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Alicia no vive aquí. Así se titula una totémica película de iniciación, obra del gran Martin Scorsese. Una hermosa aunque devastadora cinta cuyo hilo argumental recorre el espinazo de ese gran drama contemporáneo llamado soledad. Es también un relato sobre la inadaptación, la idea ... de desarraigo. Su protagonista, Alicia, va saltando a lo largo del metraje de ciudad en ciudad, de empleo en empleo, buscando un asidero que le permita reconstruir su vida. De fracaso en fracaso, esta heroína en algo recuerda a otra Alicia, una Alicia más cercana. Una Alicia que tampoco vivió en ningún país de las maravillas sino que habitó un territorio más prosaico. La España de la Transición, también con su propia carga de desolación. Aquella Alicia se apellidaba Izaguirre. Ganó las elecciones de La Rioja de 1987 al frente de las listas del PSOE pero tropezó con una derrota tan cruel como las que sufría la Alicia de Scorsese. Trasquilada en La Rioja, forjó su propio itinerario de encargos por media España, sin olvidar nunca aquel tropiezo que impidió a su partido gobernar La Rioja y (tal vez) cambiar el curso de la historia. Un cruel destino con el que Concha Andreu estuvo coqueteando este verano. Del que este martes ha salido triunfante. Aquella Alicia no vivió aquí. Pero Concha sí. Ya es la dueña del Palacete.
Para coronar ese Himalaya, Andreu no sólo tuvo que atravesar un largo verano de desencuentros con sus potenciales socias. También debió someterse a una segunda intentona de investidura una vez conseguido el aval de Podemos hace siete días. Pero en la medianoche entre estas dos citas parlamentarias consecutivas de esta semana, Raquel Romero y compañía escribieron el enésimo capítulo de su propio historial de cismas internos y divisiones cainitas, especialidad donde acreditan una envidiable maestría. No ha habido paz para los morados ni siquiera en las horas previas a la investidura de Andreu, en medio de crecientes pugilatos en la adjudicación de la consejería en el futuro Gobierno, una especie de subasta que tuvo en vilo a la bancada socialista mediada la sesión de este martes. Y también a los propios dirigentes de Podemos, asesores externos incluidos, que se contradecían en sus excusas y se daban mus cuando se les preguntaba por la espantada que ha protagonizado su parlamentaria en mitad del pleno. Cuando ya había confirmado su plácet a Andreu. Cuando parecía que amenazaba con pensarse mejor esa idea. Cuando dejaba su escaño entre lágrimas y escenificaba la también enésima función teatral donde mejores destrezas ha exhibido su partido. El tan celtibérico esperpento.
O tal vez era un sainete. En auxilio de Romero ha acudido (cómo no) Mario Herrera, quien como suele ha tomado a su asesorada de la mano como si la llevara al cole y así la ha conducido desde su asiento en el hemiciclo hasta el despacho, donde ha permitido que se desahogara durante diez minutos que parecieron diez meses. ¿'Tamayazo a la riojana?¿'Romerazo'? Instantes de confusión y algún nerviosismo alimentado por la propia interesada, que no sólo ha insistido en hacer pucheros de regreso a su butaca, sino que a continuación ha declinado hacer uso de la palabra en el segundo turno de intervenciones previsto por el reglamento. Sólo tenía ojos para Herrera, aupado al segundo piso del Legislativo, justo enfrente de ella, en la función propia de estos meses: su ventrílocuo. Ella le sonreía, se ensimismaba en su escaño, volvía a sonreír... Más y más nervios. Hasta que la sonrisa se ha convertido en risa triunfante y ha pronunciado el sí más escamoteado de la historia parlamentaria de La Rioja. El sí que abría la puerta del Palacete a otra mujer, que este martes se vistió como ella, de blanco y rojo. Un sí condicional. Y condicionado.
Condicionado a cómo resuelvan los socios del Gobierno las contradicciones que han aflorado estos días y que presagian días de emociones en la vida política regional. Emociones fuertes, como el dos por uno de este martes: investidura de Andreu y de Pablo Baena como jefe de la oposición luego de adelantar al PP por su derecha. Emociones como las derivadas de la antipatía mutua entre Romero y Henar Moreno, quienes escenificaron una tregua nada creíble en el vestíbulo del Parlamento, segundos después de que se dedicaran sendas dosis de desaires. Y segundos antes de que la hinchada socialista aclamara a su presidenta, mientras en la atmósfera del antiguo convento de La Merced emanaba un aroma bien conocido: el perfume de la conspiración, ese atributo tan caro a Podemos. Cuyas diatribas internas ya dan un poco lo mismo al PSOE, que tiene lo que tanto ansiaba. La elección de Andreu culmina una maestra jugada estratégica cuyo arquitecto se llama Francisco Ocón aunque sea su compañera quien niegue desde ayer la historia que tanto dañó a su partido. Alicia nunca vivió en el Palacete. Esa era la suerte que el destino le reservaba a Concha.
La vicepresidenta Carmen Calvo, más los ministros de Interior y Agricultura (Fernando Grande-Marlaska y Luis Planas) estaban invitados a acompañar este jueves en representación del Gobierno de la Nación a Concha Andreu en su toma de posesión como presidenta del Gobierno de La Rioja, que tendrá lugar en la plaza del Parlamento al mediodía. Todo un gesto hacia Andreu por parte de Pedro Sánchez, que ya la incluyó como miembro de su ejecutiva y le distingue con este tipo de señales que muestran su predilección por la nueva presidenta. Pero la coyuntura política amenaza con dinamitar esas previsiones: Calvo tendrá que comparecer por la tarde en el pleno del Congreso a cuenta del Open Arms y tanto su presencia como la del resto de integrantes del Ejecutivo central está ahora en el aire.
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