Con coche a los 90, sin él a los 26

Primero se marchó a Pamplona, después a París y hace unos meses regresó a su ciudad natal, a Logroño... pero pronto volverá a hacer las maletas de nuevo. Entre tantos desplazamientos, Elena Eguizábal apartó de su mente la idea de apuntarse a la autoescuela para sacarse el carné de conducir.

«Nada más cumplir los 18 años me fui a estudiar fuera y, poco a poco, lo fui dejando. En ese momento no pensé que fuese imprescindible porque en ninguna de las ciudades en las que he vivido era necesario que tuviese coche, ya que en todas ellas podía desplazarme andando o en transporte público. He estado todos estos años fuera de casa, pensaba que me sacaría el carné en cuanto volviese, pero han pasado siete años y aún no he vuelto», explica Eguizábal.

En su caso, el carné nunca fue un factor determinante. «Nunca fue un requisito indispensable. Sí que es verdad que hay situaciones en las que hubiese sido útil, pero no he sentido que lo necesitara». Todo debido, en parte, a que se siente cómoda desplazándose andando o en transporte público. «Suelo ir andando, pero también uso mucho el tren, el autobús... o BlaBlaCar, que es mi medio de transporte favorito, porque es más cómodo viajar en coche y según a donde vayas hay más horarios».

Siempre pensó que «la mejor» ciudad para sacarse el carné era Logroño, pero aún no ha vuelto. A todo ello se suma que «al ir dejándolo poco a poco le he ido cogiendo respeto al hecho de conducir y me cuesta mucho visualizarme a mí misma conduciendo». De cualquier manera, hace hincapié en que «siento que en mi vida no ha sido una necesidad urgente y por eso no lo he hecho, ya que si me hubiese visto en una situación de necesidad me hubiese puesto las pilas y me lo hubiese sacado».

Al principio, tampoco se planteaba si hacía mal si no se sacaba el carné de conducir. «Sabía que tenía tiempo para hacerlo cuando quisiera, pero ahora me estoy dando cuenta de que lo estoy posponiendo y que, seguramente, me podría venir bien tenerlo aunque no lo necesite ahora o no vaya a utilizarlo a diario». De hecho, cada instante que pasa «tengo más claro que es algo que debo hacer, por lo que espero ponerme a ello pronto». En parte, porque le puede venir bien de cara al mundo laboral. «Creo que puede ser útil para mi trabajo, ya que no sé en qué destino voy a acabar, pero también porque, en general, podré moverme con más independencia, sin necesidad de utilizar el transporte público o de que me lleven otras personas». Solo el tiempo dirá si finalmente termina sacándoselo.

Cuando Miguel Ángel Ruiz emigró a Bilbao trató de ahorrar todo lo posible y dejó de ir al cine con su pareja para poder comprarse una moto. «Estuvimos ahorrando y ahorrando año y medio hasta que pudimos comprarnos una scooter Lambretta, que se fabricaba en Eibar. Con aquella moto no había ni Mercedes ni nada, aquello era la felicidad», recuerda con una sonrisa.

Desde entonces, la empleó para hacer diferentes rutas: la utilizó para irse a trabajar, para hacer fotos todos los fines de semana y sacarse un «sobresueldo», hasta para marcharse de luna de miel. Seis años más tarde, regresó a Logroño para trabajar en un taller de artes gráficas y se sacó el carné de coche. «Un primo mío me dejó un 600 y, a la semana, me examiné y me lo saqué a la primera», explica Ruiz, que calcula que cuando obtuvo este permiso tenía 29 años.

Ahora, con 90, tras 61 años con el carné en vigor, sigue al volante. Todo debido, en su principal mayoría, a que el coche «me viene de maravilla para ir a por la pesca, a comprar la carne a la plaza o para ir al pueblo, donde hacemos nuestra vida casi todos los fines de semana». Hace dos años, incluso, conducía hasta Cambrils, pero ya en 2022 le limitaron la conducción a una distancia de 50 kilómetros «justo hasta mi pueblo, Lumbreras». Unos trayectos que, asegura, realiza «comodísimo». «Creo que me encuentro en condiciones, perfectamente, porque se conduce con la cabeza y no con las manos. Me encuentro totalmente seguro y por eso conduzco, si no lo hubiese dejado», asegura.

De hecho, aunque pudiese, «no se me ocurriría conducir 400 kilómetros, porque creo que hoy en día es más cómodo, más seguro y más barato poder ir en tren». En su caso, la clave de que se encuentre «en condiciones» de seguir al volante tiene que ver con la experiencia que adquirió mientras trabajaba. «Tenía un negocio de artes gráficas y me iba a buscar clientes por unas carreteras que eran estrechas, sin casi señales, llenas de baches... todo aquello que tenía que hacer a la fuerza creo que me ha formado, que es el motivo por el que me encuentro con seguridad al volante», señala.

Hace mes y medio que se renovó el permiso de conducir en un centro de reconocimiento, donde «me salió todo de maravilla y eso que hacen unas pruebas que son más difíciles que conducir». Sin embargo, «me limitaron la conducción a los 50 kilómetros por la edad, pero me da de sobra para hacer mis movimientos e ir a Lumbreras». Solo espera que, dentro de un año, pueda seguir conduciendo como hasta ahora.