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La salud y las temperaturas no siempre casan bien. No, al menos, cuando de un día para otro los mercurios experimentan un desplome térmico. Un ... fuerte contraste que, como apunta la coordinadora asistencial de Atención Primaria, Laura Bea, «no resulta óptimo para nuestros cuerpos». Sobre todo, porque «nuestro sistema inmune está orientado a luchar contra este cambio brusco de temperatura y hasta que se adapta, se abre una brecha con la que todos los patógenos que hay en el ambiente tienen un acceso más rápido a nuestro cuerpo».
– En tan solo un día, hemos pasado de un calor sofocante a un desplome térmico en las máximas de entre 8 y 10 grados con respecto a los registros de las jornadas anteriores. ¿Cómo nos afectan a la salud estos cambios tan bruscos de temperatura?
– Estos cambios tan bruscos no resultan óptimos para nuestro cuerpo. Es verdad que tenemos muy analizado cómo podemos pasar del frío a temperaturas más altas con el golpe de calor, que provoca cefalea, náuseas, cansancio o sudoración; pero pasar de tener 40 grados a los 15 del día siguiente no es normal. En ese desplome, nuestro sistema cardíaco y hormonal se tienen que ajustar y regular y, por eso, es normal que suframos más cansancio o más fatiga mental. Todos hemos pasado de estar alguna vez en el exterior, entrar al interior de un local en el que están los aires acondicionados a tope y hemos visto ese cambio, ese malestar general e, incluso, esa indigestión si además se acompaña de comidas copiosas.
– Además de esa necesidad de adaptación, ¿qué otros síntomas o situaciones puede provocar?
– Vemos que hay un mito, porque no te enfrías cuando te expones a bajas temperaturas. Lo que sucede no es que cojas un resfriado porque haga frío, sino que ese cambio tan brusco de temperatura atenúa nuestras defensas, porque nuestro sistema inmune se tiene que adaptar. Al pasar de 40 grados a 20, nuestro sistema termorregulador deja una ventana abierta a nuestro sistema inmune que, hasta que no vuelva a adaptarse, todos los virus circulantes o patologías infecciosas tienen un acceso más rápido a nuestro cuerpo. Nuestro sistema inmune está orientado a luchar contra ese cambio brusco de temperatura y, entonces, se abre una brecha que hace que todos los patógenos que hay en el ambiente puedan entrar. Con estos cambios tan bruscos no es raro ver herpes labiales o que haya un repunte de infecciones respiratorias, ya no tanto porque haya unas condiciones climatológicas adversas, sino porque nuestro sistema inmune está más orientado a luchar contra ese cambio que contra la propia infección. Por eso no es bueno esa variabilidad. Lo mismo sucede con nuestro sistema cardíaco y, a nivel mental, no es lo mismo acostumbrarte a trabajar todos los días a 40 grados a que vuelvan a variar las temperaturas, porque pasamos de dormir con el pijama corto a hacerlo al día siguiente con el largo y nuestro cuerpo también se agota. Al final, el cambio climático nos está haciendo mella.
Laura Bea
Coordinadora asistencial de Atención Primaria
– ¿Qué grupos de población resultan más vulnerables a estas caídas y escaladas tan bruscas que registran los mercurios?
– Las edades más extremas de la vida, como son los niños y las personas mayores, son los más vulnerables. Sobre todo, porque no sienten la necesidad de hidratarse. Su sistema termorregulador no tiene tanta sensibilidad, porque se tiene que desarrollar en el caso de los más pequeños y, en el otro, se está agotando.
– La exposición a cambios bruscos de temperaturas, ¿puede agravar o descompensar también determinadas patologías o enfermedades?
– Efectivamente. Hay que tener muy en cuenta a nuestros niños y mayores, porque su sistema inmune, que es el que les indica a nivel cerebral si necesitan beber o taparse con una chaqueta, no está tan afinado como la población de mediana edad. Es muy importante valorar también esta situación en mujeres embarazadas y ante cualquier enfermedad crónica, como la diabetes o la hipertensión arterial, o antecedentes de un infarto, hay que cuidarse todavía más. Sobre todo, porque en una persona diabética o embarazada, cualquier pérdida de electrolitos o de agua, puede agravar más la patología base o aumentar la composición corporal, por lo que el cuerpo tiene que hacer frente a una mayor capacidad de reacción.
– El contraste del frío al calor y viceversa también les afectará.
– Sí. A nivel inmunológico, puede provocar un catarro continuo, una constante infección respiratoria. Más allá de eso, pueden producirse descompensaciones de determinadas patologías, pero más que por ese contraste, por las olas de calor, que son las que más tenemos que monitorizar. Nuestro cuerpo puede afrontar mejor la caída de temperaturas, salvo por ese catarro continuo que igual no toca ahora. La línea más peligrosa es ese alza térmica, pasar a los 40 grados y que se mantenga. La oscilación térmica es pesada; nos puede provocar cefalea, fatiga, cansancio mental, alguna infección respiratoria o faringitis, pero de menor gravedad. Nos tenemos que preparar más hacia esas olas de calor que puedan venir.
– ¿Cómo pueden extremar las precauciones?
– Lo más importante es que no salgan al exterior en las horas en las que hay más luz solar y que se cubran, si hace calor, con medios de protección física, como son las gorras o las gafas de sol. También deben de usar crema solar con un factor de protección 50, porque el sol quema. Es necesario que se hidraten con frecuencia, sin necesidad de tener sed oconsumir alimentos frescos y ricos en líquidos. Los jóvenes deben evitar el alcohol y otras drogas y, en el caso de las personas más vulnerables, hay que tener en cuenta que existen ciertos fármacos que, cuando se deshidratan, hacen más efecto porque aumenta la biodisponibilidad. Por ello, puede haber mayores a los que les vayan muy bien estos medicamentos durante todo el año y, con el aumento de las temperaturas, estén más adormilados u orinen menos. Todo ello puede ser un efecto secundario a la propia deshidratación, aunque también sucede porque el fármaco hace más efecto. Esto pasa, por ejemplo, con los medicamentos que se utilizan para el insomnio, por lo que es importante que se revise la prescripción en estos pacientes, aunque también es aplicable para los que sufren una enfermedad crónica. También deben evitar los contrastes de los aires acondicionados, intentar tener una temperatura más o menos estándar en casa, evitar las comidas copiosas y hacer ejercicio de manera adaptada. Tienen que evitar la sobreexposición en las horas de máxima radiación solar y, en el caso contrario, llevar siempre una chaqueta encima, sobre todo para los más vulnerables.
– ¿Cómo afectan los cambios de temperatura a nivel psicológico?
– Afectan, porque no nos gusta vivir en esa incertidumbre. Todo el mundo cuando está el día más gris está más apático y, cuando hace sol, apetece todo más y trabajamos de otra manera. Ese vaivén y esa oscilación térmica de tener 15 grados un día y 40 al siguiente agota a nivel físico y mental, porque no te permite planificarte, descansar bien o incluso, hacer el cambio de armario. Mi opinión personal es que no estamos acostumbrados, somos seres de costumbres y hay incertidumbre.
– ¿Cómo repercuten en los centros de salud y en los hospitales estos efectos del cambio climático? ¿Qué impacto tienen en las consultas, hospitalizaciones o visitas a urgencias?
– Lo que hemos aprendido de otros años y también, de la propia pandemia, es a estar un poco prevenidos. De hecho, ya hemos visto en los últimos años cómo las campañas de concienciación contra el calor (de que hay que protegerse) empiezan cada vez antes. Con este aprendizaje, además, se monitorizan más a los pacientes crónicos desde los centros de salud, porque se incluye el clima como factor de riesgo para los pacientes más frágiles; y en las consultas de pediatría también se refuerza este mensaje. Es verdad que puede producirse un aumento de infecciones respiratorias y digestivas por el calor y, a nivel hospitalario, una tensión en el sistema por la atención que requieren los mayores, que son los pacientes más vulnerables, por las olas de calor. Esperemos que este año podamos contenerlo todo con la prevención, con la protección y, sobre todo, con el sentido común.
– ¿Están los médicos riojanos capacitados para afrontar esa posible tensión hospitalaria?
– Los médicos riojanos están capacitados para afrontar todo lo que pueda venir. Tenemos una buena cobertura y todos los profesionales, desde el que está en la entrada hasta el médico de Atención Primaria, están perfectamente coordinados, como el 112. Yo creo que la capacidad de respuesta es muy buena.
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