La presidenta de la AECC de La Rioja, Elena Eguizábal y varias de las participantes en el curso de almazuelas de la asociación posan, tras su reunión del miércoles, con las fundas de las futuras almohadas del corazón Justo Rodriguez

Comprensión, ilusión y esperanza en un tesoro vital de 150 gramos

La AECC de La Rioja regala su almohada del corazón a cada operada de cáncer de mama | El cojín, fabricado por las usuarias del taller de almazuelas de la asociación, alivia los efectos de la intervención quirúrgica y refuerza la autoestima de la paciente

Sábado, 19 de octubre 2019, 09:04

Agujas, hilo, imperdibles, telas, retales, tijeras... Las herramientas imprescindibles en cualquier taller de costura salen del armario cada tarde de miércoles para el curso de almazuelas de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) de La Rioja. Sobre dos amplios caballetes en una ... de las estancias de la sede logroñesa de la entidad, en la calle Lardero, 11, reposan brillantes unos utensilios que son necesarios pero no indispensables porque en cada cita compartida por casi una veintena de usuarias, todas ellas diagnosticadas y operadas de cáncer de mama, lo que realmente se tejen son sueños, ilusiones, esperanzas y un empujón hacia la vida.

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Da igual la disculpa para la reunión semanal -almazuelas, taller de pintura, manualidades...- cada rato compartido se convierte en una sesión terapéutica que rezuma provecho. «Aquí hablas, te ríes... Para mí, aunque parezca paradójico, es el único momento del día en que desconecto del todo de la enfermedad», resume Valle Palacios tras acabar un nuevo encuentro al que todas se refieren como «terapia maravillosa», porque «la familia, por mucho que te quiera, no sabe ayudarte como alguien que ha pasado por lo mismo que tú».

AECC DE LA RIOJA

  • Dirección Calle Lardero, 11, bajo (Logroño).

  • Teléfono 941 24 44 12.

  • Página web www.aecc.es.

Son guerreras y han decidido sacar el genio y plantar cara a la enfermedad. Unos días lloran; otros, ríen; y aunque haya momentos en que están a punto de caer, enseguida se levantan gracias al apoyo de las demás. El grupo tira de todas hacia arriba y miércoles tras miércoles, puntada a puntada, cosen un futuro de comprensión, de luz y de vida. Para ellas y para las que, por desgracia, vendrán.

De sus manos surgen cada año más de un centenar de piezas de tela, cada una de ellas un tesoro enorme de apenas 150 gramos que entregan en el Hospital San Pedro a las pacientes intervenidas. Son las almohadas del corazón, un simple cojín ideado en el año 2001 por una enfermera norteamericana, que llegó a España, a Mallorca, en el 2009. Una usuaria riojana de la asociación, Pilar Lozano, vio un reportaje en una revista de patchwork y se empeñó en activar aquí la iniciativa. «Lo pusimos en marcha en el 2012 y desde entonces regalamos una almohada del corazón a cada una de las personas que son operadas de cáncer de mama en La Rioja. Es una tela de algodón cortada con un patrón ya establecido, que se rellena con 150 gramos de guata de algodón o miraguano, que son hipoalérgicos y sanos», explica la hoy voluntaria de la entidad y responsable del taller de almazuelas en el que se elaboran estos cojines rellenos de beneficios.

«Cuando estás recién operada, que venga alguien que ha pasado por lo mismo a verte y te traiga un regalo te da mucho ánimo, es como un empujón para tu vida», asevera Pilar, que resalta que «la almohada del corazón es, además, una gran ayuda en el apoyo del brazo porque encaja perfectamente y reduce las molestias y dolores tras la operación porque ayuda en los apoyos, en la compresión y en la rehabilitación».

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Almohadas con corazón, ya envueltas en papel celofán y listas para su entrega a las pacientes AECC

Efectivamente, numerosos estudios han acreditado las bondades de esta almohada, con forma de corazón pero con la V muy pronunciada para su perfecto encaje y ajuste. La pieza, además de impedir el roce del brazo contra la herida y la inflamación del miembro por causa de las glándulas linfáticas y contribuir al sostenimiento de los músculos del hombro, aporta un refuerzo en la autoestima de las pacientes a las que el regalo les hace comprender que no están solas y que, además del apoyo y cariño familiar, van a contar con el respaldo de quienes saben por lo que están pasando.

«Hacemos unas cien almohadas del corazón cada año, aunque a veces hasta nos quedamos cortas, como en éste, que a mediados de octubre ya hemos entregado unas 110. Es una pena porque siempre que los estamos haciendo decimos 'ojalá no tuviésemos que regalarle esto a nadie', pero hay que hacerlo, es la triste realidad», se lamenta Pilar Lozano, que como varias de sus compañeras no duda en contar su historia como grito de esperanza y mano tendida para quien pueda necesitarla.

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Justo Rodriguez

Pilar Lozano, voluntaria: «Aquí nos enseñamos las cicatrices del corazón y las otras, las físicas»

«A mí me lo detectaron de forma casual, en una revisión anual. Era pequeño, apenas de siete milímetros, pero bastante agresivo y me asusté mucho. Para lo que yo soy, me cerré bastante, aunque afortunadamente tuve mucho empujón por parte de mi familia. Cuando fui capaz de salir vine aquí, a la asociación, y aquí sigo, desde el 2007, doce años ya. La gente viene muy contenta a las clases porque aparte de hacer las labores es una auténtica terapia. El primer día igual solo te presentas y conoces el nombre de las demás, pero luego, poco a poco, te vas enseñando las cicatrices del corazón y, a continuación, las otras, las físicas. Nos ayudamos unas a otras porque el haber pasado por lo mismo ayuda a aclarar cosas muy básicas que le pueden estar pasando a las personas que van llegando, algo tan sencillo como que te vaya mucho mejor una prenda interior que otra, dónde comprarla... Es una terapia y muchas veces ya no te hace falta ni psicólogo».

Justo Rodriguez

Ana Escalada, usuaria: «La familia, por mucho que quiera, no sabe ayudarte como aquí»

«Fue hace cuatro años, en el 2015, yo me vi un bulto, se lo comenté a mi médico de cabecera y fue todo muy rápido, me mandaron al hospital San Pedro, me lo diagnosticaron y me operaron. Cuando me dijeron que subiese ni me lo creía y fue un palo muy grande. Fue muy duro. La asociación ha sido una liberación, una ayuda tremenda, me han apoyado muchísimo. Necesité apoyo psicológico y estaba perdida totalmente. La familia, por mucho que te quiera, no sabe ayudarte como aquí. Ese apoyo me llevó a querer implicarme en la asociación y me he apuntado a todo lo que se organiza. Yo no tenía ni idea de coser ni de pintar, pero esto es una maravilla porque es una terapia; hablas, aclaras dudas, te animas unas a otras. A mí esto me ha dado la vida».

Justo Rodriguez

Pilar Castrillejo, usuaria: «Devolveré a manos llenas todo lo que me han dado»

«Me diagnosticaron el cáncer en el 2014, en la última revisión rutinaria que me tenían que hacer con 70 años, y fue un mazazo muy gordo, así que cuando vinieron al hospital las de la asociación para regalarme la almohada del corazón me dieron la vida. A mí me hizo una ilusión tremenda y un año después, cuando empecé a sentirme más recuperada, me decidí a empezar a venir a la asociación. Ahora ya tengo que dejar de acudir como usuaria, pero quiero ser voluntaria y ayudar en lo que pueda. Todo lo que me han dado quiero devolverlo a manos llenas, aunque creo que nunca terminaría de devolverlo porque me han dado media vida cuando venía deshecha. Esto es una terapia tremenda».

Justo Rodriguez

María Ángeles Trapero, usuaria: «Cuando me dieron la noticia fue como si la silla me fuese tragando»

«A mí me lo detectaron hace dos años en una revisión rutinaria del camión y fue todo muy rápido. Me hicieron una biopsia y me dijeron que era un tumor maligno que había que quitarlo ya. Escuchar esa noticia... Yo la sensación que tuve fue como si la silla me fuese tragando poco a poco. Lloré, no por mí, sino por mi madre y por mi hija porque no sabía como decírselo. Es muy duro todo al principio, la operación, la quimio, la radio... Yo no recibí el corazón porque me operaron el 3 de enero y en la asociación estaban de vacaciones de Navidad, pero enseguida me hablaron de ella y ya llevo un año aquí. Esta es una terapia enorme, porque te ríes, hablas de la enfermedad si surge y nos entendemos. La gente piensa que cuando te operan y te quitan el tumor se ha acabado y no es así, te han quitado el tumor, pero hay que seguir luchando. Para mí la asociación ha sido una maravilla y lo mejor, con lo que yo me quedo, es con la gente que está aquí. Yo, de mi enfermedad, me quedo con que de la gente que yo esperaba apoyo lo he recibido y de la gente que no esperaba nada, también; así que no me ha defraudado nadie».

Justo Rodriguez

Valle Palacios, usuaria: «Parece paradójico, pero aquí logro desconectar del todo de la enfermedad»

«A mí me lo dijeron en febrero del año pasado tras la revisión rutinaria en el camión. A la semana me llamaron del San Pedro, me hicieron las pruebas y me dieron la noticia. Se te hunde el mundo porque se habían muerto mis padres en quince meses, los dos de cáncer. El primer impulso es el miedo, el pensar se han ido ellos y ahora me voy yo. Mucho miedo, sí. Por eso, a los dos días del diagnóstico me presente aquí en la asociación a pedir ayuda psicológica. Tras la operación seguí viniendo y luego me apunté a los talleres, donde recibes, sobre todo, muchísimo cariño porque te encuentras con personas que han pasado por lo mismo que tú y saben en todo momento cómo te encuentras. He recibido muchísima ayuda y este es un apoyo estupendísimo que yo recomiendo al cien por cien y, de hecho, hice un curso de voluntaria para ayudar en lo que pueda y devolver parte de lo que me han dado. Aquí hablas, te ríes... Para mí, aunque parezca paradójico, es el único momento del día en que desconecto del todo de la enfermedad».

Justo Rodriguez

Inmaculada González, usuaria: «Para mí los miércoles son sagrados. Como aquí no te entienden en ningún sitio»

«A mí me lo detectaron en el 2017. Fui a la revisión y allí ya me dijeron que veían algo. Es imposible encajar bien algo así y menos en mi caso porque a mi hermana también se lo habían diagnosticado, la operaron y sin llegar al año murió. Tienes miedo, claro, porque pensaba que iba a pasarme lo mismo. Yo conocí la existencia de la asociación cuando me fueron a llevar el corazón al hospital, aunque al final no me lo dieron porque decidimos entregárselo a otra chica que estaba peor que yo. Pese a todo me hizo una ilusión tremenda. Como me dijeron que podía pasarme por la asociación a por él me acerqué y vi que era bueno seguir viniendo. Para mí ha sido una maravilla porque he tenido muchísima ayuda, como aquí no te entienden en ningún sitio. Para mí los miércoles son sagrados porque es cuando tenemos el curso de almazuelas y hacemos las almohadas del corazón. Es una terapia maravillosa que me ayuda mucho porque hablamos de todo, nos reímos, nos contamos cosas...».

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