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Como cada sábado, la Plaza de Abastos de Logroño lucía este sábado un trasiego mucho más intenso del que es habitual encontrarse el resto de la semana. Ocurre siempre. Detenerse en cada puesto del otrora uno de los destacados centros neurálgicos de la capital, ... capaz de trascender incluso más allá de lo que implicaba el hecho de ir a hacer la compra de todo tipo de productos perecederos... es hacerlo ahora frente a un lugar como pocos quedan. Un emplazamiento en el que ser atendido aún por un 'tendero de los de siempre'. Ese vendedor caracterizado por un constante arrojo e incansable capacidad para luchar contracorriente, que sigue siendo capaz de plantar cara a los nuevos modelos de negocio que desde hace años les mantienen bajo el yugo de la amenaza del cierre. Ese comerciante capaz de conservar abierto, pese a todo, su modo de vida permitiendo asimismo, dicho sea de paso, no sólo la supervivencia de su pequeño negocio de alimentación, sino, por ende también, de lugares tan emblemáticos como la casi ya centenaria plaza logroñesa.
En el Mercado de San Blas de la capital observar cada escaparate es admirar una muestra de productos de alimentación en cuya selección, y por encima de todo, prima la calidad. Un 'label', en su mayoría incluso con origen 'La Rioja', que justifica la razón principal por la que cada fin de semana se acercan hasta él cientos de compradores que conservan su fidelidad al lugar aunque sea ya más por costumbre que por la simple (aunque al mismo tiempo imperiosa) necesidad de tener que llenar su despensa.
Hoy, el cordero lechal de la sierra en 'Carnicería Álvarez' se vende a 13.90 euros/kilo. «Está barato», asegura Julián, que aguarda su turno frente al mostrador. Mientras espera a llevarse a casa la compra que cada sábado hace para toda la semana, cuenta que él es fiel al Mercado de San Blas «de siempre». «No tiene nada que ver con ir a una gran superficie, ni por calidad ni por precio; además no es cierto que aquí el producto sea más caro», defiende y añade: «Es todo lo contrario porque para encontrar calidad a un valor siempre parecido hay que adquirirlo aquí. En los hipermercados el género es de peor calidad, está plastificado y juegan más con los costes».
Y concluye de forma contundente: «Además, confío en él y en el género que me vende». Cuando dice 'él' se refiere a Manolo. Irradia un carisma que llama la atención. Está marcado por una extremada simpatía y también una innata habilidad de comunicación capaz de 'persuadir' a personas con todo tipo de carácter. Sin duda, toda una maestría. Se podría decir que Manolo es el perfecto ejemplo de ese perfil que tanto atrae al cliente tradicional. Al frente de su pequeño local desde hace dos décadas, sostiene con rotundidad «que las estadísticas sobre consumo y precios reflejan subidas que no se corresponden con la realidad de negocios como el mío, en el que los márgenes de rentabilidad no dejan de bajar». Según asegura, «con lo que ha subido la vida podríamos decir que es como si vendiéramos al mismo precio de hace 20 años».
Con esto último asegura coincidir la mayoría de quienes, fieles al 'mercado de siempre', van haciendo parada de un puesto a otro hasta llenar su carro de carne, pescado, pan, verduras, frutas, embutidos... todo aquello de lo que debe surtirse a quien espera llegar a casa con lo necesario para llenar el frigorífico, aprovechando que, sin ser jornada laboral, cada sábado dispone del tiempo para hacerlo sin prisa. Para comprar pensando en lo que necesita pero también dejándose llevar por algo que en cualquier momento pueda 'entrarle por el ojo.'
Como le ocurre a Jesús que en esta ocasión está acompañado de otros dos amigos no habituales al mercado con los que va a comer en cuadrilla. «Yo veo que, salvo en épocas como Navidad, esperan mucho hasta que suben de verdad el precio de algo», señala. Lo refrenda dos puestos más allá Blanca, que admite que «contenemos la subida al máximo para no espantar a los clientes y cuando no hay más remedio y subimos el precio, la gente lo entiende».
Pese al crecimiento del IPC y el encarecimiento de los productos más básicos que, irremediablemente, tiene consecuencias en el comercio tradicional, algunos como Marisa, también cliente fiel, creen que «lo que le suma valor añadido más allá y que nunca se a devaluar es el trato personal, cercano y de confianza que sólo el tendero de siempre es capaz de transmitirnos».
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