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La Constitución de 1812 reservaba en su capítulo II (artículo VI) un espacio para garantizar la utopía: pretendía asegurar que los españoles serían justos y benéficos. Sobra decir que fracasaron aquellos padres constitucionales pero su ejemplo pionero de algo sirvió: otros mandamases, con el ... paso del tiempo, se inspirarían en aquel fallido ideal para promover la implantación de la felicidad obligatoria entre sus súbditos. Un prometedor horizonte que, a la vista de la doble sesión de la también fallida investidura de Concha Andreu, también se alcanzará en La Rioja. De momento, en su sistema político ya es obligado sonreír. Por algo se empieza.
Inició la tanda de sonrisas y más sonrisas el portavoz del PP en la primera sesión, sirviendo de modelo para el pleno de este martes. Llegó Raquel Romero sonriente al Parlamento, acompañada de sus asesoras con el mismo aire risueño, y por supuesto sonrió cuando los periodistas apostados a la puerta le preguntaron qué se disponía a hacer. «Votar», replicó entre risas. Antesala del frenesí que se viviría durante toda la mañana, como si Podemos hubiera aprendido la lección del día anterior, que le sorprendió de funeral. Cuando sus asesoras depositaron a la entrada del hemiciclo a su diputada como si la llevaran al cadalso. Como si no se fiaran de ella, como si llevaran a la niña a la escuela el primer día de clase y temieran que según se dieran ellas la vuelta Romero se liara a hacer novillos. Una imagen curiosa para el partido que venía a reclamar para la mujer un nuevo papel, dominante, alejado de todo rol vicario. ¿El emponderamiento era esto?
Tal vez. Así se desprende del semblante desbordante de dicha que distinguió a Romero durante toda la sesión. Una sonrisa de profundo éxtasis zen, refractaria a las balas que silbaban a su lado, que contrastaba con otra clase de sonrisas que también se vieron por el Legislativo. Las de sus asesores, por ejemplo. Sonrisas pícaras, las propias de una pandilla de adolescentes que acaban de cometer una travesura muy divertida, como queriendo llamar la atención de sus mayores. O las sonrisas muy ricas en cinismo que acompañaron desde el PSOE las palabras de la parlamentaria morada, que provocaron incluso un respingo del presidente de la Cámara: Jesús María García huyó de la seria imagen de neutralidad que la acompaña desde que estrenó el cargo cuando oyó a Romero prometer que ella ni se compra ni se vende. Como el amor verdadero, según aquella copla.
Ah, el amor. Ocurre que cuando el infantilismo domina nuestros actos, entra en juego el temible factor sentimental que todo lo pervierte. En lugar de una fría ceremonia, propia de una investidura, sus señorías protagonizaron una sesión muy pasional, cargada de electricidad ambiente. Los más veteranos podían recordar aquel momento, allá en el Pleistoceno de la autonomía, cuando una moción de censura del PSOE y el PR desplazó del banco azul al PP y en el viejo Convento de la Merced se congregaron los incondicionales de unos y otros. Con una diferencia decisiva: que los seguidores presentes de Podemos cabían ayer en un taxi. Natural que Romero se espantara desde el atril del formato de las negociaciones tipo mesa camilla: le recordarían las que enhebra ella con sus dicharacheros asesores, que entre más sonrisas prolongaron el ambiente de fiesta juvenil del pleno tomándose un selfi. ¿La nueva política era esto? ¿Un campamento de verano?
Tal vez. Un eterno campamento de verano, con su fuego de medianoche donde compartir las anécdotas del día. Hábito al que se entregaron los distintos grupos parlamentarios en cuanto concluyó el pleno, aunque era más bien una sesión de espiritismo donde cada cual exorcizó sus demonios interiores. Se supone que la reunión de Podemos sería la más larga, porque estaban convocados a distancia varios fantasmas: Iglesias, Echenique, Montero, Garzón... La gestora invisible que dirige la formación morada en La Rioja luego de las últimas purgas se sentiría a gusto bajo los focos. Quién sabe si demasiado. Si el PSOE aún aspira a contar con su decisivo escaño, esa estrategia de llenar de leña la caldera con el riesgo de que reviente, incapaz de asumir el exceso de combustible, parece contraproducente. Concede a los cortejados una importancia exagerada, que alumbra el aura de victimismo que tanto ansían. Hasta el punto de que esas tres consejerías que pedían por la mañana sería un botín escaso llegada la noche. Vista su tendencia a la megalomanía, parece preferible entregarle a Podemos las llaves del Palacete. O crear para ellos una consejería transversal, la de la felicidad. Con un mandato: que compartan con los riojanos el secreto de su sonrisa. Será interesante saber qué están tomando.
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