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Talla en restauración. Javier Albo
Cientos de obras han recobrado su esplendor en el taller desde 1982

Cientos de obras han recobrado su esplendor en el taller desde 1982

Javier Albo

Santo Domingo

Domingo, 1 de julio 2018, 21:59

El Taller Diocesano de Restauración de Santo Domingo de la Calzada inició su singladura en el año 1982, impulsado por el sacerdote Tomás Ramírez. Inicialmente surgió como una escuela en la que se impartían, entre otras materias, dibujo y química. Posteriormente, y de forma paralela a la salida de los primeros licenciados en Bellas Artes, el taller centró su actividad en la práctica, para lo cual poseía una infraestructura única en España.

José Antonio Saavedra lo dirigió y relanzó hacia el futuro. En sus mejores momentos llegaron a trabajar en él 15 personas, más los eventuales. La restauración del retablo de Abalos fue el trabajo con el que inició su andadura el taller calceatense.

No solo aceptan encargos de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, sino de toda España. En el taller, en estos 35 años de vida, han pasado cientos de obras, que han recuperado esplendores perdidos. Ese es su currículum y, el prestigio, su mejor arma frente a la competencia. «Hay trabajo para todos», dice María Jesús, afirmación que en el caso de Rubén pierde algo de fuerza. «Todos los días no se restaura un órgano», indica. «Somos un taller competitivo, también porque contamos con los recursos de la Diócesis», añade el experto organero. Y María Jesús reconoce que «no somos una empresa de restauración al uso».

¿Se cuida bien el patrimonio en España?. «Invertimos dinero, aunque creo que nos falta ese punto que tienen los italianos de saberlo vender y aprovechar; por otra parte, el seguimiento que hacen ellos de las restauraciones es muy riguroso y trabajar con esa presión no sé hasta que punto es positivo». «No lo es», añade Rubén. «Limita tanto la capacidad de interpretación del profesional que al final da lugar a contradicciones», explica en relación con esa otra parte del proceso: el alma y la sensibilidad. «Aparte de la profesión, al menos lo mío tiene un punto artístico y, con unos protocolos muy encorsetados, eso no puede salir», afirma.

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