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La cita es en el Parlamento de La Rioja. Por la tarde tiene que ser, que el cuatrimestre es duro y hay clase por la mañana. Entre otras asignaturas, Derecho Constitucional. Ninguno de los cuatro ha pisado antes el hemiciclo que a estas horas es ... todo piedra y silencio, pero no les apoca ni la solemnidad del escenario ni el motivo del encuentro: reflexionar desde sus recientes 18 años sobre esa Constitución que cumple 45 y todas las polémicas, aristas y controversias que trae de serie en el momento actual. Amnistía incluida.
Los quintos de la princesa Leonor comparten una visión pareja sobre un texto que respetan y valoran. El listado de virtudes que los cuatro enumeran como una lección bien memorizada no aparca, sin embargo, otro catálogo no menos abultado de goteras por las que se escapan sus fortalezas y pide a gritos cambios para no quedar atrás. Para Pablo Heras no caben dudas sobre la trascendencia de la Carta Magna que este miércoles cumple un aniversario más. «Es la referencia básica; la cúspide del ordenamiento jurídico español, la norma de la que parte el resto del ordenamiento y que todos debemos respetar porque lo que queda fuera es inválido», dice con una convicción nada impostada. La nota que pone Denisa Filip a la Carta Magna roza también el notable «porque es el referente que debe acatarse y mantiene un orden general». Un diagnóstico que hace suyo Iván de Miguel, destacando asimismo otros valores como el servir de patrón para comprender la estructura jurídica y legal española. Y especialmente, para los que se estrenan en su estudio como él y sus compañeros de promoción. «Es un texto del que se puede aprender muchísimo», comenta antes de que María Quintero agregue a todas esas bondades el de contener, además de las obligaciones, un inventario de derechos fundamentales articulados para proteger al ciudadano. Ese es el capítulo que a su juicio resulta más relevante de la Constitución del 78 aún con el lastre que supone el paso del tiempo. «Blindar los derechos y que el texto sea vinculante resulta fundamental, porque en muchas ocasiones están amenazados e incluso se vulneran». El resto se detiene mucho antes a la hora de subrayar el artículo que más pesa en la Constitución que también ellos celebran. Se quedan con el primero –«España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político»– ya que para Iván «define lo que somos como país y como sociedad» y, según Denisa, «es como el tronco a partir del cual se desarrollan el resto de las 'ramas' legales que nos sirven de guía».
Los halagos a cómo sus mayores gestaron la Constitución son el preámbulo de los reproches a las reticencias de esos mismos actores al cambio. Pablo lo expresa con rotundidad. «Los jóvenes la vemos como algo arcaico», sentencia. «Nuestros padres y nuestros abuelos la ven como algo lógico y coherente, pero para quienes hemos nacido en el siglo XXI es más que evidente que debe ponerse al día», continúa sin dejar de apuntar cuál sería una de las modificaciones perentorias: la equiparación de las comunidades «para que Cataluña o País Vasco no tengan más privilegios que otras como La Rioja, que no aporta tantos diputados ni es tan crucial para la gobernabilidad».
Pablo Heras Pradejón
María también es partidaria de repensar algunos paradigmas recogidos en la Constitución, empezando por la Corona. «Debería facilitarse un referéndum para que todos podamos elegir entre Monarquía o República», indica mientras Pablo matiza que «la forma de Estado ya estaba contenido en la Constitución que se votó a favor en el 78», aunque la futura sucesión de Felipe VI reabre otro debate. «A nuestra generación no se nos ha preguntado sobre los reyes, pero es que a Leonor tampoco nadie le ha preguntado si quiere ser reina», apostilla Denisa para reconocer, como el resto, que la formación de Leonor es muy sólida y se identifica algo más con la juventud que un día quizás tenga que liderar desde una institución que Iván ve difícil de reemplazar. «¿Cómo va a ser posible ponerse de acuerdo en algo tan esencial si en otros temas más secundarios no hay modo de llegar a un consenso de mínimos?», se pregunta.
En lo que los cuatro sí coinciden es en su perspectiva sobre la amnistía que copa la actualidad y sus detractores observan como un ataque a la Constitución. También ellos recelan de su aplicación. «Si alguien ha cometido un delito debe afrontar las consecuencias, no puede quedar exento; es así de sencillo», plantea María mientras el resto siente y Pablo mira atrás, cuando la Transición posibilitó otro tipo de amnistía ante el cambio de régimen: la que facilitó una Constitución que este miércoles vuelve a celebrarse.
Pablo Heras Pradejón
La Constitución no es que pueda, sino que debe cambiar. Quizá no en los aspectos nucleares que más tensión generan, pero sí en cuestiones obsoletas que ya no pueden conjugarse en presente ni mucho menos en futuro. «Lo que hace 45 años podía parecer normal hoy nos chirría», apunta Pablo Heras sin dejar de reconocer que el contexto entonces era otro y la perspectiva distinta. Por ejemplo, la prioridad del varón sobre la mujer en la línea sucesoria de la Corona. «Por muy monárquico que alguien sea, es un disparate; sin embargo, en el 78 pocos se extrañaron porque siempre había sido así y constituciones de otros países también lo contemplaban», ejemplifica convencido de que, aunque ahora no se dé la coyuntura en el caso de Leonor y su hermana Sofía, el texto debería modificarse en este punto «por sentido común». Cambios que, a su parecer, también deberían ahondar en la igualdad entre autonomías o la simetría entre el mundo rural y el urbano.
Denisa Filip Villamediana
Denisa Filip no oculta su escepticismo. A la vez que reconoce las virtudes de un texto que con sus más y sus menos ha cumplido la función referencial con que se gestó –«hasta ahora no nos ha ido mal, ¿no?– también destaca que no son pocas las carencias. «El 50% de los artículos siguen estando vigentes; el otro 50% han quedado muy atrás y tendrían que mejorarse», opina. Formula la frase en condicional de manera consciente, porque a esa revisión debería preceder un consenso que, al menos por el momento, suena a quimera. «Con el nivel actual de crispación que se vive, cualquier tipo de pacto, y especialmente en un tema tan sensible, es imposible», lamenta apuntando más a la polarización que al espíritu mismo de la Carta Magna como gran obstáculo para engrasar el mecanismo constitucional. «Las ideologías en España son tan opuestas y los bloques se han extremado tanto que habrá que esperar». Quizás a la generación de Denisa.
Iván de Miguel Soria
Iván de Miguel también es partidario de abrir el debate sobre la modificación de la Constitución. Sin tabúes ni estridencias. Tampoco miedos. Simplemente, como un proceso natural. «Los años van pasando, y con ellos van sucediendo cosas nuevas pero, sobre todo, va variando la manera de ver algunos asuntos porque se tiene más información y menos prejuicios», argumenta. «La sociedad de hoy tiene muy poco que ver, por no decir casi nada, con la de 78 que vivieron nuestros mayores», insiste para, a renglón seguido, asumir, no solo como estudiante de Derecho sino como espectador de la actualidad, lo difícil que resulta que su deseo se cumpla. «Por la tensión política que se vive, pero también por lo complejo que resulta el trámite», expone. «En otros países el procedimiento que se requiere no es tan enrevesado ni las mayorías exigidas tan grandes».
María Quintero Logroño
Para María Quintero no hay más secreto que el compromiso para acometer los ajustes a los que, como sus compañeros de aula y de reflexiones, debería someterse la Constitución que han heredado de las generaciones previas y que la suya percibe acartonada. «Podría hacerse cambios si hubiera una voluntad real», sostiene para, sin terminar la frase, mostrar sus dudas de que algo tan cotizado como es el interés general pueda imponerse sobre el partidista. Y no solo en una cuestión tradicionalmente casi intocable como es el texto fundamental de 1978. «En otros temas trascendentales como la renovación del Poder Judicial sucede más de lo mismo», resalta para destacar otro argumento inapelable: el paso del tiempo. «En la época en que se aprobó el país estaba atravesando una transición en la que lo importante era que todas las partes se sintieran conformes; ahora nos encontramos en un momento completamente diferente con una sociedad que ha evolucionado y a la que la Constitución debería ir amoldándose también», remacha.
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