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«Mi padre murió cuando yo tenía un año, se llamaba José Sáenz de Luque. Todos se llamaban José, mi abuelo, mi padre y mi hermano mayor; y digo se llamaban porque también mi hermano falleció. A la muerte de mi padre, mi madre se casó con otro hombre y mi padrastro se dedicó prolijamente a destruir toda la documentación de mi familia con lo cual no tuve más noticias de nada». Huérfano de antepasados, el cardiólogo argentino y médico militar en la guerra de las Malvinas, Ricardo Sáenz de Luque, se ha propuesto restablecer el honor y el apellido de su abuelo, un afamado médico de Logroño que en 1907 fue condenado «falsamente», dice su nieto, por intentar quitar la vida al teniente coronel Rafael Albarellos, marido de su amante, Dolores Aguirre Benedito, mujer de la que se había enamorado perdidamente y con la que tuvo un hijo, José Sáenz de Luque, padre de Ricardo.
Una historia de un hombre que reúne todos los ingredientes y de la que su nieto no obtuvo las primeras pistas hasta el 2010. Fue a raíz de un viaje casual. Uno de sus primos que residía en Lanzarote se mudó a Logroño. «Podían haber ido a Málaga, a Granada, pero vinieron a Logroño». «Mi primo me preguntó cómo se llamaba mi abuelo y le dije lo que sabía entonces, que era médico y que se llamaba José Sáenz de Luque». Al día siguiente, después de escarbar en la Biblioteca de La Rioja, había logrado más información de la que Ricardo se podía imaginar. Desde artículos escritos por su abuelo hasta datos como, por ejemplo, que su antepasado había fundado el colegio médico farmacéutico, que fue senador del Reino, concejal dos bienios en Logroño y de cuyo cuño salieron parte de las ordenanzas de 1900.
RICARDO SÁENZ DE LUQUE
José Sáenz de Luque, formado en Francia como cirujano, «fue todo un personaje» que le ha inspirado para escribir su vida, parte de ella novelada, en el libro 'Cuánto te he admirado abuelo desconocido (un nervio logroñés de nervio y sustancia)'.
Nació el 27 de agosto de 1857 a la una de la madrugada y fue hijo natural de un famoso notario, Matías Sáenz Cascante, propietario de cinco edificios en Logroño, la mayoría aún en pie, y de buena parte de la zona donde se levanta la actual Universidad de La Rioja. Matías era un hombre complicado que se enamoró de una modista, Agustina Isaac, con la que tuvo a José. Les mantuvo toda la vida, incluso les regaló uno de los edificios de su propiedad hasta que el 22 de marzo de 1883 reconoció como legítimo a José. Tenía 23 años. Le dio su fortuna y su apellido y ya viudo dijo que se casaría con Agustina y «debió ser así porque aunque no tengo el acta de casamiento, mi bisabuela siempre apareció como soltera hasta que, de repente, aparece como viuda».
En la búsqueda de pistas de su abuelo, Ricardo se hizo con unas fotos de una medalla de plata de cuando su abuelo representó a la provincia de Logroño en el congreso internacional de Medicina de 1903, y una tela pintada al oro en la que se podía leer: Matías Sáenz, marqués de la noble villa y Solar de Valdeosera. También tenía estampado un escudo con un castillo, un león y «creo que había un oso, pero mi hermano mayor me pidió la tela para restaurarla y cuando se murió, desapareció la tela».
La vida de José Sáenz de Luque transcurrió con relativa normalidad. Se dedicaba a la medicina e incluso llegó a anunciarse en las páginas de este diario en 1889, el mismo año en el que empezó a imprimirse el rotativo. Textualmente, tal como figura en la imagen que ilustra esta página, se presentaba como experto en vías urinarias, enfermedades venéreas y sifilíticas. «Consulta pública diaria de 11 a una de la tarde en la calle del Colegio (plaza de Abastos números 36 y 38). Gratis a los pobres».
En 1899 se casó en primeras nupcias con la hija de un famoso boticario, Isidora Presa, que falleció súbitamente a los 23 años. Ya viudo se enamoró de una mujer casada, «mi abuela», cuenta Ricardo. Se llamaba Dolores Aguirre (una bella aragonesa) que entonces era la esposa de Rafael Albarellos Sáenz de Tejada, teniente coronel, que inició un «enrevesado entramado» contra José, con quien paradójicamente había ido al colegio. Le acusó de tentativa de asesinato argumentando que él le había dicho que Dolores debía ser suya «por las buenas o por las malas y todo eso lo dijo cuando mi abuela ya se había escapado de su marido, estaba embarazada de mi padre y vivía en Barcelona». En la capital condal nació el padre de Ricardo el 16 de diciembre de 1907, unos meses después de concluir la vista oral contra José Sáenz de Luque, que acabó en una condena de dos años y cuatro meses de cárcel.
Según la denuncia de Albarellos, el conocido médico logroñés, por intermedio de un amigo, el practicante del hospital, Don Mariano García Gutiérrez, había comprado a un asesino, Blas Ibarra Ruiz, exenfermero del hospital provincial, expulsado por borracheras reiteradas, para que le quitara la vida al teniente coronel a cambio de 6.000 pesetas.
El plan era simple. Ibarra tenía que seguir a la presunta víctima en todo momento y sobre todo por la noche cuando el militar recorría el trayecto hasta su casa, en la calle Las Delicias, cruzando el paseo del Espolón. El presunto verdugo contaría con la advertencia de los movimientos de la víctima, se los proporcionarían José y Mariano, quienes siempre se sentaban en la misma mesa, cerca de la puerta, en el café de La Habana. El modus operandi consistía en interceptar al hombre y herirlo con un cuchillo. De las sombras saldría José Sáenz de Luque, intentando socorrer a Albarellos para envenenarle la herida y así quitarle la vida.
El juicio que comenzó a las nueve de la mañana del 4 de junio y finalizó a las doce de la noche del 6 de junio, «fue una cosa amañada», sostiene Ricardo, y se reflejó extensamente en las páginas de este diario del 4, 5 y 6 de junio de 1907, donde se recogieron las declaraciones textuales del acusado a las preguntas de los abogados. José no se defendió, sino que negó la relación, bien para proteger el nombre de la dama o como parte de un acuerdo extrajudicial. El galeno, condenado a dos años y cuatro meses, fue llevado a prisión y a partir de aquí Ricardo pierde la pista de su abuelo, salvo que escapó a Francia o salió de España ocultando su identidad. Antes, y seguramente con la intención de viajar ligero de equipaje, entregó a la biblioteca particular del Instituto General y Técnico de Logroño una colección de 170 volúmenes de los siglos XVI, XVII y XVIII, heredados en gran parte de su padre.
No hay datos de su ingreso en Argentina, pero sí una «improbable» pista en un registro de una compañía naviera que hacía el recorrido Bilbao-Argentina, en el barco Patricio de Satrústegui. El 24 de septiembre de 1909 se embarca una mujer llamada Dolores Aguirre, de 26 años, con un niño de dos, llamado José Aguirre. Ricardo no tuvo más información sobre sus abuelos a los que no llegó a conocer, sólo que ejerció como médico en Buenos Aires, asistiendo a la comunidad española en la capital argentina. Transcurrido más de un siglo de aquella desventura, Ricardo quiere recuperar el honor de su abuelo tan «injustamente tratado».
El relato del juicio por tentativa de asesinato que sentó al galeno logroñés José Sáenz de Luque en el banquillo de los acusados está trufado de curiosidades como así se reflejó en las páginas que sobre él se publicaron en este diario los días 4, 5 y 6 de junio de 1907.
En un momento de la audiencia, el acusador le preguntó a José:
-¿Requirió amores de Doña Dolores Aguirre?
-No, señor.
-¿No la amenazó usted?
- No señor, juzgarlo así es cosa de tontos porque los caballeros no hacen nunca esas manifestaciones a una mujer.
En la vista también declaró un camarero de La Habana, quien negó que el acusado ocupara siempre la misma mesa, cerca de la puerta de la cafetería como había afirmado la acusación.
La defensa de José, en su alegato final, dijo sentir frío «al ver la poca garantía que tiene la honra, la libertad de los ciudadanos a una acusación falsa, aunque sea tan burda como esta» y «aún asumiendo que la falsa historia fuera cierta, luego de la etapa de preparación, se desistió del intento, por lo tanto se anula la acción del delito». Pese a todo, el jurado se pronunció en contra y fue condenado a dos años y cuatro meses de prisión. Esa noche ya la pasó en la cárcel de Logroño.
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