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El fotógrafo, inspector de paredes, encuentra colgada en el muro la canción del cuacho, su estribillo: un, dos, ches, cuacho. Bien clarito, en caja alta, alineado por la izquierda, sobre un fondo claro. Es un grafiti bien didáctico. Te pones delante de él y te ... anima a contar en alto, sólo o acompañado. Incluso a rebasar el tope del cuacho, y seguir hasta el chece o el cheinta. Y aún más: el cheinta y uno, el cheinta dos, etc. Tiene también la pintada algo de himno, o de canción infantil. En la puerta de al lado se inscriben numerosos signos, una especie de manual auxiliar de jeroglíficos aritméticos, tan variados como graciosos, previstos para realizar las operaciones con los cardinales que en forma de palabra centran el mensaje.
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