Un hombre ha sido condenado a pagar 3.000 euros a un riojano al que suplantó la identidad para lograr citas a través de Tinder, una aplicación para conocer personas. El acusado, que en el proceso dijo que se trataba de «una broma», tomaba fotografías ... del Facebook de la víctima para trasladarlas a Tinder, donde incluso conservaba el nombre del suplantado, y así lograr contactar con mujeres. No le fue mal, ya que al menos quedaron registradas cuarenta citas, aunque la sentencia no puede calcular «cuantas personas visualizaron en Tindder el perfil con el nombre y fotos» de la víctima.
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¿Cómo llegaba a esas fotos? Ambos habían sido amigos en la época universitaria en Salamanca y, cuando se produjeron los hechos en 2020, no tenían contacto, aunque seguían vinculados en Facebook. Aunque parezca extraño, el imputado, después de lograr quedar con mujeres gracias a las fotos y con el nombre de otra persona, se presentaba él personalmente a las citas. Es decir, con su verdadera cara. Y le funcionó hasta que acercó su residencia a La Rioja.
Entonces, conocidos del suplantado le comenzaron a preguntar qué hacía en la red social Tinder. Esta extraña situación le provocó problemas laborales y «personales en su relación de pareja, así como estrés». Para desenmascarar al impostor, la víctima tuvo que copiar su método: creó un perfil falso, logró captar la atención del farsante y, cuando este le dio su número de teléfono para quedar, descubrió que era su antiguo conocido de la universidad, por lo que procedió a la denuncia.
El caso recorrió primero una vía penal, que no fructificó ya que los hechos se produjeron antes de que el Código Penal tipificase este delito a través de las redes. Pero administrativamente sí que ha conllevado una multa de 3.000 euros al considerar el Juzgado de Primera Instancia número 6 de Logroño que existió «una intromisión ilegítima al honor, intimidad y propia imagen» de la víctima.
David Maeztu, abogado de la víctima, explica que estos delitos son «más habituales de lo que parecen». Tal vez no para ligar, pero sí para «dañar la reputación». Identificar al autor resulta complejo y el tiempo corre en contra de las víctimas, ya que los datos se guardan durante un año, pero los que han sufrido estas situaciones cada vez se animan más a denunciar. «Existe cierta inconsciencia de que estos actos constituyen un delito grave, pero creo que cada vez la gente percibe de manera más clara que lo que pasa en internet conlleva consecuencias en la vida real», concluye el abogado.
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