Carta de Camus a su maestro
La crónica ·
«Somos los locos bendecidos, / los tontos locos educados / en olores de sociedad» ROBERTO IGLESIAS ('POETAS PROVINCIANOS')La crónica ·
«Somos los locos bendecidos, / los tontos locos educados / en olores de sociedad» ROBERTO IGLESIAS ('POETAS PROVINCIANOS')Carta dirigida por el escritor francés Albert Camus, recién distinguido en 1957 con el Nobel de Literatura, a su maestro. Dice así: «Querido señor Germain: He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle ... de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido».
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Durante esta semana, también durante los próximos días, el alumnado de la región podría muy bien dirigir unas líneas de agradecimiento a sus profesores, en la línea preconizada por el autor de 'La peste'. En esos párrafos de conmovedora gratitud y generosidad, en realidad cualquiera se puede reconocer un poco. Quien haya pasado por un aula no podrá olvidar nunca la ejemplar dedicación de aquel maestro que modificó para bien nuestra idea de la vida cuando su magnitud nos asombraba e intimidaba. Cada cual tendrá su particular monsieur Germain. El profesor que te abría los ojos, te calmaba cuando la inmensidad del mundo tendía a asustarte, te situaba en el camino correcto y además lo hacía con la magnífica entrega propia de quien no espera a cambio otro tesoro que un intangible beneficio: salvaguardar su conciencia. Cumplir con su labor. Hacer bien su trabajo.
Durante la presente crisis sanitaria, aunque el nivel de contagios tienda hoy a la contención y los momentos más dramáticos sean cosa del pasado reciente, distintos colectivos profesionales han procurado contribuir desde sus respectivas parcelas a procurar que los efectos de la brutal pandemia no consiguieran aniquilar el conjunto del edificio institucional. Entre ellos, el profesorado. Maestros Germain del aquí y del ahora, que se vieron obligados a readaptar su ejercicio profesional a la realidad telemática y lo tuvieron que hacer más o menos por su cuenta, sin grandes ayudas de sus responsables. La crisis reveló la auténtica sustancia del ámbito educativo de La Rioja: más allá de las hipérboles inherentes a todo discurso político, los hechos desnudaron con su terquedad habitual un panorama donde la revolución digital sigue siendo un propósito que nunca termina de cristalizar. Solo la fuerza de voluntad de los docentes rellena las lagunas que la tecnología no consigue garantizar. La educación en red, un desiderátum.
Es cierto que junto a todo Mr. Germain que cada cual haya encontrado en su itinerario formativo habrá ejemplos de lo contrario. Profesores aborrecibles, que se desentendían de sus alumnos y sólo miraban el reloj de fichar. Y seguro que todavía habrá algún ejemplo de esta clase de docentes desperdigados por la red escolar. Pero son excepciones que no consiguen palidecer su contrario. En el caso concreto de La Rioja, durante la crisis su profesorado se ha movilizado para ofrecer una respuesta cabal a las necesidades de los estudiantes. Como Germain, como tantos otros profesores a lo largo de la historia, lo habrán hecho sin pensar en reconocimientos. No los esperaban aunque los necesitan.
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Lo cual no evita que llame muy poderosamente la atención el ninguneo que merecieron el jueves durante el discurso con que Concha Andreu abrió el debate del estado de la región. La educación ocupaba un triste folio de los 45 de su interminable discurso. La palabra docentes aparecía dos veces. La palabra profesor, ninguna. Como ninguna palabra de agradecimiento se contenía entre sus papeles, ausencia especialmente llamativa porque su intervención sí incluyó merecidos reconocimiento a otros colectivos profesionales. Que eran de justicia. Tan de justicia como haber aprovechado su intervención para escribir su particular carta a su particular Germain. La asignatura que le queda pendiente para septiembre a ella y su consejero.
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