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Campos de colza en La Rioja Alta esta semana, con el monte San Lorenzo, todavía nevado, al fondo.

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Campos de colza en La Rioja Alta esta semana, con el monte San Lorenzo, todavía nevado, al fondo. RODRIGO MERINO

La colza tiñe de amarillo el mar riojano

La creciente producción de este cultivo en los últimos años ilumina el paisaje primaveral antes de una cosecha que se prevé buena

Sábado, 12 de abril 2025, 20:00

Un vivo color amarillo vuelve a recorrer los campos de buena parte de La Rioja. Es la colza un cultivo que ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años, y que es utilizada por agricultores en rotación como alternativa a los cereales.

Hasta 2009 la presencia de la colza en la región apenas llegaba al medio centenar de hectáreas. Ese año había 42, pero previamente la estadística presentaba ejercicios en los que la superficie dedicada a esta planta era inexistente, como en 1997 o las 3 de 2001.

De las 42 hectáreas que había en La Rioja en 2009 se pasaron a las 130 del año siguiente, a las 968 de 2016, las 678 de 2017 o las 3.292 de 2022, el ejercicio con más presencia de colza en las parcelas agrícolas riojanas.

La planta necesita tierra húmeda en siembra, en septiembre, para que cuando lleguen las heladas tenga ya hojas

Según apuntan desde la consejería de Agricultura del Gobierno riojano –aunque señalan que se trata de un avance provisional–, en el año 2024 se cultivaron 1.600 hectáreas en secano y 770 hectáreas en regadío. El rendimiento medio en secano fue de 2.150 kg. por hectárea y en regadío de 3.400 kg. por hectárea, con una producción total de 6.058 toneladas. El precio medio de la campaña 2024 fue de 30,65 euros/100kg. Todavía es pronto para ofrecer datos de este año, como añaden desde la Consejería, ya que la superficie ocupada por cada especie se materializa en las solicitudes para las subvenciones de la PAC (Política Agraria Común), algo que aún continúa con su plazo abierto para presentar solicitudes hasta final de mes.

Se trata de un cultivo que, en general, crece en La Rioja. Sin embargo, como explica el gerente de la cooperativa Garu, José Andrés Moneo, la cantidad de la plantación depende del tiempo que haga en período de siembra. «Como es una semilla muy pequeñita, y se siembra en septiembre, es necesario que esté bien el terreno, con suficiente humedad, para que crezca rápido.

En el año 1997 la superficie cultivada de esta planta era de cero hectáreas en las tierras riojanas

Si hay buenas condiciones se siembra bastante y, si no las hay, pues se siembra menos. En algunas fincas no sale todo lo plantado». Y es que la planta debe nacer entre septiembre y octubre, antes de que lleguen los primeros hielos. «Que para noviembre, en esas primeras heladas tengan ya cuatro o cinco hojitas y puedan soportarlos», apunta.

Estos días, y hasta su recolecta –que se realiza en el mes de junio y con las mismas cosechadoras que el cereal–, la colza necesita sol y humedad, porque si la primavera es seca se pierde. Este año, como señala Moneo, va muy bien y en La Rioja Alta se encuentra ya luciendo sus flores más tempranas.

Aunque el clima va cambiando en los últimos años, tradicionalmente en La Rioja Alta es más fresco y es una zona más propicia para que se pueda cultivar bien, «aunque hay veces que ahora llueve más en La Rioja Baja que en la Alta», señala el gerente de Garu.

En cuanto a su rentabilidad, Moneo explica que viene muy bien para la rotación de los cultivos. «Su rentabilidad es similar a la del cereal». El producto que se obtiene de ella es un aceite, que se utiliza principalmente para la producción de biocombustibles y, lo que sobra, se destina para piensos de alimentación de animales.

Uso doméstico en Europa

En Europa se utiliza como aceite para uso culinario, algo que en España no sucede después de la gravísima crisis sanitaria que se produjo a principios de los años 80. Según la Organización de Consumidores y Usuarios de España, 5.000 personas murieron y al menos 20.000 quedaron con secuelas de por vida tras consumir aceite industrial que se vendía como apto para el consumo humano de forma clandestina y sin control y etiquetado como el tradicional aceite de oliva español.

Entre la producción riojana de esta planta hay una pequeña cantidad que se exporta al sur de Francia, «donde tienen extractoras y se paga mejor que aquí», reconoce Moneo. «Pero solo se exporta la planta, no aceite».

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