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El pasado viernes, Claudia, una joven asturiana de 20 años, difundió en sus redes sociales una carta desgarradora. «Espero que sepáis el daño que me ... habéis hecho. Habéis cogido a una niña de alta autoestima y la habéis machacado hasta no salir de la cama en años y llevarla al suicidio». La dirigía a sus antiguos compañeros del colegio de la Asunción, a los que les avisó: «Espero que carguéis con una muerte en vuestra conciencia».
El sábado, horas más tarde de su desaparición, se cumplieron los peores presagios: su cuerpo fue localizado sin vida en las faldas del cerro de Santa Catalina. Un trágico suceso que este martes, con motivo del Día Mundial Contra el Acoso Escolar, volvió a evidenciar las terribles consecuencias de una grave problemática que «preocupa mucho» a la administración educativa riojana. En parte, como expone el consejero de Educación, Pedro Uruñuela, «por el auge del ciberacoso», de ahí que «trabajemos a través del Decreto de Convivencia para erradicar cualquier forma de violencia entre iguales». En lo que va de curso, han abierto 16 protocolos de «posible acoso escolar», si bien «solo se han confirmado tres».
A pesar de estas cifras, Encarna y Maribel –nombres ficticios– sufrieron en sus propias carnes la brutal pesadilla que experimentaron sus hijas cuando fueron víctimas de acoso escolar. En el caso de Encarna, todo parecía ir bien hasta que su hija empezó Primaria. «Comenzaron a llamarnos cada dos por tres del colegio para decirnos que la niña estaba mala, que vomitaba o tenía unas descomposiciones terribles, y que teníamos que ir a buscarla», asegura. No había día en el que no se pusiese enferma. «Recuerdo ir al colegio para preguntar si mi hija estaba metida en algún problema porque no había forma de que fuese a clase y no me llamasen, pero me decían que no». La preocupación se acrecentó cuando, en quinto curso, «dejó de repente todas las asignaturas y no había manera de que respondiera una pregunta de un examen. Fue horrible, no sabíamos qué hacer». La explicación del centro fue que «no había estudiado o trabajado lo suficiente cuando iba a clases particulares y le ayudábamos en casa, pero no había manera».
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Hasta que llegó el cumpleaños de su hija y se enteró, por parte de su sobrina, del eterno calvario que venía sufriendo desde hace unos años. «Me enseñó los mensajes que recibió por parte de sus compañeros y niños del pueblo en un grupo de WhatsApp, en el que le dijeron 'suicídate porque nadie te quiere', 'eres una hija de puta', 'no van a follar contigo ni pagando', 'muérete'; y le mandaron vídeos desde un parque sacándole el dedo y llamándola puta», recuerda angustiada. Unas barbaridades a las que su hija «solo contestaba 'qué os he hecho yo', 'por qué me hacéis esto' y numerosos 'parad ya'», asegura esta madre riojana.
«Cuando mi sobrina me enseñó los mensajes fue un 'shock', pero fue lo que había pensado durante este tiempo y no lo había podido demostrar». Tras este brutal mazazo, «mi hija nos contó lo que pasó durante tres años, fuimos a la pediatra y nos comentó los pasos a seguir mientras continuaba yendo a clase. Solo de pensar que tenía que vivir otro día más en el colegio le dio tal ataque de ansiedad que perdió el conocimiento; ella pensaba que, al contarlo, ya no tedría que volver más», lamenta.
En ese momento, «la pediatra, al ver que llegaba a ese punto de estrés, determinó que no podía ir en ese estado a clase». Dieron con ACAE, con la Asociación Contra el Acoso Escolar de La Rioja, desde donde les prestaron todo el respaldo posible. «Ha sido terrible. Siempre lo sospechamos, por eso le preguntábamos a mi hija si tenía algún problema con los compañeros, pero siempre decía que todo estaba bien», recuerda. Han pasado unos años desde que experimentaron esta terrible pesadilla, pero las secuelas y los malos recuerdos todavía pesan. «Está mucho más feliz, pero sigue recibiendo tratamiento psicológico y sigue teniendo problemas para socializar; tiene miedo de caer mal y de decir 'no' por no hacer daño».
Encarna (nombre ficticio)
Su hija fue víctima de 'bullying'
El caso de Maribel también fue dramático. Todo empezó en sexto de Primaria, cuando las amigas de su hija empezaron a dejarla de lado. Ya en la ESO, «hubo mezcla de clases y le tocó el grupo en el que estaban estas otras niñas. Ella seguía manteniendo amigas en la otra aula, pero desde que comenzó el curso se sintió aislada, no le hacían caso», asegura.
Al poco, tuvo que afrontar mentiras y bulos, que provocaron que el resto de sus compañeros «terminasen apartándola». El 'bullying' nunca le afectó a su rendimiento académico, pero sí marcó su vida para siempre. «Somatizaba en casa, no dormía bien, lloraba... En el colegio la veían siempre más apática y aislada», recuerda. Pero el acoso escolar no disminuyó. «De la noche a la mañana, se encontró con que sus propias amigas ya no querían quedar con ella. Les escribía y no le contestaban, la dejaban sola para subir o bajar, llegaban carnavales u otras fiestas y no la incluían...», lamenta.
Maribel (nombre ficticio)Su hija fue víctima de 'bullying'«Mi hija sufrió mucho: no descansaba, no quería comer, venía triste, le preguntabas y se ponía a llorar... Ha sido horrible».
Maribel (nombre ficticio)
Su hija fue víctima de 'bullying'
La situación llegó a ser insostenible. «Empecé a notar que no dormía bien, que no quería salir o que no le apetecía comer. Le preguntaba y me decía que algo no iba bien, hasta que se derrumbó, me contó todo llorando y, a partir de ahí, fue escucharla todos los días». Dieron con ACAE, desde donde «nos apoyaron y orientaron desde el primer momento». Identificaron lo que ocurría y asistieron al colegio, que «no tenía la experiencia suficiente para ayudar en esta situación». Se abrió un protocolo de acoso y se adoptaron medidas «en positivo» para que «no se quedase siempre aislada y se pusiesen en el lugar del otro».
Hace un año que su hija dejó de sufrir acoso escolar, pero las malas experiencias pesan... «Ha sido muy duro y, aunque ahora estamos bien, recordarlo no es fácil», dice emocionada mientras apunta que «el 'bullying' puede parecer una cosa de críos, pero no es así. Mi hija era buena estudiante, muy sociable, pero sufrió mucho: no descansaba, no quería comer, venía triste, le preguntabas y se ponía a llorar... ha sido horrible».
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