La cifra de misioneros riojanos desciende un 35% en el último lustro

Los religiosos que llevan a cabo su misión en 33 países de cuatro continentes han caído de los 172 que había en 2020 a los 112 de 2024

Jueves, 18 de julio 2024

Hacer las maletas para emprender un largo viaje y adentrarse en una misión en cualquier lugar del mundo, con una lengua y una cultura totalmente distinta, no siempre resulta sencillo. En los países más desfavorecidos hay pobreza, falta de infraestructuras, rebeliones... pero la vocación de ... los 112 misioneros riojanos de llevar la presencia de Jesucristo y el respaldo necesario a los 33 países en los que están presentes este año es mucho más fuerte.

Publicidad

La realidad, no obstante, es que los evangelizadores riojanos forman parte de una estadística que cada vez es menos numerosa en la comunidad. «Nos mantenemos, pero cada año bajan un poquito las cifras de misioneros», reconoce Luis Ángel Moral, delegado de misiones y director de las Obras Misionales Pontificias (OMP) en La Rioja. La situación no es baladí. Los datos facilitados por la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño evidencian que el número de religiosos disminuye año a año. No en vano, han pasado de los 172 misioneros que acudieron al exterior hace un lustro a los 167 de 2021; a los 141 de hace dos años; a los 129 de 2023 y a los 112 del presente ejercicio. Así, la caída en los últimos cinco años se eleva hasta el 35,1%.

Los factores que explican esta notable reducción son muy diversos. Por un lado, «responden a las vocaciones» y por otro, a que ya no existe una necesidad «tan urgente» como la que podía existir anteriormente. «Muchas de las congregaciones religiosas ya han hecho su labor al irse de misión», señala Moral antes de apuntar que algunas, incluso, tienen fundaciones en el exterior y por tanto, «hay vocaciones que surgen allí».

Lo que detectan desde la Diócesis, en todo caso, no es que estas congregaciones se hayan asentado en otros lugares, sino que «fruto de su trabajo surgen vocaciones misioneras allá que se hacen cargo, por así decirlo, de sus colegios o de la atención pastoral que está en los barrios; y a lo mejor, ya no tienen tanta necesidad por nuestra parte». Todo, como reitera Moral, porque «hay vocaciones que salen de aquellos lugares donde se ha ido a anunciar el Evangelio con mucha mayor notoriedad que aquí y allí también hay misioneros que se van a otras zonas».

La Rioja, no obstante, siempre ha sido «muy generosa» en el envío de religiosos que se desarrolló «durante un tiempo determinado, cuando había un gran auge de vocaciones sacerdotales y religiosas». De ahí que evidencien también que «nuestros misioneros tienen en muchos casos una edad avanzada (la media es de unos 60 años)», resalta el delegado de misiones en La Rioja. A pesar de ello, hay muchos religiosos que «ya han tomado la determinación de no volver». En estos casos, tras terminar la misión, «siguen allá como su lugar ya no de descanso, sino que hacen sus tareas en comunidades religiosas, como personas en edad y en experiencia... es un gran apoyo», destaca.

Publicidad

Más religiosos en América

En total, hay 112 misioneros riojanos repartidos por todo el mundo para ofrecer la palabra de Dios y el respaldo que se necesite en los países más desfavorecidos. Desglosado por sexos, son 70 hombres (cifra que representa al 62,5% del total) y 42 mujeres las que llevan a cabo su misión pastoral en 33 países de todo el mundo. Se distribuyen en cuatro continentes (salvo en Oceanía, donde no hay ningún riojano) y de todos ellos, América es el que acumula el mayor número de misioneros (90) de procedencia riojana.

Allí, Perú (19), Venezuela (14) Brasil (9) o México (ídem) se erigen como los estados con mayor presencia evangelizadora. Todo debido, en parte, «a la mayor facilidad de la lengua y a que los vínculos son mucho más directos con América que con África o Asia, porque iniciar una misión en un continente donde la lengua ya es un hándicap también cuesta un poquito más», explica Moral.

Publicidad

Además de la «facilidad» del lenguaje, también influye que aunque en el continente americano «la cultura sea diferente a la nuestra, parece que somos un poquito más cercanos a ella». En África y en Asia, sin embargo, «hace falta meterte en la cultura e incluso, en la alimentación; lo que hace que sea mucho más difícil y complejo», afirma el delegado de misiones.

Europa ocupa la segunda posición, con Italia (7), Holanda (1), Reino Unido y Madrid (1 cada uno, respectivamente) como los países con mayor número de enviados de la región. Le siguen de cerca África y Asia, con 6 misioneros riojanos en cada uno de estos dos territorios, respectivamente. En el continente africano, Mozambique es el destino más ocupado (2), mientras que en el asiático es Japón el territorio que cuenta con la mayor presencia de riojanos (3).

Publicidad

Las congregaciones a las que pertenecen también resultan muy diversas. «Hay muchísimas», asegura Moral. Los datos corroboran esta afirmación: 56 de los misioneros riojanos que se encuentran en el exterior forman parte de 18 comunidades religiosas, mientras que hay 32 mujeres en 21 congregaciones diferentes. En el caso de la comunidad riojana destacan los Agustinos Recoletos. Es la que mayor número dispone de religiosos y la que tiene mayor presencia en América. Hermanas del Pilar, por el contrario, es la que tiene el mayor número de mujeres.

Entre los misioneros de la región que están en el exterior también hay 5 laicos (de los que tres son hombres). Todos ellos «no tienen ninguna consagración, sino que hacen su labor por medio de asociaciones misioneras en los países de emisión», explica el delegado de medios en La Rioja. Además, hay seis sacerdotes y cuatro asociaciones, en las que hay dos varones y seis mujeres, respectivamente.

Publicidad

«Han venido a tirarme bombas, pero jamás he tenido la tentación de abandonar»

Alfonso Ruiz Camerún

«Han venido a tirarme bombas, pero jamás he tenido la tentación de abandonar»

Alfonso Ruiz acumula 55 años de misión en el continente africano. Este arnedano, como otros religiosos, se lanzó a prestar su respaldo como voluntario en El Chad justo cuando iba a marcharse a estudiar a Alemania. «No conocía absolutamente nada de África. Nos dijeron que era un país muy pobre y en lugar de irme a las universidades alemanas, me fui a las plazas de los pueblos para tratar de comprender la sabiduría de las personas con las que vivía. Fue una experiencia interesante, que me impactó y por eso decidí seguir trabajando allí».

Con tan solo 23 años, se encargó de acoger en una pequeña parroquia a los «chavales» de entre 12 y 20 años que venían de los pueblos para estudiar en el instituto de la ciudad. «Ahí me di cuenta de que había ciertas reacciones que no comprendía e intenté adaptarme a ellos». Eran tiempos «difíciles», porque «ya había rebeliones, pero encontré una casa con una familia de acogida con la que estuve un año tratando de aprender el idioma y las costumbres», recuerda.

Noticia Patrocinada

Ya en 1998, le enviaron a Douala para ocuparse de un colegio que tenían los jesuitas. «Vi que alrededor había niños que dormían y vivían en la calle y empecé a interesarme por su estado». Tras cuatro años de intensa labor, le pidieron que se encargara del 'Hogar de la esperanza' de Yaundé para rescatar a los menores de la calle y darles una vida mejor. «Tienen derecho a una educación y como el Estado hace poco, nos hemos puesto manos a la obra para proponerles una educación y tratar de conseguir su reinserción familiar y social», explica Ruiz antes de añadir que también trabajan «con un módulo de menores de la cárcel para que puedan obtener el certificado de estudios».

«Es un trabajo superinteresante, a la par que muy duro, en el que intentamos generar un ambiente en el que los chavales se sientan con cariño y confianza, que es la condición fundamental para que todo se pueda solucionar. Si llegas a querer a la gente, la manera de tratar las dificultades es totalmente distinta», resalta este misionero arnedano.

Publicidad

En todo este tiempo, se ha encontrado en El Chad «con cosas interesantes», aunque también ha tenido «momentos muy difíciles». «He estado en medio de todas las guerrillas y rebeliones y han venido a tirarme bombas agentes o gobiernos que no es que te quieran eliminar, pero sí que te calles», confiesa. A pesar de esta dura coyuntura, «jamás he tenido la tentación de abandonar, porque si estás con estas personas, vives con ellas a las duras y las maduras». «Te quedas con miedo, porque hay guerrillas y asustan, pero también permaneces cuando las cosas marchan mal», concluye.

«Estoy muy contento de estar allí. Me siento satisfecho y muy bien acogido»

José Antonio Marzo Mozambique

«Estoy muy contento de estar allí. Me siento satisfecho y muy bien acogido»

Han transcurrido ya 24 años desde que José Antonio Marzo hizo las maletas para dejar atrás su vida en La Rioja para trabajar en un territorio totalmente distinto: Mozambique. «Nunca había salido del país y no conocía el ambiente africano. Fue una auténtica sorpresa marcharme allí como enviado, porque las actitudes, la forma de ser y de pensar de la gente eran diferentes, una novedad», recuerda este igeano que acudió allí de misión con otro religioso riojano.

Publicidad

Marzo se adentró en el país «en tiempos difíciles», justo cuando se produjeron las devastadoras inundaciones del año 2000. «Fue difícil, porque las condiciones de nuestra zona eran bastante precarias. La casa que nos dejaron para vivir en la parroquia tampoco estaba en buen estado. Todo era novedad y bastante precariedad», asegura este misionero.

A pesar de que tampoco conocían la «lengua propia» del territorio, se sintieron «muy bien» acogidos. «Se quedaron un poco extrañados al ver allí a dos blancos, porque estaban acostumbrados a las personas de color, pero fuimos muy bien recibidos», resalta. Al principio, les decían que «sí» a todo, «pero luego percibías que las afirmaciones eran más de respeto que de comprensión».

Publicidad

Durante su estancia, pasó a ocuparse de la «pastoral penitenciara». «Mi día a día transcurría entre ir a la cárcel por la mañana y estar por la tarde en la parroquia», explica. Al poco, desde Cáritas Española, les preguntaron «si teníamos capacidad para establecer un colegio, que nos iban a financiar por las inundaciones».

Desde entonces, también complementó su labor con las visitas a las familias. «No tenías tiempo para pensar en nada, porque eran todo actividades y estar ocupado todo el día. Fue muy gratificante», destaca antes de añadir que lo mejor fue «sentirme satisfecho del trabajo y bien acogido por la gente; el cariño que nos mostraban».

Publicidad

Marzo aún continúa desempeñando su misión en Mozambique, donde está «prácticamente solo como blanco». «Estoy muy contento de estar allí. Con el tiempo vemos la capacidad que tenemos como familia religiosa, de que esta se vaya desenvolviendo con mozambiqueños, para que vayan para adelante y no dependan de nosotros. Esta es la experiencia que tenemos después de 24 años». De ahí que cuando viene a España de vacaciones y le preguntan si quiere regresar, «contesto que sí, naturalmente».

«La vida misionera te enriquece y te hace más humana. Nunca daría marcha atrás»

Julia Alonso Burkina Faso, Ruanda, Malí y Nairobi (entre otros países africanos)

«La vida misionera te enriquece y te hace más humana. Nunca daría marcha atrás»

Julia Alonso acumula a sus espaldas 37 años de misión en el continente africano. En todo este tiempo, ha podido conocer y descubrir de primera mano los 15 países en los que está presente la congregación de Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África –que también trabaja en Canadá, Estados Unidos y Reino Unido, además de en varios países de Europa–.

Su balance, después de tantas jornadas como misionera, es totalmente positivo. «Es una riqueza poder encontrar tantos productos, personas y religiones diferentes», asegura antes de puntualizar que es una fortuna «a nivel personal, profesional y de fe». En su caso, ha podido constatar de primera mano que «la vida misionera te enriquece y te hace más humana. Es un banco sin fondo de humanidad y lo estoy viviendo cada día». Por eso, asegura esta riojana, «nunca daría marcha atrás, porque es lo que me ha hecho realizarme como persona y como creyente».

Su vocación se desarrolló a través de su familia y de su participación en un grupo misionero de Logroño. Tras su desempeño profesional como secretaria, un periodo formativo a nivel internacional y una «experiencia apostólica para conocer un poco África antes de tomar una decisión», estuvo dos años en Burkina Faso y después, en Ruanda.

Publicidad

Luego se marchó a estudiar a Madrid, pero le destinaron a Malí, donde trabajó durante siete años con las niñas «sirvientas». «Iba a visitar a algunas chicas que estaban en familia y acudíamos al hospital o a la policía si tenían un accidente. Mi labor era estar con ellas, defenderlas y enseñarles a cocinar, a limpiar mejor y a ganar un poco de dinero dinero para comprarse cosas, porque casi todas vivían en poblados. Fue muy bonito, me aportó mucho como trabajadora social».

Pronto tuvo que hacer las maletas para marcharse a Nairobi, donde estuvo diez años. «Fue una experiencia muy distinta, de conocimiento de la congregación, de llevar la contabilidad y de realizar muchas visitas para que los proyectos tuviesen vida». Se cogió un año sabático y en el noviciado, formó a jóvenes. Hace ya medio año, le pidieron que integrase «un equipo de tres hermanas que está al servicio de las demás en ocho países». Ya en Marruecos, abrieron una comunidad y su fin es «ayudar a nivel espiritual y profesional, pero estoy empezando y aprendiendo».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad