Chinos, la comunidad silenciosa

«¿Soy china? ¿O soy española? ¿Soy mitad o soy mitad? ¿Quieres llamarme extranjera? Sí, soy extranjera. ¿Quieres llamarme nacional? También aciertas», reflexiona Ana Pan Ye, de 29 años, al saberse –durante mucho tiempo– en un limbo de identidad. Consecuencia de ello es que, para Ana, haber nacido en España, haber pasado tres años en China, tener la cultura occidental interiorizada y rasgos asiáticos, ha supuesto un enorme y complicado trabajo personal.

«Llevo aquí prácticamente toda la vida pero me gustaría mucho recuperar y conocer esas raíces que me definen a mí y a mi familia», explica. «Hace años me estuve planteando volver a China a estudiar en la universidad. Algo de lo mío que me permitiese conocer bien esa cultura tan desconocida para mí. Pero por cosas de la vida no pudo ser», concluye mostrando una nostalgia invisible de aquello que no conoce pero que tanto añora.

Un sentimiento parecido al suyo es el que sintió Xue Xia, de 28 años, cuando llegó a España con sus padres allá por el año 2008. En esa época ella tan solo era una adolescente que entraba al instituto con los mismos miedos que el resto de alumnos, pero con una gran barrera añadida: «Cuando vinimos a Logroño no sabía nada de español, únicamente decir 'hola'. Me costó un tiempo adaptarme y hacer amigos. Hasta que pasaron cinco años me sentí constantemente de otro país», rememora. Ahora, casada, con hijos y dueña del parque infantil 'Kids City' de Las Cañas, Xue representa a toda una generación de chinos que vinieron –de la mano de sus padres– a encontrar un futuro mejor en España. «Para nosotros, como para muchísimos españoles, 2020 fue el año más complicado de nuestras vidas. Ni yo podía abrir el 'chiquipark' ni mi marido su restaurante. Menos mal que el Gobierno nos dio ayudas», señala agradecida.

Ana y Xue son dos de las muchas caras que conforman la comunidad china en La Rioja, que comenzó a crearse en la década de los 80 como respuesta a una marea migratoria y que actualmente está compuesta por 688 personas. Una cifra que, aunque en comparación con otras comunidades es muy pequeña, aumentó exponencialmente entre 2007 y 2012, pasando de unos 300 a alrededor de 600 chinos en tan solo cinco años.

De las primeras en llegar a Logroño fue Aichun, más conocida en la ciudad como Nieves (nombre con el que la bautizaron en Vitoria tras algunos años trabajando como camarera en la capital vasca). Actualmente, su restaurante, bautizado también con el mismo nombre, es uno de los establecimientos chinos más famosos de Logroño, pues no solo es de una «magnífica calidad», sino porque «lleva abierto desde enero del 98», cuenta orgullosa su propietaria.

«Hubo un tiempo en el que muchas personas que venían a mi restaurante a comer exigían que les diéramos un regalo. Me decían que por qué no les regalaba nada si los chinos siempre lo hacían», explica sin poder contener una carcajada. «Entonces les preguntaba cuál era su negocio y qué ofrecían gratuitamente a sus clientes cuando les visitaban», recuerda, consciente de los estereotipos que la rodean por su nacionalidad.

Haijun Gao, de 37 años, tampoco responde al prototipo de chino dedicado a la hostelería o a la venta al por mayor, y actualmente regenta un gimnasio de CrossFit en la ciudad. «Me vine a España en 2009 porque estaban aquí mis padres. Estudié en Salamanca, me gradué en Ciencias del Deporte y luego me vine a Logroño, donde conocí a mi mujer y abrí este negocio», cuenta feliz por dedicarse a lo que más le gusta cerca de su familia.

Hay un umbral de uno o dos años. «En el que en uno o dos años no se ha abierto y se ha adaptado a vivir cerrado, se queda cerrado», asegura el riojano Daniel García junto a su esposa, Gao Yayun, de 32 años, de Xiamen y profesora de chino en el centro de enseñanza JiaoYin de Logroño. Para ella, «este trabajo me permite hacer de intermediaria. Me convierte en el puente que conecta la cultura española con la china», explica.

Aunque llegó hace ocho años, Gao nunca terminará de extrañar China, donde tiene «familia, amigos y muy buena comida». Sin embargo, la llegada de su padre, hace menos de un mes, rebajan un poco su nostalgia. «En China hay un dicho: las hojas del árbol tienen que caer y volver a sus raíces. Cuando vamos a morir, queremos hacerlo en China. Pero para mí, mis raíces están donde esté Daniel, y esta ya es mi casa», declara.

Apelando también a la metáfora del árbol habla Janfen Zhang (44 años), que llegó a Logroño hace casi quince porque su pueblo natal «no tenía mucha fábrica» y donde actualmente regenta una tienda de arreglos de ropa llamada 'Areixa'. «Mi madre, mi padre y mis hijos están aquí conmigo. El árbol completo y sus raíces están aquí. Me encanta Logroño y no creo que me vuelva nunca a vivir a China», asegura emocionada.

Peiyen Wang, de 39 años, también lleva quince años en España. Sus tres hijos «han nacido todos aquí». Las nuevas raíces de la comunidad china ya han empezado a crecer en La Rioja junto a las viñas.