Manguera, gatillo y a rellenar o completar el depósito. El repostaje a la vieja usanza copa el presente... Y el futuro inmediato. La movilidad eléctrica no acaba de despegar en La Rioja, según acreditan los surtidores de combustibles fósiles como los de gasolina sin plomo ... y gasóleo, en plena escalada tras el parón provocado por la pandemia.
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Con la todavía muy deficiente infraestructura de puntos de carga eléctrica, el tiempo necesario para completar el proceso de llenado de las baterías, la limitación de la autonomía de esos vehículos y el coste de los mismos, la apuesta de futuro por la movilidad más sana para el planeta se hace esperar en la región, ajena, de momento, a la espada de Damocles que la UE ha colocado sobre los motores de combustión. El fin de su comercialización está fijado en solo una década, en concreto en 2035, un ejercicio en el que, además, los centros urbanos quedarían vedados para todo vehículo que no luzca en su luna frontal la etiqueta de cero emisiones.
Mientras, los contadores digitales de las estaciones de servicio riojanas no paran de girar. Solo el pasado año el consumo ascendió a 30.344 toneladas de gasolina 95 (otras 1.196 fueron de la mezcla de 98 octanos) y a 150.558 toneladas en el caso del gasóleo A.
En ambos, tras el frenazo provocado por la crisis sanitaria del SARS-CoV-2, la escalada se ha intensificado, aunque todavía queda lejos el techo alcanzado en los años 2017 y 2018, una vez que la economía empezó a zafarse de las amarras que la estrangularon durante una década, desde el estallido de la recesión de 2008.
Aunque el consumo de gasóleo de automoción ha sufrido una leve merma en los últimos diez años, en concreto del 7,03%, tras pasar de 161.952 toneladas en 2013 a las 150.558 del pasado año, su uso se mantiene en la cúspide y vuelve a repuntar. Ya lo hizo entre 2013 y 2017, cuando alcanzó el récord de 237.867 toneladas, para empezar una bajada que tocó fondo en el primer año pandémico, con 133.513 toneladas, y en el posterior, 135.314. A partir de ahí, un alza del 11,26% en los dos últimos ejercicios: 144.424 en 2022 y 150.558 en 2023.
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La gasolina 95 ha recorrido la misma senda, aunque con badenes. En aumento desde 2015 (26.639 toneladas) hasta tocar techo en 2017 (38.829) empezó un desplome interanual que concluyó en 2020 con 19.005 toneladas para, a partir de ahí, volver a conquistar a los conductores de la región en los años posteriores a las restricciones a la movilidad. Con un aumento total en su consumo del 30,85% desde el año precovid, su repunte no cede: en el último ejercicio el impulso fue del 18,64%, de 25.575 toneladas en 2022 a las ya detalladas 30.344.
Las razones, además de los condicionantes económicos y geopolíticos, tienen mucho que ver con la configuración del parque de vehículos riojano, con una estructura reacia a apuntalar el relevo. De los 14.000 turismos que se comercializan cada año en la región, más de 10.000 son del mercado de ocasión, vehículos usados de los que dos tercios superan la década de vida.
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Ana Benés
Presidenta de la Asociación de Estaciones de Servicio de La Rioja-FER
Eduardo de Luis Olloqui
Presidente de Ariauto (Asociación Riojana de Automoción)-FER
Y lo que sale de los concesionarios tampoco garantiza ese futuro de cero emisiones impuesto por las autoridades comunitarias. La mitad de los 3.365 turismos matriculados como nuevos el año pasado en La Rioja eran de combustión tradicional: 1.318 de gasolina y 380 diésel, según las estadísticas de la patronal Faconauto. Entre los restantes 1.667, de todo: eléctricos puros, de gas licuado o comprimido, de hidrógeno... pero mayoritariamente híbridos; es decir, gasolina y batería de apoyo.
Los pilares del parque regional de vehículos siguen firmes: de las 219.482 unidades que computaba la Dirección General de Tráfico (DGT) en 2022, el 59,13% eran movidas por gasóleo (61,08% en el 2013), otro 40,31% por gasolina (38,75% una década atrás) y solo el 0,56% quedaba bajo el epígrafe de otros (su peso era del 0,17% en 2013 y del 0,28% en 2019).
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El panorama inmediato no aporta visos de cambios radicales. De los 219.482 en circulación en La Rioja 154.610 son turismos –89.084 diésel, 64.861 gasolina y solo 665 de otras fuentes de automoción–; y 38.414 camiones, furgonetas y autobuses, en su inmensa mayoría diésel (35.200).
Falta mucho por hacer, coinciden los expertos riojanos del sector. «Va a cambiar la manera de fabricar los coches y se fomentarán las ventas de eléctricos, pero no estamos en esa vía, todavía nos faltan años», señala Ana Benés, presidenta de la Asociación de Estaciones de Servicio de La Rioja, integrada en la FER, quien resalta que «se han abierto muchas gasolineras en los últimos 10 años y eso es un indicador de que el consumo no va a menos, aunque está más diversificado». Tras recordar que los mayores consumos de combustible fueron en los años 2017 y 2018 –«Nos movíamos más porque fueron unos años económicamente buenos en La Rioja tras la salida de una crisis muy grande, la de 2008»–, Benés defiende que «cuando la economía funciona, todo se mueve, y evidentemente también el transporte. Eso parece que está otra vez sucediendo tras la pandemia».
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Por su parte, Eduardo de Luis Olloqui, presidente de la Asociación Riojana de Automoción (Ariauto), también integrada en la FER, alerta de que «hay una agenda de descarbonización muy ambiciosa, pero realmente no se están dando los pasos adecuados, ya que no hay todavía una infraestructura de recarga, estamos al 6% de lo que se plantea para 2030».
Y señala otro grave problema. «El parque riojano es viejo, obsoleto, los vehículos tienen una antigüedad media de 15,2 años y 45.000 coches carecen de etiqueta porque son anteriores al año 2000 y otros 54.000 tienen la B, que no es etiqueta ecológica. Solo el 32% tienen la C, el 3% la Eco y el 0,4% la cero».
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Tras recordar que en La Rioja se matricularon el año pasado un 6% menos de coches nuevos que en 2020 y que «estamos un 30% por debajo de 2019», explica que «hemos pedido al Gobierno de La Rioja que ponga en marcha, como se ha hecho en otras comunidades, un plan de mejora de eficiencia de CO2 a la atmósfera, pero no solo para coches nuevos, sino para todo aquel que inutilice un coche con más de 10 años y compré uno que baje las emisiones, aunque tenga 8 años, porque estamos removiendo lo viejo, cuando lo que necesitamos es limpiar el parque».
No es su única desventaja, pero sí una de las más llamativas y de más difícil y lenta solución. El futuro del vehículo eléctrico carece en La Rioja (y en el conjunto del país) de la infraestructura necesaria para convencer a muchos conductores.
Llenar un depósito de combustible no es barato, pero sí sencillo, cómodo y ágil, virtudes de las que carece, de momento, la automoción eléctrica.
Poco antes del cierre de 2023 la región computaba solo 144 puntos de recarga de acceso público, de los que, además, 91 eran de carga lenta (igual o inferiores a 22 kw de potencia, lo que requiere, como mínimo, de tres horas de 'enchufe para llenar la batería), 8 de carga media y los restantes 45 de carga rápida (más de 50 kw).
Aunque de aquí al próximo año solo Logroño dispondrá de 145 puntos de recarga ubicados en más de 30 ubicaciones distintas, parece imposible alcanzar los objetivos prefijados para la comunidad que estimaban en 549 los postes necesarios en 2025 para cubrir una senda que establecía en 1.994 los postes de electrolinera obligatorios en 2030 y lograr los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y las exigencias de reducción de emisiones de la UE.
El litro de gasolina 95 a 1,62 euros y el de gasóleo A, a 1,57. Son los precios medios de esta semana en los surtidores riojanos, que, como los del resto del país, no ceden. Con unas tarifas medias el pasado año, según el geoportal del Gobierno de España, de 1,79 y 1,80 euros, la gasolina ha incrementado su precio un 38,73% desde 2019 (1,29 euros por litro) y el gasóleo, el 47,98% (1,21). «Es difícil de pronosticar la evolución, sobre todo desde que empezó la guerra de Ucrania. Es verdad que se ha estabilizado en cierta manera el precio, pero a unos niveles altos», resume Ana Benés, presidenta de la Asociación de Estaciones de Servicio de La Rioja-FER. «Más de la mitad son impuestos y hay variables geopolíticas, por eso no me atrevo a hacer una previsión, pese a que el barril Brent está a 80 dólares, que no es caro», insiste.
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