ÁLVARO MACHÍN
Jueves, 13 de octubre 2022, 17:21
Cuando uno entra en el bar La Solía (Liaño, Cantabria) y toma asiento, se le pone sin preguntar un servicio de agua y unos frutos secos. Luego, el camarero se aleja un momento para que los clientes decidan qué van a tomar. El empleado regresa ... y pregunta. Hasta ahí, lo de siempre. Pero desde hace algo más de un mes en este local, si alguien dice que no va a tomar nada, se le advierte que eso tendrá un coste de 1,50 euros. Un precio -aparecerá en el tique- por «no consumición». «No es por recaudar, no es ninguna tasa, no es porque ahora sea época de crisis, ni porque nos queramos hacer ricos. Yo creo que es sentido común, lógica, coherencia y dignificar la profesión. No tiene sentido sentarse en un bar a no consumir. Si entra, consuma. Esto es un trabajo, un negocio», explica su propietario, Óscar Solana. Más que cobrar, es evitar la silla sin rendimiento. De hecho, en este tiempo -la decisión se advierte en la entrada- habrá cobrado el euro y medio «cinco o seis veces».
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Solana, el propietario, salía precisamente, el pasado domingo en el periódico El Diario Montañés explicando que este invierno, ante el aumento de costes (luz, gas...) había decidido abrir únicamente de jueves a domingo para «optimizar». «Ajustarse». Mantener la plantilla, que cumpla sus horas y trabajar en los momentos que hay trabajo. «Porque ahora no puedes estar abierto y con la luz dada esperando a que venga gente». Con esto del 1,50 por no consumir no pretende llenar más la caja a base de no consumiciones, «pero tenemos que atinar mucho el tiro». «Esto es una coctelería en la que habitualmente hay gente esperando fuera para tener mesa. Si en una de seis -relata- sólo consumen cuatro, podría ubicarles en una mesa de cuatro y dar cabida a gente que está esperando y que no tiene sitio porque hay dos personas que no consumen. Es como si cinco van al cine y dos dicen que no pagan entrada porque no van a mirar la película. En un negocio de hostelería cada silla tiene un coste de luz, de impuestos, de local, de plantilla... Al acceder ofreces una atención, música, calefacción, baño... Creo que es sentido común, dignificar el trabajo. Un negocio supone una inversión enorme y no tiene sentido que te sientes y ocupes un sitio para pasar la tarde». Pone ejemplos. Seis personas que entraron a la 01.25 al local (cierran a la 01.30 h.) y pidieron dos consumiciones. La hora extra del local, del camarero...
Su decisión, claro, se ha vuelto viral -ha salido en televisión explicándolo-. Una oleada de comentarios. Un debate. «No creo que a ningún hostelero le parezca mal y la mayoría de opiniones que he recibido son positivas». Y no, a los niños no se les aplica. «Aunque a veces veas que te dicen que el niño no toma nada y luego saquen un botellín de agua del bolso. ¿Y qué? ¿Qué haces con eso?».
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