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Cristina Gallach Figueras (Barcelona, 1960), periodista, tiene un pasaporte lleno de sellos y timbres. Fue corresponsal en Moscú durante el derrumbe de la Unión Soviética, trabajó con Javier Solana en la OTAN, ha sido alta funcionaria de la Unión Europea, responsable de comunicación de la ... ONU y secretaria de Estado de Asuntos Exteriores para Iberoamérica y el Caribe. Desde hace un año, su apabullante currículum tiene una línea más: es la comisionada especial del Gobierno para la Alianza de la Nueva Economía de la Lengua. Sobre su experiencia recae la gestión de un PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) que pretende, entre otras cosas, que la inteligencia artificial también discurra en español. Parte de esta tarea se realizará gracias al Observatorio Global del Español cuya sede, según se ha sabido esta semana, se fijará en San Millán.
- Usted estuvo hace unos meses en La Rioja y visitó San Millán. ¿Lo conocía ya?
- No. Era la primera vez que lo visitaba y me encantó. Me pareció muy bien restaurado; un lugar ideal. También visité Dialnet, cuyo trabajo me resultó muy interesante.
- ¿Para qué se necesita un Observatorio de la lengua?
- Cuando se diseñó el PERTE se pensó que era imprescindible que existieran unos pilares trasversales sobre los que se apoyaran los ejes verticales del proyecto, que son la enseñanza del español, la promoción de la industria cultural y el impulso de la ciencia, de la digitalización y de la inteligencia artificial en español. Debe haber dos pilares trasversales: en primer lugar, los datos. Hay que reunir muchísimos datos para poder programar la inteligencia artificial. Esos datos en el lenguaje técnico se llaman 'corpus'. Son datos lingüísticos (palabras, frases, textos) que la computadora identifica. Son los que hacen que las correcciones gramaticales sean mejores, que la traducción automática sea más afinada, que Siri y Alexa hablen y te entiendan mejor. El otro pilar trasversal es el Observatorio. Necesitamos pedir trabajos a las personas que más conocen los asuntos relacionados con la lengua -también con el futuro económico de la lengua- para que nos ayuden a diseñar ese futuro. Este Observatorio no va a asegurarse tanto de que la lengua no tenga impurezas -para eso está la Real Academia Española-, sino de hacer un trabajo de prospectiva. Será un espacio de encargos de análisis que nos ayuden a impulsar esta industria de la nueva economia.
- ¿Qué significa que el Observatorio tenga la sede en San Millán? ¿Va a haber aquí personal estable? ¿Será este el lugar de reuniones?
- Significa en primer lugar que se reconoce a La Rioja su experiencia en el estudio del español y la voluntad política de conjugar la mirada al pasado con la mirada al futuro de la nueva economía. A efectos de estructura, personal, etcétera, hay que ir creándola. Este centro está adscrito al Instituto Cervantes, que tiene una estructura establecida. Esta es una pieza nueva cuyo encaje tendrán que valorar tanto el director y los equipos del Cervantes como los responsables de La Rioja. En mi opinión -pero es solo mi opinión- no se trata de que haya muchísimo personal, sino el personal suficiente para encontrar las mejores personas a las que encargar trabajos que sean transformadores y aporten valor añadido. Para eso se necesita sobre todo gente muy buena que sepa localizar a las personas que puedan responder a las preguntas que nos iremos haciendo. Estén donde estén.
- ¿Existe ya un horizonte temporal para que el Observatorio de San Millán empiece a funcionar?
- Muy pronto tendremos que empezar a diseñar las primeras encomiendas. No podemos esperar al final del PERTE para que esto funcione. Tiene que hacerlo ya y muy pronto. El trabajo de organización y estructuración no creo que se demore, pero mientras tanto ya se puede comenzar a funcionar con esta idea y con los equipos del Instituto Cervantes.
- El alcalde de Salamanca ha dicho esta semana, en referencia a la ubicación del Observatorio en La Rioja, que todo lo que tenga que ver con el idioma y no se instale en su ciudad será una pérdida de tiempo y de dinero. ¿Qué le parece? ¿Le preocupan estas tensiones entre lugares?
- No, no me preocupan. Nosotros debemos explicar bien y con convicción que el trabajo de consolidación del español en la nueva economía es un trabajo de todos. De ciudades tan emblemáticas y con universidades tan importantes como Salamanca, de espacios históricos que miran al futuro como San Millán, de centros de investigación en inteligencia artificial como el de la Universidad Santiago, de lugares tan avanzados tecnológicamente como el centro de supercomputación de Barcelona... Y de todo lo que se está haciendo en Latinoamérica. Todos somos imprescindibles y nuestro trabajo será motivar, ayudar y establecer las conexiones. Todos tenemos mucho que ganar. Estoy encantada de que el Observatorio se implante en este territorio, pero su impacto es global. Aquí todos contamos, y muchísimo.
- El PERTE prevé una notable inyección de dinero público (1.100 millones de euros), pero también aspira a movilizar una cantidad similar de fondos procedentes de la iniciativa privada. ¿Será difícil convencer a las empresas para que participen?
- Creo que no. Ya hay bastantes empresas que están tratando todos estos temas, desde las que trabajan en el procesamiento del lenguaje hasta las que se dedican a la enseñanza del español para extranjeros, y saben que el PERTE ofrece subvenciones, concursos... Esperamos captar empresas merecedoras de estas ayudas y que además inviertan. Uno de los aspectos más interesantes de los PERTE es esta movilización del sector privado. Aquí también hay un tejido empresarial importante porque cada vez hay un mayor interés por los productos que se generan a través de la inteligencia artificial relacionados con la lengua.
- Se dice a veces que el español es nuestro petróleo. ¿Es para tanto? ¿Cómo conseguimos extraer riqueza del idioma?
- Esa frase está bien, aunque lo del petróleo ha quedado un poco atrás. Mejor hablar de combustible, de materia prima. La unión de las tecnologías aplicadas al procesamiento del lenguaje con todos los avances tecnológicos y la inteligencia artificial está produciendo una revolución. Esto ya nos pasó en el siglo XVIII cuando el carbón, que utilizábamos para calentarnos, entró en el circuito de generación de la economía y se produjo la revolución industrial. Ahora la lengua entra en los procedimientos tecnológicos que están provocando una nueva revolución. La lengua es un combustible clave.
inteligencia artificial
salamanca y san millán
- Usted ha trabajado en muchos organismos internacionales. Siempre da la impresión de que el español ocupa un puesto inferior al que debería tener por su importancia demográfica. Con respecto al francés, por ejemplo.
- Mi experiencia, por ejemplo en la ONU, es que el español es potentísimo. Yo casi diría que la lengua franca del ascensor era el español porque había multitud de personas que lo hablaban. Los documentos se iniciaban en inglés, pero los debates eran en las lenguas oficiales, entre ellas el español. Es bueno que miremos esto sin complejos. En la UE, los nuevos funcionarios son cada vez más competentes en español y tengo la impresión personal de que ha habido una pequeña regresión del francés. En esto hay que tener en cuenta también el papel del Erasmus, que ha facilitado que mucha gente tenga al español como segunda o tercera lengua. Estamos en una fase de gran expansión, sin duda, aunque es una expansión natural, poco estructurada. Los poderes públicos debemos ayudar para estructurar este crecimiento, consolidarlo y vincularlo con las tecnologías de la información.
- El que en España haya tres lenguas cooficiales, ¿puede dificultar esta apuesta por el español?
- Yo quiero subrayar que ese un gran valor, un grandísimo valor que compartimos todos los españoles. Las soluciones tecnológicas tendrán que tener en cuenta las lenguas cooficiales. Es un enriquecimiento y además consolida unas lenguas que, de otra manera, en el ámbito digital podrían estar en peligro de desaparición.
La supremacía del inglés como lengua franca es general, pero resulta casi asfixiante en territorios como la ciencia o la tecnología. Cristina Gallach asegura que el objetivo del español no debe ser «competir con el inglés, sino conquistar el lugar que le corresponde». «El español tiene una gran capacidad de movilizar interés como segunda lengua, lo vemos en Asia o en África. Lo que tenemos que hacer es invertir en los distintos sectores que van a convertir esa potencialidad en una nueva realidad, y eso va a ir equilibrando la preeminencia del inglés».
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