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El servicio de comidas del pasado sábado transcurría con normalidad en el restaurante El Molino de Agoncillo, lleno el comedor con más de un centenar de clientes, cuando se escucharon los gritos de Lorena desde la barra: «¡Haced algo!». «Pensé que ... era un atraco», confiesa Reni Ros, camarero del establecimiento que acudió junto a su compañero Eduardo al lugar del suceso. No era un atraco sino que un hombre se estaba ahogando, atragantado con una corteza de pan.
«Ya había terminado el servicio cuando entró un hombre enorme que pidió un bocadillo de tortilla de atún y una botella grande de agua», recuerda Lorena, quien atiende la barra. Después de servir al cliente, entró a la cocina y, al regresar, vio al hombre apurado, en medio del bar, atragantándose. «Nunca me había pasado en treinta años y aquí llevo un mes», confiesa Lorena, y añade: «Reni le salvó la vida»
Reni lleva apenas una semana y media en El Molino, pero admite tener experiencia en esto de salvar vidas. Hace unos trece años ya libró a otro hombre de ahogarse por atragantamiento en la cafetería Viena de Logroño, y en las ferias de San Pedro y San Marcial de Irún practicó un torniquete crucial a una joven que se cortó un pie con un vaso.
Síntomas obstrucción de las vías aéreas a causa de un cuerpo extraño que provoca el atragantamiento y el ahogamiento.
Pasos previos con la persona en pie y el tronco ligeramente inclinado, golpear secamente la espalda con la parte inferior de la mano entre los omóplatos.
Maniobra si persiste el ahogamiento, situarse detrás, separar las piernas, rodear a la persona con los brazos por debajo de las costillas, a la altura del diafragma, con el puño bajo el esternón y empujar firmemente hacia dentro cinco veces.
Reni suma 36 años como trabajador de la hostelería y reside en Logroño desde hace 14, ya que nació en Estella (Navarra). Quiere cambiar de profesión. «Estoy formándome para ser vigilante, estoy ya cansado de trabajar en bares». En la capital riojana ha trabajado en bares de La Laurel, de la calle San Agustín y en el hotel Soto Galo, donde recuerda que recibió un curso de primeros auxilios en el que le enseñaron la denominada maniobra de Heimlich de compresión abdominal. Así, cuando acudió a la llamada de su compañera en El Molino y vio que Lorena apenas podía, siquiera, rodear al corpulento cliente con sus brazos, él tomó la iniciativa.
«Soy hipertenso pero a mis compañeros les sorprendió lo tranquilo que estuve. Era un tío grande, me sacaba una cabeza y media», recuerda Reni. Una vez solucionado el problema y pasado el susto, todos regresaron a su trabajo. «No le dimos importancia, pero lo cierto es que le salvamos la vida a una persona. Qué muerte más triste hubiera sido morir atragantado con un bocadillo de tortilla francesa, ¿no?», se pregunta Reni.
Con el salvado apenas habló, pero Lorena afirma que se terminó de comer el bocadillo, como si nada hubiera pasado. «Siguió comiendo, a pesar de que le recomendamos que no lo hiciera. Y las gracias se las di yo cuando le di las vueltas al pagar», afirma Lorena. Ni propina, aseguran, dejó en el restaurante.
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