún sitio. Porque anda justo de dinero para vivir aquí manteniendo dos casas y al final, no está en ninguna. Yo tengo mi vida aquí, mi hija mayor, que se ha casado con un chico de Sorzano, me va a hacer abuela y, la pequeña, aunque vamos de vez en cuando a Rumanía, se considera totalmente española. Y yo estoy muy contenta, no lo cambio.