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El Hogar Sacerdotal se yergue en un tranquilo rincón del Seminario. Son 37 sus residentes, la mayor parte curas jubilados, aunque también viven un par de sacerdotes jóvenes, tres seglares y cinco familiares de los religiosos. También tres monjas de la Obra Misionera de Jesús y María (las hermanas Nury, Nely y Petra) que se desvelan para que todo fluya.
José María Sáenz Madroñero es, a sus 89 años, la memoria del edificio diseñado por Gerardo Cuadra. Y también es uno de sus moradores. «Me siento un privilegiado por vivir aquí», resume, presumiendo de la «vida de comunidad» del centro. «Es una maravilla», explica Félix Rodríguez, residente desde 2016 y cura desde 1960.
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«Nos cuidan excepcionalmente», sintetiza Sáenz Madroñero alabando las virtudes de la superiora Nury, de la enfermera Nely y de la calceatense Petra, que se encarga de ropa, intendencia...
En el Hogar Sacerdotal existen horarios y rutinas (desayuno, misa a las 12.00, comida a las 14.00, vísperas y rosario a las 19.30, cena hora y media después...) pero sobre todo libertad. Lecturas de periódico, dominó, debates, también teológicos, grupos, televisión en la sala común...
Y cada vez más residentes, porque los años pasan y muchos sacerdotes deciden optar por este acogimiento. «El Hogar se ha quedado pequeño», explica la hermana Nury. Incluso una decena de religiosos lleva tiempo habitando el edificio del Seminario, en el antiguo pabellón de Filosofía, habilitado ahora como habitaciones.
Esas nuevas necesidades se hacen sentir en el edificio de Gerardo Cuadra, que encara una remodelación paulatina: cambio de ventanas, de calderas... Y, sobre todo, la rehabilitación de una zona, pensada para sacerdotes transeúntes, infrautilizada actualmente porque no cuenta con ascensor ni otras facilidades para unos moradores que superan en su mayoría los 80 años.
Eso es el futuro inmediato. Del pasado del Hogar Sacerdotal se encarga Sáenz Madroñero, que recuerda la fecha de la inauguración (24 de noviembre de 1969) y hasta sus primeros moradores, dos nombres históricos de la Iglesia en La Rioja: Abel Mora y Felipe Abad León.
Con curas antes más jóvenes y ahora más añosos, la esencia de fraternidad no ha cambiado, como reza un azulejo que adorna la entrada: una casa con «las puertas siempre abiertas» en la que todos encuentran reposo a unas vidas de servicio que ahora requieren de atenciones.
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José Antonio Guerrero | Madrid y Leticia Aróstegui (diseño)
Sergio Martínez | Logroño
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