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Hace una década, la presencia de la mujer en la esfera científica era muy residual: apenas se decantaban por estudiar una carrera investigadora y su contribución, en la mayoría de los casos, pasaba desapercibida. La situación ha cambiado, sobre todo en la esfera académica, con la Universidad de La Rioja (UR) como referente, con 385 féminas matriculadas este curso en las ocho titulaciones científico-tecnológicas.
Pero también ha prosperado en la empresa privada o en los centros de investigación, como en el CIBIR, donde las mujeres representan el 68% de la plantilla y, ocho de ellas, ya son líderes. A pesar de ello, todavía quedan retos que superar, como mejorar las condiciones laborales y despertar las vocaciones de las niñas y adolescentes del presente para que se planteen convertirse en las científicas del mañana. Así lo apuntan las cinco investigadoras que aportan hoy su testimonio con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Esther Rodríguez | Investigadora del Grupo CMCMA de UNIR
Esther Rodríguez siempre sintió un interés especial por las ciencias. «Siempre he sido muy meticulosa, muy constante y muy paciente, tanto en la parte académica como en la deportiva. Estudié Biología y, en unas prácticas de laboratorio, descubrí que lo que más me entusiasmaba era ir pasito a pasito, seguir protocolos, investigar y comprobar si algo funcionaba o no», recuerda. Terminó la carrera y, aunque no sabía «hacia dónde dirigirme», se propuso llegar a un centro de investigación de renombre. «Cuando terminas la carrera piensas que todo va a ser un camino de rosas, pero fue muy complicado», reconoce.
Llegó al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas y, una vez allí, «en el ámbito de la mujer me eché bastante para atrás porque vi que casi todos los jefes de grupo eran hombres». Además, «era una labor tan sacrificada que me planteaba cómo podría tener una familia en el futuro; no sabía si podría llegar a ser demasiado intenso». A lo largo de su trayectoria, que completó en Ultrecht y Reino Unido, no se encontró con ninguna traba por su condición de mujer. «No he tenido ninguna mala experiencia, siempre me han considerado igual, pero quizá si hubiese tenido hijos hubiese sido distinto, porque en la investigación es increíble la dedicación. Yo estaba mañana y tarde, sábados y domingos... no contaba las horas», lamenta.
Esther Rodríguez
Investigadora del Grupo CMCMA de UNIR
Por eso, para que las niñas del presente se conviertan en las científicas del mañana, considera esencial «mostrar lo bonito que tiene la ciencia, los descubrimientos, lo que ha hecho la persona que lo ha descubierto». Sobre todo, porque es «un trabajo gratificante, porque consigues cosas por ti misma y, también, una labor colaborativa; aunque los resultados no son inmediatos y la sociedad cada vez los demanda más rápido».
Una situación que, en cualquier caso, resulta «complicada», todo debido «a la situación de algunos científicos, porque la mayoría tienen contratos de unos años y, si no publican, no tienen nada». En cualquier caso, anima a las niñas a convertirse en científicas. «Que se arriesguen, porque muchas veces lo que se lo impide es el miedo, el ir a lo seguro; a ser capaces de ayudar a la sociedad». «En otros trabajos igual ganan más, pero también estarán más quietas. Aquí cada día es distinto, te vas formando y conociendo, es súper estimulante. Así lo viví yo y estoy contenta», reconoce Rodríguez que, desde hace un año y medio, forma parte del Grupo CMCMA (Competencia Matemática y Científica a través de Metodologías Activas) de UNIR, desde donde trata de «inculcar una metodología atractiva».
Carmen Lozano | Profesora titular de Bioquímica y Biología Molecular de la UR
A Carmen Lozano siempre le llamaron la atención las ciencias de la salud. «Un familiar muy cercano tuvo un problema de salud cuando era muy pequeña y todo ello, unido a que soy de la generación de que en el telediario siempre hablaban del cáncer y del VIH junto con esa mente soñadora de que hubiese una medicina que ayudase a todas estas personas, hicieron que empezase un poco la semilla, la vocación«, recuerda esta profesora titular del área de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de La Rioja, mientras añade que «desde que estaba en clase y empezaron a hablar de la salud, quería entender cómo funcionaba el cuerpo humano y por qué se producían las enfermedades».
Su camino, sin embargo, no resultó nada fácil. «Es complicado, porque vas pasando por distintas fases», si bien en su caso puede considerarse «muy afortunada porque trabajo en algo que me gusta y me apasiona, pero es un trayecto en el que tienes que tener muy claro que te gusta, porque así se hace más fácil, mucho más llevadero y le vas a poner mucho más empeño».
En algunos momentos, «lo más problemático fue la inestabilidad» y, en su caso concreto, por su condición de mujer, «mi decisión de ser madre se vio retrasada», reconoce. Todo debido, en parte, a que «estaba en un momento de inestabilidad, el mundo científico prima mucho la movilidad, realizar estancias y que soy científica de bata blanca, por lo que tienes que estar haciendo experimentos que, quizá, no puedes llevar a cabo si estás embarazada».
Carmen Lozano
Profesora titular de Bioquímica y Biología Molecular de la UR
«Salvo por el tema de ser madre, nunca he sentido ningún rechazo ni he tenido ningún problema en el mundo laboral por haber sido mujer, por eso animo a las niñas a seguir por ese camino». Sobre todo, porque «antes era mucho más esporádico ver a una mujer en la ciencia, pero ahora es bastante habitual». «Creo que se está haciendo mucho, y que ellas están motivadas, que valen para la ciencia, por lo que les animaría a que siguieran por ese camino si es lo que les gusta, porque van a hacer falta muchos científicos para solucionar muchos problemas que todavía vemos que tenemos y que tendremos en un futuro».
No solo por eso. «Son el futuro de nuestra sociedad. Necesitamos que realicen ese trabajo que va a ser muy necesario y que, además, lo van a disfrutar. Es un campo muy bonito, que puede ser duro en algunos momentos, pero que te da muchas satisfacciones», afirma Lozano mientras hace hincapié en la necesidad de que las niñas y adolescentes «no pierdan esa curiosidad que tenemos cuando somos pequeños y que sigan preguntándose el porqué de todo lo que ocurre».
Mónica Cordón | Responsable de producción de planta de pizzas de Palacios
A Mónica Cordón siempre le gustaron las ciencias y, por ello, se decantó por una ingeniera técnica agrícola en la especialidad de Industrias Alimentarias. «Me podía encajar, no era estrictamente técnica, tenía una parte tecnológica de alimentos y otra de estructura. Probé y me quedé», explica mientras resalta que, desde pequeña, «nunca he sido de laboratorio. Mi tendencia siempre ha sido hacia esa rama más técnica, también empírica, y no tanto de formulación o de laboratorio».
A lo largo de su experiencia, pudo descubrir de primera mano los ritmos con los que se trabajaba en el laboratorio, fábrica y empresas. «Son perfiles diferentes. La investigación pura requiere de paciencia y de mucha dedicación y, a veces, es muy poco gratificante, porque no siempre obtienes resultados». «Las fábricas son otro mundo, cada día son como una verbena. Como quieras una vida tranquila, no te puedes dedicar a ello», explica la actual responsable de la planta de producción de pizzas de Palacios mientras resalta que «son muy divertidas y gratificantes».
Mónica Cordón
Ingeniera responsable de producción de planta de pizzas de Palacios
En su caso, no ha tenido ninguna traba por ser mujer. «He tenido mucha suerte, pero no creo que sea porque no existan», afirma mientras apunta que para que las niñas puedan plantearse convertirse en científicas «hace falta motivación». «Son profesiones que no te dan resultados nada más empezar y, a veces, no están reconocidos ni a nivel personal ni salarial, pero es una alternativa divertida, en la que no todo tiene que ser tener fama, inmediatez o reconocimiento».
«La ciencia necesita de mentes inquietas», afirma esta ingeniera quien valora que hace falta que «desde los colegios y familias no califiquemos lo que es de chicos o de chicas y que las empresas incentiven los puestos directivos para que haya mujeres». Por ello, anima a las niñas a que «prueben y a que no se pongan trabas» porque «hay muchas salidas técnicas, no solo científicas».
Lydia Álvarez-Erviti | Investigadora principal de la unidad de Neurobiología Molecular del CIBIR
Nunca hubo un hecho principal que le llevase a Lydia Álvarez-Erviti a decantarse por sus estudios. «No sé si lo tuve claro en algún momento. Me gustaba la parte de ciencia en el colegio. Cuando empezamos a estudiar Física, Química o Biología, empecé a tener claro qué era a lo que quería dedicarme, fue viniendo con el tiempo», recuerda.
El camino, en cualquier caso, no resultó nada sencillo. «Es una carrera complicada», afirma esta científica que, tras completar su doctorado con un postdoctorado, con una estancia de ocho años en Inglaterra y con una investigación independiente, es la investigadora principal de la unidad de Neurobiología Molecular del CIBIR.
En su dilatada trayectoria, sin embargo, no se ha encontrado con ninguna traba por ser mujer. «No he notado diferencias. Lo que he percibido es que el jefe que pone trabas lo hace tanto para los hombres como para las mujeres que trabajan», asegura. A su juicio, es «importante» despertar vocaciones científicas entre las niñas y adolescentes, más aún porque «hay muchísimas mujeres y niñas muy valiosas e inteligentes, que deben demostrarlo, dedicarse a ello, disfrutar y ayudar a todos los demás con su trabajo».
Lydia Álvarez-Erviti
Investigadora principal de la unidad de Neurobiología Molecular del CIBIR
No en vano, «es un camino apasionante». «Nunca dejas de aprender, siempre hay nuevas preguntas que responder. Cada día es un reto continuo y, además, trabajamos con patologías que afectan a un porcentaje importante de la población. Nuestro reto es mejorar su calidad de vida». Pero para ello hace falta, sin embargo, que «les guste la ciencia en cualquiera de sus ramas».
Arantza Portillo | Investigadora principal de la unidad de Artrópodos Vectores del CIBIR
Arantza Portillo dudó mucho sobre qué carrera elegir, pero al final se decantó por la Biología «por los referentes que había tenido»y por los veranos que había estado «en contacto con la naturaleza y los animales» en su pueblo. El camino, en cualquier caso, fue «largo», porque «cuando estudias una carrera no sabes muy bien hacia dónde vas a ir. Había estudiado fuera y me apetecía estudiar, hacer la tesis...», explica Portillo que, en la actualidad, es la investigadora principal de la unidad de Artrópodos Vectores del CIBIR.
En todo este proceso, no ha sentido ningún menosprecio por ser mujer. «En la carrera la proporción de hombres y mujeres era equilibrada, aunque el porcentaje de mujeres que acceden a puestos directivos es menor que el de los hombres, es un estereotipo que hay que ir cambiando y que, con esfuerzo y tesón, seguro que se consigue». Por ello, para que las adolescentes de hoy puedan convertirse en las científicas del mañana, aconseja que «no cierren sus puertas» y que «no piensen que no van a poder conseguir aquello que quieran, aunque les parezca difícil».
Arantza Portillo
Investigadora principal de la unidad de Artrópodos Vectores del CIBIR
En este sentido, resalta que «tienen que ser conscientes de que tienen posibilidades, aunque todo lleva su esfuerzo» y que deben de «leer mucho, para poder tomar una decisión». No obstante, apunta la investigadora, «es muy importante que se fomenten vocaciones porque, al final, no se puede buscar aquello que no se conoce». «Si no sabemos algo que existe, nunca vamos a pensar en ello ni plantear una posibilidad a la que nos podemos dedicar en un futuro», concluye.
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